La vida tiene blancos y negros, y todos ellos caben en los 64 cuadrados de un tablero de ajedrez. El remanso lúdico que supieron dominar con brillo Bobby Fischer y Garry Kasparov tiene su propio club vigente en la ciudad de las diagonales, con cientos de socios que mantienen viva la práctica. Lógica, capacidad de resolución, astucia, los atributos que se ejercitan entre un jaque mate y el otro son varios, y por eso mismo son muchas las instituciones educativas de la ciudad que están incluyendo al ajedrez como actividad en los espacios extraprogramáticos.
El Club del Ajedrez cuenta aproximadamente con 300 socios activos que concurren a su sede en la esquina de 6 y 54 entre las 18 y las 23. En esa banda horaria se promueven actividades diarias alrededor del juego y torneos, así como clases para niños y adolescentes y para jóvenes y adultos.
Hoy en día, la institución atraviesa una batalla complicada: enfrentarse con su competidor más fuerte, el ajedrez vía internet, que ostenta ser un juego más dinámico y fácil de propiciar. Aunque entre sus desventajas, sostienen desde el Club del Ajedrez, deja de lado su mayor valor: el fin de socializar con el contrincante. “Se pierden las relaciones así como la posibilidad de aprendizaje: jugando por internet no se puede charlar sobre en qué le erraste o cómo mejoraste en el transcurrir de varias partidas”, apuntó en diálogo con Hoy el actual socio y ex presidente del club Eduardo Puricelli (en mandato hasta diciembre de 2009).
En los niños, el uso de la playstation y la televisión sumados a los métodos de enseñanza anacrónicos, estimulan la falta de concentración. “Todo va muy rápido -señaló Puricelli- pero como contracara, el ajedrez exige toma de decisiones, concentración, ejercitar la capacidad de resolución de problemas. Además de lo lúdico, el juego te lleva a elucubrar y pensar lógicamente. Y en los grandes, se convierte en una pasión que genera adrenalina”.
“Aburrido”, “lento”, “de gente mayor”, los prejuicios alrededor de la práctica del ajedrez son muchos, pero sobreviven más como preconceptos que como verdades. “En el Club del Ajedrez hay toda una generación de chicos que ya juegan, un grupo de entre 30 y 40 jóvenes que está conectado con chicos de otras localidades y hasta compiten en torneos”, contó Puricelli. Se acercan por motus propio, llevados por sus abuelos, o por sus padres para ayudarlos a reforzar su sistema cognitivo. Porque el ajedrez, como dijo algún jugador anónimo alguna vez, es la lógica hecha juego. Y toda partida es un desafío al que pocos pueden resistirse, una vez que lo aprendieron.
Una materia más
Varias escuelas de la ciudad ya sumaron en su actividad extraprogramática al ajedrez como juego: el Colegio Lincoln, el Colegio Eucarístico, la Escuela Municipal n° 64, frente a la plaza Islas Malvinas, y varias instituciones privadas de City Bell.
El valor lúdico de la matemática
Consultado por Hoy, el matemático Adrián Paenza opinó desde Chicago que “aunque la matemática no debería producir rechazo, lo causa. Pocos entienden que la matemática es lúdica pura, volcada por ejemplo en juegos como el ajedrez. Porque se basa en la capacidad de establecer estrategias, sólo hay que aprender las reglas del juego”. Apuntó a su cariz educativo y su valor para desarrollar la razón y cómo hilvanar las acciones. “Cuaquier juego requiere estrategia, inclusive el ta-te-ti, o juegos como las damas, las cartas, el dominó, hasta el solitario requiere estrategia y todos son buenos, además del ajedrez, para incluir en la currícula escolar”, opinó. Aunque admitió que “las clases dirigentes le tienen rechazo a incluir este tipo de juegos porque no los ven con los fines educativos que en realidad tienen. Pocos valoran cómo aumentan la calidad en la enseñanza”.
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