"EN 1821 AUN LOS ACTORES tienen la `nota de infamia’, que no les permite recibir los sacramentos o ser enterrados en camposanto."
Los orígenes de nuestro teatro coinciden con los primeros festejos por la Revolución de Mayo. ¿Qué obras y quiénes fueron los autores y actores más notables de ese período inicial, que abarca hasta 1821?
Por: BEATRIZ SEIBEL
E l 24 de noviembre de 1810 se produce el primer festejo patrio en Buenos Aires, cuando llega la noticia del triunfo sobre los españoles en la batalla de Suipacha. Comienza con iluminación especial en la Ciudad con una orquesta en la galería del Cabildo. Al día siguiente, en la Plaza de Toros del Retiro, se realiza una función de volatineros a beneficio de la Expedición del Norte, con más de 1.600 espectadores. Días después, un reglamento elimina todos los privilegios para la Primera Junta y establece que en las diversiones públicas no tendrá palco ni lugar determinado, "los individuos de ella, que quieran concurrir, comprarán lugar como cualquier ciudadano". El Coliseo de Buenos Aires, teatro inaugurado en 1804 y cerrado desde las Invasiones Inglesas de 1806, reabre el 11 de noviembre de 1810. En el primer elenco hay actores residentes en Buenos Aires, como la criolla Josefa Ocampos y otros que vienen de Montevideo, el porteño Luis Ambrosio Morante (17891835), su esposa, la uruguaya Josefa Martínez, y el "barba" español así el actor que compone roles de viejo Juan Diez. Algunos se inician después de la Revolución: Ana Rodríguez Campomanes, de clase alta, huérfana y abandonada por su marido, es graciosa y tonadillera; Juan Antonio Viera, pardo esclavo que obtiene la libertad enfrentando a los ingleses en 1807, es gracioso y cantante. Pero los prejuicios siguen vigentes: la Campomanes hace juicio a su marido en 1818 para que le devuelva su dote y el acusado alega que su mujer está condenada "al mayor descrédito público por su punible y detestable profesión".
En 1812 se estrena la "petipieza original" El 25 de Mayo de Luis Ambrosio Morante, para el segundo aniversario de la Revolución. Es la primera obra que recibe un premio oficial, otorgado por el Cabildo, "para que sirva de estímulo a otros".
Las fiestas mayas
En 1813, la Asamblea General Constituyente decreta que cada 25 de Mayo se realizarán las "fiestas mayas". Ese año se extienden varios días: el 24, en la plaza, hay arcos triunfales con versos a la libertad, canciones patrióticas, fuegos artificiales; en los balcones del Cabildo una orquesta y en el teatro se representa la tragedia Julio César de Voltaire, alegoría contra la tiranía. El 25, 26 y 27 hay iluminación, fuegos artificiales y desfiles de máscaras, con música y canciones patrióticas. El 27, también función de teatro y baile en el Cabildo. El 28, función gratuita en el Coliseo con una loa alusiva, una comparsa de niños vestidos de indios que entona la canción patria, la tragedia Siripo de Lavardén, trozos de ópera por aficionados y danzas de la comparsa de niños; finalmente, baile general hasta las 2 de la mañana.
El 12 de marzo de 1813 la Asamblea había derogado el trabajo obligatorio para los indios y los declaraba libres y en igualdad de derechos; los indios suben a escena en varias obras, mostrando que la revolución apoya las libertades universales. No así los negros, aunque ese año la Ley de Libertad de Vientres inicia dos procesos graduales para dar fin a la esclavitud. Las sociedades negras por "naciones" se extienden y se convierten en un elemento visible de la vida porteña con sus fiestas y candombes. La compañía del Coliseo en 1813 tiene 11 actores y 8 actrices. En 1814, llega desde Montevideo el actor español Joaquín Culebras, quien trae los sainetes gauchescos anónimos representados allí desde 1811; suben a escena durante años y son muy populares.
La declaración de la Independencia en Tucumán, el 9 de julio de 1816, se festeja en el Coliseo con la reposición de Roma Libre de Alfieri. Ese año hay varias obras locales: La libertad civil, un acto patriótico publicado sin mención de autor; El hijo del Sud, un acto con personajes alegóricos firmado por de Luis Ambrosio Morante, con el protagonista a veces llamado "indio"; El nuevo Caupolicán o el bravo patriota de Caracas, del español residente José Manuel Sánchez, monólogo de un indio que lucha contra los tiranos españoles.
En 1817, el Gobierno de Buenos Aires forma la Sociedad del Buen Gusto del Teatro, "escuela de costumbres, vehículo de ilustración y órgano de la política".
Su objeto es procurar obras originales, traducir extranjeras, revisar y aprobar las que se presenten.
Después de un año prácticamente desaparece, aunque persiste su influencia: se estimulan autores y se hacen traducciones locales. Se desechan los autores españoles y se privilegian italianos y franceses; es frecuente la adaptación, llamada "refundición" para acentuar el mensaje de exaltación de la libertad. A fines de 1817, Trinidad Guevara (1798-1873) entra en el elenco del Coliseo y pronto será la gran actriz favorita del público.
El 5 de abril de 1818, el triunfo de San Martín en la batalla de Maipú asegura la independencia de Chile. El parte detallado de San Martín aparece en La Gaceta el 22 de abril. En el teatro se hacen grandes celebraciones con llenos completos. En funciones patrióticas de actores y de aficionados se canta el Himno Nacional, se recitan poemas alusivos, hay discursos y arengas y baile de máscaras al final. Varias obras locales reflejan el acontecimiento: Arauco Libre, del español José Manuel Sánchez, El triunfo de Bartolomé Hidalgo, monólogo frente al busto de San Martín, y El detalle de la acción de Maipú, sainete gauchesco anónimo. En 1821 el porteño Juan Casacuberta (1798-1849) trabaja por primera vez en el Coliseo y en 1831 se consagra como actor romántico.
El teatro porteño
En Cinco años en Buenos Aires 1820-1825, el autor, que firma como "Un Inglés", describe: "El teatro permanece abierto todo el año, con excepción de la Cuaresma. Los días de representación son los domingos y jueves, aun cuando suele trabajarse en martes, días de festividades sacras y otros. Los domingos por la noche son los días más concurridos. El programa habitual consiste en la representación de un drama y una farsa (sainete). No es raro ver en el teatro a niños de meses en brazos de sus madres, así como también esclavos". Las funciones comienzan con una obertura por la orquesta y en los intervalos se tocan sinfonías. Comienzan a presentarse ópera y ballet, y actúan elencos de aficionados.
Las representaciones se anuncian con la banda de música en la puerta del teatro y con cohetes y fuegos artificiales en la calle. Un actor habla con el público al final de cada función para anunciar la siguiente y los programas se reparten a domicilio acompañados por las entradas. Las obras varían cada vez y se presentan gran cantidad de piezas. Se muestra la continuidad de una compañía estable en el Coliseo con grandes actores criollos como Luis Morante, Trinidad Guevara, Juan Casacuberta, aunque las temporadas sufren altibajos por eventos económicos o políticos. Las obras de la independencia muestran la preocupación dominante en la sociedad: la antítesis libertad/tiranía domina la escena. La sala del Coliseo monopoliza lo que se denomina "teatro", pero convive en Buenos Aires con otros espacios donde se presentan compañías de circo y de muñecos, grupos de teatro negro, ilusiones ópticas, expresiones afroargentinas como el candombe, y hay grandes fiestas teatrales en la calle.
En 1821 aún los actores tienen la "nota de infamia", que no les permite recibir los sacramentos, ser enterrados en camposanto, desempeñar cargos públicos, ejercer derechos civiles o políticos.
San Martín, en ese momento Protector del Perú, firma la declaración histórica del 31 de diciembre de ese año, donde consta que "el arte escénico no irroga infamia al que lo profesa". En sus fundamentos afirma: "todo individuo que se proporciona su subsistencia en cualquier arte que contribuya a la prosperidad y lustre del país en que se halla, es digno de la consideración pública". Considera al teatro "un establecimiento moral y político de la mayor utilidad"; es un arte necesario para afirmar los ideales de la Independencia.
Fuente: Revista Ñ
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