Cuatro compañías participan esta semana en el IV Festival de Improvisación
BEATRIZ PORTINARI - Madrid
Si existiera un manual de uso para aprender a improvisar, los expertos lo resumirían en tres puntos. Regla número uno: acepta al compañero. Si él dice que es un panadero, vas y le sigues la corriente. Si dice que es una flor, lo mismo. Regla número dos: trabaja en equipo. Si juegas solo, el espectador se aburre. Y regla número tres: en la improvisación no hay reglas.
El IV Festival Internacional de Improvisación de Madrid (FESTIM) levanta el telón desde hoy y hasta el día 28 en los Teatros del Canal, con el reto de presentar la vanguardia latinoamericana y española en teatro espontáneo. Los anfitriones de la madrileña ImproMadrid acogen a las compañías Jogando No Quintal (Brasil), Complot/Escena (México) y Acción Impro (Colombia) que por una parte competirán en un combate improvisado -el Catch de la Impro-, y por otra presentarán sus propias producciones.
¿En qué consiste un festival de improvisación? ¿Es posible ensayar algo supuestamente espontáneo? ¿O sólo se trata de subir al escenario y a ver lo que sale? En un antiguo garaje en Moncloa que les sirve como sala de trabajo, los actores y actrices de tres de las compañías de FESTIM debaten en qué consiste su trabajo como "improvisadores", hasta ahora los hermanos pequeños del gran teatro.
"La improvisación no se ensaya, se entrena. Y la ventaja de que existan técnicas universales de actuación es que podemos reunirnos compañías de distintos países y culturas para hacer un trabajo colectivo. Lo importante es dar a conocer el teatro espontáneo entre el público y las peculiaridades de cada país: los compañeros de Brasil hacen clown improvisado, los colombianos ironizan sobre los arquetipos de su país y de México traen una improvisación con mucha crítica social", explican Jorge Rueda e Ignacio Soriano, dos de los directores de ImproMadrid.
Si algo tienen en común todos los grupos, además de no trabajar jamás con guión, son las dificultades para haber llegado donde están. Si en un principio los grandes teatros les dieron la espalda, ahora no sólo les abren las puertas, sino que incluso grandes multinacionales reclaman sus servicios para enseñar a sus trabajadores a improvisar.
"En los últimos años recibimos peticiones de empresas para que hagamos improvisación para ellos y les enseñemos a hacerlo. Así trabajan en equipo y aprenden a tomar decisiones creativas y rápidas en el mercado, como hacemos nosotros sobre el escenario. Ha sido la única forma de tener patrocinadores que aseguren el sueldo a los actores", explica con un guiño César Gouvea, uno de los clowns-improvisadores de Jogando No Quintal.
De las dificultades para sobrevivir saben también los reivindicativos mexicanos de Complot/Escena, que no sólo deben destinar el 8% de su taquilla a un impuesto gubernamental especial, sino que ven cómo escasea el apoyo privado. En Madrid ha costado 10 años desde los primeros pasos de ImproMadrid hasta que público y crítica han reconocido su trabajo. "Cada vez que íbamos a un teatro y les presentábamos nuestra propuesta sin texto ni dramaturgia nos cerraban la puerta, y más cuando decíamos que las piezas se crean a partir de las peticiones del público. Y tampoco el público se acercaba al principio. Si no eres conocido, no van a verte. Hemos pasado por todo el circuito off de Madrid hasta que el teatro Alfil ha apostado por nuestro Catch y el Canal ha abierto las puertas a este festival", explica Soriano.
El IV FESTIM es la prueba evidente de que la improvisación ha saltado, por fin, de las pequeñas salas a los grandes escenarios, a los teatros consolidados.
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