Por Ernesto Schoo
Si se toma como punto de partida de un teatro nacional la famosa innovación, hecha por los Podestá, de dar voz en 1884 a la pantomima original del Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez, no cabe duda de que en el lapso de veintiséis años se había adquirido una dramaturgia propia, se comenzaban a trazar los primeros esbozos de una crítica y de una historiografía documentada, y trabajaban actores de notable calidad. Seibel anota que en el primer decenio del siglo XX las compañías nacionales han aumentado de apenas tres en 1900, a ocho, diez años después. "En general, son superadas en cantidad por los elencos extranjeros; su incidencia en la oferta de espectáculos es relativa, considerando además la importante presencia de compañías europeas de ópera y opereta. Pero marca el comienzo de un crecimiento que se expande en los años siguientes."
Entre los investigadores, Luis Ordaz llamó "época de oro del teatro nacional" al decenio, pero advirtiendo que ya se notaban síntomas de declinación. Raúl Castagnino observa que ese auge no puede considerarse nacional, sino tan sólo porteño. Osvaldo Pelletieri propone un "período de constitución", de 1700 a 1884, y un "subsistema de la emancipación cultural", de 1884 a 1930. Ricardo Rojas lo denomina "tiempo de emancipación escénica". Lo concreto es que, para dar un ejemplo al azar, en ese período Pepe Podestá estrena 249 piezas de autor nacional en el Apolo. Y el 11 de septiembre de 1910 se constituye la primera Sociedad Argentina de Autores Dramáticos y Líricos, presidida por Enrique García Velloso, antecedente de la actual Argentores. Dos tristezas, en 1910: el incendio intencional del circo de Frank Brown en la calle Florida y la muerte, en Milán, el 7 de noviembre, de Florencio Sánchez.
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