Entrevista. El líder de Catupecu Machu adelanta cómo será el show del Luna Park y reflexiona sobre lo efímero de la fama. Y también habla sobre su hermano Gaby.
Por: Walter Domínguez
Es la una de la tarde de esos días de otoño que ya no son otoño. La gente pasea en remeras de manga corta, bermudas e imprescindibles anteojos de sol. Periodista y jefa de prensa del artista esperan, en vano, en la puerta de Clarín por Fernando Ruiz Díaz -líder, cantante y compositor de Catupecu Machu, tal vez la última bocanada de aire fresco del rock argentino masivo de fin del siglo pasado hasta acá-. Fernando no llega y la situación se pasa a una hora más tarde. Cuando aparece, pide perdón, pero no da excusas: "Viste cómo son las tardanzas. Llegás tarde y llegás tarde. ¿Qué te voy a explicar?". Deja su auto perfectamente mal estacionado y le pide al de seguridad: "Tratá de que no me lo lleven, si hay que pagar una multa, todo bien".
Hay que aclararlo de entrada, para entender bien al personaje. Ruiz Díaz, megaestrella del rock local, con muchísimos shows para más de 40.000 personas y giras por todo el mundo, viene él al diario. No organiza una entrevista en un hotel boutique. No manda las fotos ni pide photoshop. En un punto, es el mismo que más de una década atrás, cuando salió en la contratapa de este suplemento, vino a la redacción a regalarle personalmente su primer disco al editor que había ordenado esa nota.
"Estoy un poco emocionado, porque ayer festejamos el cumpleaños de Gaby", se adelanta. Gaby, Gabriel Ruiz Díaz, es su hermano, aquel que por un accidente automovilístico en los bosques de Palermo, tuvo que dejar la banda y casi deja la vida. Cuatro años después y luego de muchos meses en la clínica Fleni, ahora está en su casa, pero tiene reacciones mínimas: un beso, una caricia, un brillo en los ojos. "Te diré que desde el accidente, el de ayer fue uno de los momentos más felices con él. Estaba muy contento, se le notaba en la cara. Tiene una enfermera y un entrenador cubano, que lo masajea. Y él les pelea. Es bien Gaby. Es el mismo loco, pero en su estado, en una silla de ruedas".
En el último disco de Catupecu, Simetría de Moebius, Fernando, que es esencialmente guitarrista, toca el bajo (el instrumento que tocaba Gaby) en gran parte de los temas. El se encarga de aclarar: "No tuvo que ver con lo de él, sino con que estuve de vacaciones en Brasil y me enamoré de los bajistas brasileños. Los ves tocar en cualquier barcito y tienen un estilo único. Esto fue como hace cinco años. En cuanto volví, le conté a Gaby y él me ayudó a comprarme mi primer bajo, un Fender del 72 que está buenísimo. Hay un punto en que toco lo que necesita la canción: si es bajo, bajo. Si es guitarra criolla, guitarra criolla. Si es eléctrica, la guitarra eléctrica. Lo que la canción pida".
Y será mucho lo que le pidieron las canciones, porque Simetría de Moebius fue hecho en cinco meses de introspección en un campo de San Miguel del Monte. "Es de un doctor amigo nuestro, que nos invitaba siempre. De repente, me fui dos semanas a estar solo. Tenía un montón de temas y de letras que habíamos hecho con los chicos en la sala y otro montón que yo había compuesto en la compu. Me fui a darle orden, a ordenar la cabeza. Y después me di cuenta de que necesitaba irme, aislarme del mundo para que nazca el mundo. Las dos semanas se convirtieron en tres. Yo nunca había estado tres semanas solo. Fue una experiencia increíble. Y después empezó a venir el resto de la banda. Los chicos trajeron sus instrumentos y esas tres semanas se convirtieron en cinco meses de quedarnos ahí. A veces venían nuestras novias, venía Gaby con la familia, amigos... Fue un trance impresionante".
Por eso, dice, le gusta crearse situaciones distintas para cada uno de los discos. Armar estudios en otros lados: "Por eso, en este álbum llegamos a cosas que en otros no habíamos llegado. Ni mejores ni peores, distintas".
¿Te ves en plan cantautor o solista?
La verdad, no. Creo que solista nacés. Solista es Spinetta, aunque haya tenido grupos, tiene ese halo. O David Bowie. A mí me gusta la cosa del grupo, me gustan las personalidades. En Catupecu no es "toca fulano". Siempre tuvimos gente muy especial. No me gusta la palabra "democrático", porque es mentira, porque siempre son personalidades fuertes y cada cual es líder en lo suyo. Pero es como que se comparte mucho eso. Es alucinante, todos tenemos la misma manera de vivir las cosas. No es como esas bandas donde el cantante es heroinómano y el violero se está recuperando. Eso no. Nosotros siempre estamos recuperándonos (risas).
¿Qué show están preparando para el Luna Park?
Ayer me fui a correr a la mañana. Yo me pregunto cosas todo el tiempo. Me preguntaba cómo es la película de Catupecu ahora. Y me dije: sería surrealista, trágica, apasionada, romántica. Todo eso junto. Lo pensé corriendo, buscando ropa para el video nuevo...
Su discurso es expansivo y por momentos disperso. Hay que volver a traerlo para que hable del show. "Este es un momento en el que estamos más amalgamados, con más espíritu de grupo. Desde que fue lo del campo, esto lo vivimos como una continuación. Estamos muy excitados. Compramos todos equipos nuevos para el show. Vamos a tocar íntegro el nuevo disco. Va a ser un show sanguíneo, como somos nosotros. Está muy basado en la tocada, en la banda sonando. Por más grande que sea el escenario, a nosotros nos gusta tocar pegados, uno al lado del otro. Y va a haber canciones de todas las épocas de Catupecu, como debe ser.
Y ahora volvemos al principio, a la estrella de rock atípica. La que agarra el ventilador de la foto de tapa con sus propias manos. El tipo que corre frenético por el estacionamiento del diario para lograr una buena toma.
"Yo creo en lo que hago -inicia un largo discurso-. La esencia de la música es algo superior. Lo que vivimos cuanto cantamos, cuando componemos, cuando subimos a un escenario, eso es tan importante, tiene tanta sustancia... Lo otro es lo que causa fascinación, la fama, ser conocido. Pero si te fascina eso, es que perdiste todo. A gente que conozco y admiro, y es así, se le pierden un montón de cosas. Por ahí otra persona, que hace algo no tan conocido como lo tuyo, tiene algo fantástico para darte, mayor sabiduría. Si esto que hacemos tiene tanto de bueno, ¿para qué afearlo? Somos agradecidos, es groso lo que nos pasa. Vivir esto es increíble. Y no te lo podés perder".
Fuente: Clarín
Por: Walter Domínguez
Es la una de la tarde de esos días de otoño que ya no son otoño. La gente pasea en remeras de manga corta, bermudas e imprescindibles anteojos de sol. Periodista y jefa de prensa del artista esperan, en vano, en la puerta de Clarín por Fernando Ruiz Díaz -líder, cantante y compositor de Catupecu Machu, tal vez la última bocanada de aire fresco del rock argentino masivo de fin del siglo pasado hasta acá-. Fernando no llega y la situación se pasa a una hora más tarde. Cuando aparece, pide perdón, pero no da excusas: "Viste cómo son las tardanzas. Llegás tarde y llegás tarde. ¿Qué te voy a explicar?". Deja su auto perfectamente mal estacionado y le pide al de seguridad: "Tratá de que no me lo lleven, si hay que pagar una multa, todo bien".
Hay que aclararlo de entrada, para entender bien al personaje. Ruiz Díaz, megaestrella del rock local, con muchísimos shows para más de 40.000 personas y giras por todo el mundo, viene él al diario. No organiza una entrevista en un hotel boutique. No manda las fotos ni pide photoshop. En un punto, es el mismo que más de una década atrás, cuando salió en la contratapa de este suplemento, vino a la redacción a regalarle personalmente su primer disco al editor que había ordenado esa nota.
"Estoy un poco emocionado, porque ayer festejamos el cumpleaños de Gaby", se adelanta. Gaby, Gabriel Ruiz Díaz, es su hermano, aquel que por un accidente automovilístico en los bosques de Palermo, tuvo que dejar la banda y casi deja la vida. Cuatro años después y luego de muchos meses en la clínica Fleni, ahora está en su casa, pero tiene reacciones mínimas: un beso, una caricia, un brillo en los ojos. "Te diré que desde el accidente, el de ayer fue uno de los momentos más felices con él. Estaba muy contento, se le notaba en la cara. Tiene una enfermera y un entrenador cubano, que lo masajea. Y él les pelea. Es bien Gaby. Es el mismo loco, pero en su estado, en una silla de ruedas".
En el último disco de Catupecu, Simetría de Moebius, Fernando, que es esencialmente guitarrista, toca el bajo (el instrumento que tocaba Gaby) en gran parte de los temas. El se encarga de aclarar: "No tuvo que ver con lo de él, sino con que estuve de vacaciones en Brasil y me enamoré de los bajistas brasileños. Los ves tocar en cualquier barcito y tienen un estilo único. Esto fue como hace cinco años. En cuanto volví, le conté a Gaby y él me ayudó a comprarme mi primer bajo, un Fender del 72 que está buenísimo. Hay un punto en que toco lo que necesita la canción: si es bajo, bajo. Si es guitarra criolla, guitarra criolla. Si es eléctrica, la guitarra eléctrica. Lo que la canción pida".
Y será mucho lo que le pidieron las canciones, porque Simetría de Moebius fue hecho en cinco meses de introspección en un campo de San Miguel del Monte. "Es de un doctor amigo nuestro, que nos invitaba siempre. De repente, me fui dos semanas a estar solo. Tenía un montón de temas y de letras que habíamos hecho con los chicos en la sala y otro montón que yo había compuesto en la compu. Me fui a darle orden, a ordenar la cabeza. Y después me di cuenta de que necesitaba irme, aislarme del mundo para que nazca el mundo. Las dos semanas se convirtieron en tres. Yo nunca había estado tres semanas solo. Fue una experiencia increíble. Y después empezó a venir el resto de la banda. Los chicos trajeron sus instrumentos y esas tres semanas se convirtieron en cinco meses de quedarnos ahí. A veces venían nuestras novias, venía Gaby con la familia, amigos... Fue un trance impresionante".
Por eso, dice, le gusta crearse situaciones distintas para cada uno de los discos. Armar estudios en otros lados: "Por eso, en este álbum llegamos a cosas que en otros no habíamos llegado. Ni mejores ni peores, distintas".
¿Te ves en plan cantautor o solista?
La verdad, no. Creo que solista nacés. Solista es Spinetta, aunque haya tenido grupos, tiene ese halo. O David Bowie. A mí me gusta la cosa del grupo, me gustan las personalidades. En Catupecu no es "toca fulano". Siempre tuvimos gente muy especial. No me gusta la palabra "democrático", porque es mentira, porque siempre son personalidades fuertes y cada cual es líder en lo suyo. Pero es como que se comparte mucho eso. Es alucinante, todos tenemos la misma manera de vivir las cosas. No es como esas bandas donde el cantante es heroinómano y el violero se está recuperando. Eso no. Nosotros siempre estamos recuperándonos (risas).
¿Qué show están preparando para el Luna Park?
Ayer me fui a correr a la mañana. Yo me pregunto cosas todo el tiempo. Me preguntaba cómo es la película de Catupecu ahora. Y me dije: sería surrealista, trágica, apasionada, romántica. Todo eso junto. Lo pensé corriendo, buscando ropa para el video nuevo...
Su discurso es expansivo y por momentos disperso. Hay que volver a traerlo para que hable del show. "Este es un momento en el que estamos más amalgamados, con más espíritu de grupo. Desde que fue lo del campo, esto lo vivimos como una continuación. Estamos muy excitados. Compramos todos equipos nuevos para el show. Vamos a tocar íntegro el nuevo disco. Va a ser un show sanguíneo, como somos nosotros. Está muy basado en la tocada, en la banda sonando. Por más grande que sea el escenario, a nosotros nos gusta tocar pegados, uno al lado del otro. Y va a haber canciones de todas las épocas de Catupecu, como debe ser.
Y ahora volvemos al principio, a la estrella de rock atípica. La que agarra el ventilador de la foto de tapa con sus propias manos. El tipo que corre frenético por el estacionamiento del diario para lograr una buena toma.
"Yo creo en lo que hago -inicia un largo discurso-. La esencia de la música es algo superior. Lo que vivimos cuanto cantamos, cuando componemos, cuando subimos a un escenario, eso es tan importante, tiene tanta sustancia... Lo otro es lo que causa fascinación, la fama, ser conocido. Pero si te fascina eso, es que perdiste todo. A gente que conozco y admiro, y es así, se le pierden un montón de cosas. Por ahí otra persona, que hace algo no tan conocido como lo tuyo, tiene algo fantástico para darte, mayor sabiduría. Si esto que hacemos tiene tanto de bueno, ¿para qué afearlo? Somos agradecidos, es groso lo que nos pasa. Vivir esto es increíble. Y no te lo podés perder".
Fuente: Clarín
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