En Todoterreno, filme recientemente protagonizado por el grupo de rock Kapanga, sus integrantes debaten cuál sería el nombre más acertado para una banda. “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”, sugiere uno de sus miembros, antes de ser cuestionado por sus compañeros: “Es demasiado largo, nunca funcionaría”. La humorada no sería tal si no estuviéramos hablando de uno de los grupos más importantes -sino el más- de la Argentina. Y si bien se estima que los Redondos no deben su fama a la razón social que los acompaña, no podemos dejar de destacar la capacidad de titulación que tuvo dicho conjunto a lo largo de su carrera. Ni de sospechar que dicho talento tenga algo que ver con el resto de su arte.
Es un error muy común entre quienes no conocen al grupo confundir a Patricio Rey con su cantante, Carlos “El Indio” Solari. Según explicaron alguna vez sus miembros, Patricio Rey es el ideólogo secreto y mentor del grupo, un personaje con mucho poder, cuya identidad debía ser preservada. Tributado como un dios, los músicos transmitían su mensaje a través de sus canciones.
Semejante fórmula, estructuralmente comparable con las que fundamentan las religiones o las sectas, cumplió su cometido: aportar misterio entre su público y dar que hablar a la prensa especializada.
Consecuentes con estos cánones, los muchachos de Don Lunfardo y el Señor Otario también preservaron la identidad de la dupla que titulaba su grupo. “Voy a decir quién es Don Lunfardo cuando el Indio diga quién es Patricio Rey”, declaró alguna vez su cantante.
Notorios desde la cuna
Desde sus inicios, el rock platense se tomó muy en serio la elección de sus nombres. Como garantía de ello, encontramos grupos como Diplodocum Red & Brown, la primera banda del guitarrista Skay Beilinson. La historia de su denominación se remonta a 1967, cuando estando de paseo por el Museo de Ciencias Naturales, sus integrantes divisaron el esqueleto de un dinosaurio (un Diplodocus, que bautizaron Diplodocum) que les llamó la atención por sus exageradas dimensiones. Así encontraron el nombre para su banda: tenían posiblemente los mejores instrumentos del país -el primer amplificador Marshall fue platense- y eso los convertía en un monstruo gigante. Lo de “Red & Brown” refería a los colores de sus instrumentos: rojos y marrones.
Dadaísmo motorizado
Se dice que el movimiento artístico dadaísta adoptó la denominación “dada” buscando azarosamente una palabra en el diccionario. Esta práctica adventicia tuvo sus seguidores entre numerosos estudiantes de nuestra Facultad de Bellas Artes. Un buen ejemplo lo materializa el grupo El Mató a un Policía Motorizado. En una entrevista para una página web, su guitarrista Pantro destacó su elección: “Teníamos nombres como ¿Querías un milagro, John? Te presento al FBI, que es una frase de Duro de matar, una de mis películas de cabecera. Ese día vimos otro filme medio trucho y leímos un subtítulo que decía: “El mató a un policía motorizado”. Santiago -cantante del grupo- agrega: “Elegimos un nombre que no es típico para salir del molde. Es un chiste, para reírnos de esos típicos nombres de artistas o bandas”. Muchas de las bandas con las que El Mató comparte sello también se destacan por sus peculiares nombres: Reno y los Castores Cósmicos, Blas Giunta Flash, Señorita Trueno Negro o los 107 Faunos son algunos ejemplos. “¿Por qué 107 Faunos? Combiné algo que no sabía bien qué era con un número primo. Es algo básico”, comenta Javier Sisti, cantante del último grupo.
Federico Valenti
Motes singulares
Son incontables los conjuntos platenses que llaman la atención desde sus nombres. Por su originalidad, singularidad o sus componentes referenciales, ganan trascendencia desde el título y se destacan entre la homogeneidad literal de la escena del rock. Algunos destacados (sólo algunos) son: La Ola que Quería Ser Chau, Roger Federer and The Velociraptors, The Peronists, Tu Hermana, 100 de Paleta, Travesti Fea, Saurus Bretón, La Lechuga Mecánica, Claudio Paul, Zarpada la Vieja, Hemorragia Nasal, Embajada Boliviana, El Descanso de King Kong, Quiso Dar Lástima y se Quedó sin Nada y El Cono del Silencio.
Los nombres de sus obras tampoco dejan de impresionar: Tsunami de birra (Demencia), Con la sangre roja y el corazón a la izquierda (Acción Directa), La tranquilidad después de la paliza (Francisco Bochatón) y Orgía políticamente correcta (El Perro-diablo) sorprenden desde sus portadas.
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