Aunque más recordado como poeta, Almafuerte también fue maestro, periodista, bibliotecario y traductor.
Hubo quienes lo calificaron como un "ignorante", pero sus letras de protesta calaron hondo a lo largo de la historia.¿Qué hubiese sido de su vida y de su carrera si finalmente obtenía la beca que pidió para estudiar pintura en Europa?
Pedro Bonifacio Palacios, más conocido por su seudónimo “Almafuerte”, quedó en el recuerdo de todos los argentinos como un gran poeta, que dio vida a célebres frases, como aquella que dice “no te des por vencido, ni aun vencido”.
Y estas palabras cobran especial importancia, si se piensa en que sus raíces en el arte no están en la Literatura, sino en la Plástica, disciplina al que se dedicó en su adolescencia. Como no tenía dinero ni influencias políticas, el gobierno rechazó la beca que pidió para trasladarse al viejo continente y perfeccionarse en las distintas técnicas de la pintura. Fue así que –haciendo poco homenaje a la frase que años más tarde acuñaría- se dio por vencido en la lucha por ese sueño, y volcó su inspiración hacia las letras, para fortuna de los lectores que su obra cosecharían.
Mañana, 13 de mayo, se cumple un nuevo aniversario de su natalicio, y la oportunidad es válida para repasar algunos detalles de su existencia, que se extendió durante poco más de seis décadas.
A Almafuerte no sólo le faltó su madre, que murió cuando él era pequeño, sino también su padre, que se alejó de la familia. Quedando al cuidado de otros parientes, durante su infancia sufrió carencias económicas, pero también de las más dolorosas, las afectivas.
Aunque sólo cursó la escuela primaria, llegó a ser preceptor, ocupación que despertó su vocación para la enseñanza. Siendo muy joven, fue maestro en varias escuelas del interior bonaerense, al tiempo que incursionaba en la poesía, y también en el periodismo. Su falta de título para ejercer la docencia, sumado al tinte político de sus escritos, poco complacientes al caudillismo local, lo obligaron a abandonar su cargo.
Después, trabajó un tiempo en la Cámara de Diputados de la Provincia y posteriormente como bibliotecario y traductor de la Dirección General de Estadística.
Hacia 1887 se estableció en nuestra ciudad, siendo ya un escritor de renombre, especialmente por la publicación de versos suyos en los diarios porteños. Después de ejercer el periodismo en el diario Buenos Aires, en 1890 se trasladó a la Capital Federal, aunque pronto volvió a La Plata para ocupar la dirección del diario El Pueblo.
Desde entonces, sus artículos políticos, firmados con su seudónimo más conocido, lo llevaron a tener tantos adeptos como opositores, y a vivir siempre con el dinero justo. No aceptó tener un empleo público aunque, pocos meses antes de morir (febrero de 1917), le fue asignada una pensión vitalicia del Congreso Nacional, que jamás llegó a cobrar.
Otros autores que lo conocieron hablaron de Almafuerte como un hombre apasionado, de un gran temperamento, y con profundas contradicciones que saltaban a la vista en sus poesías. Por su escasa educación, hay quienes lo han calificado de “ignorante”.
Su obra se ha caracterizado como “profética”, espontánea, apasionada, con severos descuidos y errores gramaticales, aunque siempre ligada a lo popular y a los humildes, reflejando un genuino deseo de tener un mundo más justo. Sin dinero, este controvertido poeta murió en La Plata, en la casa que había comprado pocos años antes con ayuda de un préstamo hipotecario.
Fuente: Hoy
Hubo quienes lo calificaron como un "ignorante", pero sus letras de protesta calaron hondo a lo largo de la historia.¿Qué hubiese sido de su vida y de su carrera si finalmente obtenía la beca que pidió para estudiar pintura en Europa?
Pedro Bonifacio Palacios, más conocido por su seudónimo “Almafuerte”, quedó en el recuerdo de todos los argentinos como un gran poeta, que dio vida a célebres frases, como aquella que dice “no te des por vencido, ni aun vencido”.
Y estas palabras cobran especial importancia, si se piensa en que sus raíces en el arte no están en la Literatura, sino en la Plástica, disciplina al que se dedicó en su adolescencia. Como no tenía dinero ni influencias políticas, el gobierno rechazó la beca que pidió para trasladarse al viejo continente y perfeccionarse en las distintas técnicas de la pintura. Fue así que –haciendo poco homenaje a la frase que años más tarde acuñaría- se dio por vencido en la lucha por ese sueño, y volcó su inspiración hacia las letras, para fortuna de los lectores que su obra cosecharían.
Mañana, 13 de mayo, se cumple un nuevo aniversario de su natalicio, y la oportunidad es válida para repasar algunos detalles de su existencia, que se extendió durante poco más de seis décadas.
A Almafuerte no sólo le faltó su madre, que murió cuando él era pequeño, sino también su padre, que se alejó de la familia. Quedando al cuidado de otros parientes, durante su infancia sufrió carencias económicas, pero también de las más dolorosas, las afectivas.
Aunque sólo cursó la escuela primaria, llegó a ser preceptor, ocupación que despertó su vocación para la enseñanza. Siendo muy joven, fue maestro en varias escuelas del interior bonaerense, al tiempo que incursionaba en la poesía, y también en el periodismo. Su falta de título para ejercer la docencia, sumado al tinte político de sus escritos, poco complacientes al caudillismo local, lo obligaron a abandonar su cargo.
Después, trabajó un tiempo en la Cámara de Diputados de la Provincia y posteriormente como bibliotecario y traductor de la Dirección General de Estadística.
Hacia 1887 se estableció en nuestra ciudad, siendo ya un escritor de renombre, especialmente por la publicación de versos suyos en los diarios porteños. Después de ejercer el periodismo en el diario Buenos Aires, en 1890 se trasladó a la Capital Federal, aunque pronto volvió a La Plata para ocupar la dirección del diario El Pueblo.
Desde entonces, sus artículos políticos, firmados con su seudónimo más conocido, lo llevaron a tener tantos adeptos como opositores, y a vivir siempre con el dinero justo. No aceptó tener un empleo público aunque, pocos meses antes de morir (febrero de 1917), le fue asignada una pensión vitalicia del Congreso Nacional, que jamás llegó a cobrar.
Otros autores que lo conocieron hablaron de Almafuerte como un hombre apasionado, de un gran temperamento, y con profundas contradicciones que saltaban a la vista en sus poesías. Por su escasa educación, hay quienes lo han calificado de “ignorante”.
Su obra se ha caracterizado como “profética”, espontánea, apasionada, con severos descuidos y errores gramaticales, aunque siempre ligada a lo popular y a los humildes, reflejando un genuino deseo de tener un mundo más justo. Sin dinero, este controvertido poeta murió en La Plata, en la casa que había comprado pocos años antes con ayuda de un préstamo hipotecario.
Fuente: Hoy
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