Crítica "Los 39 escalones" . Una versión disparatada de González Gil, con actuaciones que potencian la puesta.
Por: Rafael Granado
Especial para Clarín
Es fiel a la película de Alfred Hitchcock. O casi. Salvo algunos aspectos que no hacen a lo sustancial de la historia. (Y no es que tengamos tanta memoria, ya que es de 1935, ni que seamos muy viejos: ocurre que acabamos de volver a verla en video). Y todo arranca igual, en Londres, con un canadiense aburrido, Richard Hannay, que concurre a un teatro.
En ese lugar -en medio de un inesperado revuelo- una mujer le pide que la lleve al departamento de él. Allí, alguien la mata. Y no estamos revelando nada esencial porque eso ocurre en los primeros minutos de la narración.
El resto es la huída de Hannay, sospechado de ser el asesino, hacia Escocia, y sus encuentros con una dama en un tren, con un matrimonio de granjeros, con el hombre del meñique cortado, con policías y con integrantes de la siniestra organización Los 39 escalones, dedicada al espionaje internacional.
En este contexto, lo que cambia es el tono. Mientras Hitchcock manejó un filme de espías en el marco de su estupendo estilo de maestro del suspenso, el trabajo de dirección de Manuel González Gil -a partir de la versión teatral de Patrick Barlow- transita totalmente por el delirio, el disloque. En muchos momentos, González Gil (un diestro puestista) apela a toques de comic, cuando reiteradamente se dicen ciertas cosas y los personajes miran a la platea, como imágenes congeladas, mientras se escuchan golpes musicales. En todos los tramos, las caras y el sonido se ajustan de maravillas.
Una sola puerta que una mano corre de un lado a otro, como si fueran distintas puertas que conducen a un sitio determinado, es eficaz en lo concerniente a su efecto cómico. Igual que la ventana "móvil". O la secuencia del imaginado tren en movimiento, con Hannay subido al techo; o el automóvil que se detiene frente a un rebaño de ovejas, y sus pasajeros se sacuden al ritmo de una presunta velocidad. Claro que más allá de la solvencia de los recursos citados, la labor del elenco es muy importante.
Salvo Diego Ramos, los demás cargan con varios personajes, de acuerdo a las diferentes circunstancias. Fabián Gianola y Nicolás Scarpino aportan un acertado abanico de gestos y deformación en la voz; Laura Oliva anima a tres mujeres (la espía asesinada, la esposa del granjero y la dama del tren que es besada por Hannay para despistar a los detectives), con su peculiar bagaje expresivo. Y Diego Ramos, siendo siempre el canadiense perseguido, se burla con eficacia de su habitual condición de galán muy pintón, juguetea en ese sentido con el trazo farsesco, corre por el pasillo de la sala en un par de ocasiones . sin moverse del mismo sitio. Los cuatro se alzan en elementos fundamentales de Los 39 escalones, contribuyendo a lograr ese atractivo clima disparatado.
Entretenimiento puro, con cero de intención para la reflexión -en esta oportunidad no es el propósito hacer pensar, aunque se hable de espías y de un complot peligroso que compromete a un país-, el relato es divertido de punta a punta. En el camino no se desperdicia ninguna sonrisa, los 39 escalones están alfombrados por el buen humor.«
Los 39 escalones
direccion Manuel González Gil Elenco Fabián Gianola, Laura Oliva, Diego Ramos y Nicolás Scarpino, sala Picadilly
Muy bueno
Especial para Clarín
Es fiel a la película de Alfred Hitchcock. O casi. Salvo algunos aspectos que no hacen a lo sustancial de la historia. (Y no es que tengamos tanta memoria, ya que es de 1935, ni que seamos muy viejos: ocurre que acabamos de volver a verla en video). Y todo arranca igual, en Londres, con un canadiense aburrido, Richard Hannay, que concurre a un teatro.
En ese lugar -en medio de un inesperado revuelo- una mujer le pide que la lleve al departamento de él. Allí, alguien la mata. Y no estamos revelando nada esencial porque eso ocurre en los primeros minutos de la narración.
El resto es la huída de Hannay, sospechado de ser el asesino, hacia Escocia, y sus encuentros con una dama en un tren, con un matrimonio de granjeros, con el hombre del meñique cortado, con policías y con integrantes de la siniestra organización Los 39 escalones, dedicada al espionaje internacional.
En este contexto, lo que cambia es el tono. Mientras Hitchcock manejó un filme de espías en el marco de su estupendo estilo de maestro del suspenso, el trabajo de dirección de Manuel González Gil -a partir de la versión teatral de Patrick Barlow- transita totalmente por el delirio, el disloque. En muchos momentos, González Gil (un diestro puestista) apela a toques de comic, cuando reiteradamente se dicen ciertas cosas y los personajes miran a la platea, como imágenes congeladas, mientras se escuchan golpes musicales. En todos los tramos, las caras y el sonido se ajustan de maravillas.
Una sola puerta que una mano corre de un lado a otro, como si fueran distintas puertas que conducen a un sitio determinado, es eficaz en lo concerniente a su efecto cómico. Igual que la ventana "móvil". O la secuencia del imaginado tren en movimiento, con Hannay subido al techo; o el automóvil que se detiene frente a un rebaño de ovejas, y sus pasajeros se sacuden al ritmo de una presunta velocidad. Claro que más allá de la solvencia de los recursos citados, la labor del elenco es muy importante.
Salvo Diego Ramos, los demás cargan con varios personajes, de acuerdo a las diferentes circunstancias. Fabián Gianola y Nicolás Scarpino aportan un acertado abanico de gestos y deformación en la voz; Laura Oliva anima a tres mujeres (la espía asesinada, la esposa del granjero y la dama del tren que es besada por Hannay para despistar a los detectives), con su peculiar bagaje expresivo. Y Diego Ramos, siendo siempre el canadiense perseguido, se burla con eficacia de su habitual condición de galán muy pintón, juguetea en ese sentido con el trazo farsesco, corre por el pasillo de la sala en un par de ocasiones . sin moverse del mismo sitio. Los cuatro se alzan en elementos fundamentales de Los 39 escalones, contribuyendo a lograr ese atractivo clima disparatado.
Entretenimiento puro, con cero de intención para la reflexión -en esta oportunidad no es el propósito hacer pensar, aunque se hable de espías y de un complot peligroso que compromete a un país-, el relato es divertido de punta a punta. En el camino no se desperdicia ninguna sonrisa, los 39 escalones están alfombrados por el buen humor.«
Los 39 escalones
direccion Manuel González Gil Elenco Fabián Gianola, Laura Oliva, Diego Ramos y Nicolás Scarpino, sala Picadilly
Muy bueno
Fuente: Clarín
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