domingo, 23 de mayo de 2010

La escena alemana examina la crisis económica europea y el mercantilismo

Festival de dramaturgia Stucke: El euro, en el ojo de la tormenta

Por Federico Irazábal
Para LA NACION

MÜLHEIM AN DER RUHR, Alemania.- En los bares, en las calles, en los aeropuertos. En cualquier lugar donde uno, como extranjero, se detenga para escuchar las conversaciones de los habitantes locales, el tema sobre el que dialogan o discuten con mayor o menor grado de racionalidad es, lógicamente, la crisis. Tanto en España como Alemania, por nombrar sólo a dos de los países involucrados aunque con diferente rol en el juego -el primero con el temor ante la caída y el segundo con la responsabilidad de saberse el motor de una economía que amenaza con derrumbarse y llevarse demasiadas cosas a cuestas- han regresado a una idea de la política como hacedora de la vida cotidiana, y no como aquella institución anquilosada y añeja que discute sobre cosas incomprensibles y ajenas.

Y el teatro que suele ser un arte que discute la coyuntura con relativa demora por lo que hace estrictamente a su sistema de producción, que le demanda meses de escritura y ensayos, ha salido al ruedo para responderle a la macroeconomía y emitir opinión. La escena alemana, que venía teniendo representantes importantes en lo que hace a una mirada crítica al sistema capitalista, ha acentuado esta actitud y esta tendencia y lo que en otras latitudes puede girar en torno al amor o la familia disfuncional, aquí lo que se pone en el centro mismo de la escena es a la economía y a la política en debates con algo de dramático y mucho de filosófico.

Entre los mejores

Renania del Norte-Westfalia es una de las regiones más importantes de Alemania, la misma que dio una reprimenda electoral a la canciller Merkel hace apenas dos fines de semana. En esta región, compuesta por más de 50 ciudades entre las que se encuentran la turística Colonia, la ostentosa Düsseldorf y la modernizada Essen, se produce la mayoría de los productos que consume Europa. Los especialistas han llegado a plantear que si esta región fuese económicamente autónoma tendría un buen puesto dentro de las 20 economías más poderosas del mundo. Con toda esa información a cuestas, a sumergirse en el teatro que produce la región y el que allí se representa. Porque por estos días se realiza aquí el festival de dramaturgia en lengua alemana más importante llamado precisamente Stücke (obras). En él un grupo de jurados elige a los que consideran los mejores textos dramáticos de la última temporada, con la condición extra que hayan tenido la suerte de un montaje exitoso en términos de calidad para finalmente otorgar el gran premio al texto del año.

Elfriede Jelinek, la premio Nobel austríaca de literatura, ha mostrado en ese contexto su última producción dramática llamada Los contratos del comerciante . En ella, Jelinek bajo la mirada escénica de su director histórico Nicolas Stemann, produce uno de sus típicos textos declamatorios pero con una crueldad poco antes vista. Un espectáculo de cuatro horas de duración, en donde una única voz o un complejo infinito de voces, poco importa, realiza un discurso en el que exhibe el rostro cruel del sistema financiero. Y para resumirlo con una imagen gráfica podríamos decir que es como asistir a una reunión secreta del directorio de cualquier banco y que, confiados en la privacidad, se lanzan cínicamente a exhibir los cimientos sobre los que la empresa está parada, es decir, nuestra propia inestabilidad. Con un discurso que podría aplicarse perfectamente a la Argentina de 2001, Los contratos del comerciante es una comedia sobre la especulación financiera, en la que los políticos y los economistas son ubicados en el centro de la tormenta para mostrar la inestabilidad de un sistema que nos involucra a todos. La desmesura de la puesta, que implica incluso la caída abrupta y ruidosa de las columnas que sostienen el techo del escenario, va en un in crescendo que no es distinto al que siente un ciudadano que verá proyectada una necrológica en la que se anuncia la muerte del euro el pasado 9 de mayo del presente año, luego de poco más de once años de vida, o el pedido a alguien de la platea para que dé a los actores un billete de 20 euros, que será inmediatamente quemado y sepultado explicitando la metáfora hasta niveles francamente hostiles.

Capitalismo y arte

Pero Jelinek no es la única en trabajar sobre este tema, puesto que tanto el importante dramaturgo Roland Schimmelpfenig como el recientemente surgido Nis-Momme Stockmann refieren, de diversos modos, a las situaciones extremas que el capitalismo puede intentar producir, deshumanizando la vida y produciendo actos realmente siniestros sobre los humanos, y también, por qué no decirlo, sobre el arte propiamente dicho.

Con dinero o sin él, el teatro alemán se encuentra trabajando fuertemente sobre aquello que los asfixia en tanto sujetos de una sociedad que hoy vive una de sus más grandes crisis. Y si bien desde Brecht en adelante, pasando por Heiner Müller y llegando al más reciente René Pollesch, el teatro discute sobre el marxismo y el capitalismo (el Este y el Oeste), mostrando que ninguna esfera de la actividad humana puede sostenerse por fuera de ese marco, ahora la situación se ha recrudecido. En tal sentido la compañía de teatro independiente andcompany&Co, en su West in Peace , explicita la imagen poniendo una alcancía en donde los espectadores deberán depositar una moneda de un euro -que puede ir aumentando a medida que avanza el show- para que los intérpretes actúen. Y la espera puede ser fatal si en la sala no hay nadie dispuesto a pagar por su propia diversión y a volver así evidente que el entretenimiento es una industria y que por detrás de los mundos mágicos que pueda producir hay reglamentaciones y condiciones que hacen del arte un trabajo más, por más que la platea necesite creer que ese es un sistema autónomo e independiente de las condiciones materiales para poder soñar.

Fuente: La Nación

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