miércoles, 19 de mayo de 2010

Crítica. "El descenso del Monte Morgan"

MARTINEZ EN LA PIEL DE LYMAN FELT

Mentira verdadera

Correcta versión de Arthur Miller con protagónico de Oscar Martínez y puesta de Daniel Veronese.

Por: Camilo Sánchez

El hombre hizo plata, pagó religiosamente los impuestos, dejó de escribir poemas hace décadas. Está muy adaptado, con todos los deberes sociales correspondientes bajo control. Fue un acompañante atento de la crianza de Bessie, su hija mayor, y le enseñó a esquiar y a escalar montañas a Benjamín, su hijo menor. Sólo que ellos no sabían de la existencia uno del otro hasta el desbarranco automovilístico de su padre por el Monte Morgan.

Junto a la rodada, el señor Lyman Felt -que ha pasado los 50 y alcanzó a superar, entre otras cosas, la edad que tenía su padre en el momento de la muerte-, se accidentan también los mundos que este eficaz vendedor de seguros había diseñado paralelos. Sus dos mujeres aparecen por la clínica y la angustia por el destino de su esposo se trastoca en otra, existencial: cómo seguir viviendo cuando se instala la verdad.

El descenso del Monte Morgan es una de las últimas obras de Arthur Miller. Escrita en 1991, trabaja -como lo sugiere el director, Daniel Veronese, en el programa del espectáculo- sobre la crítica moral del marido engañador y, a la vez, enarbola la defensa del deseo del hombre que ha hecho felices a sus mujeres. Arrinconado por las circunstancias, el señor Felt, desde el hospital, intenta incluso el contraataque, con ganas de desenmascarar hipocresías ajenas.

El desafío para el director no ha sido fácil porque a la artillería verbal de la pieza se le suma un quietismo espacial muy riguroso: los alrededores de una cama de hospital. Por suerte, hay muchos momentos en que se mezclan los tiempos y el pasado se hace presente, ayudando así a descomprimir la linealidad de la acción.

Oscar Martínez encuentra el tono de su sinuoso Lyman Felt desbordado por la realidad y resulta inquietante la presencia física que le imprime Eleonora Wexler a su Leah. En un elenco -Carola Reyna, Ernesto Claudio, Malena Figó- de interpretaciones precisas, Gaby Ferrero, como la enfermera, no pasa desapercibida, y alcanza, en ciertos momentos de intimidad con su paciente, una cercanía creíble. La pieza allí reposa del ritmo que le imprime la dirección.

La escenografía es contundente en su sugerencia: los paneles con reflejos y transparencias exponen todo de tal manera que, a la vez, lo oculta; así como las líneas de iluminación, que, durante buena parte, surgen desde el piso. Es interesante, también, la compaginación musical, cuando interacciona con el diseño y las luces para generar cambios de rumbo de la obra.

Fuente: Clarín

1 comentario:

Gustavo Cappelli dijo...

El descenso del monte morgan
Por Gustavo Cappelli y Carlos Vilaseca
También la obra inyecta una fuerte crítica a la monogamia, el matrimonio y la manera de llevar adelante esos ideales. La obra nos muestra de alguna manera como esa palabra empeñada en el matrimonio se erige como semblante en tanto pretende velar eso imposible que se juega en la relación entre hombres y mujeres. Y Lyman no cesa de cuestionar los semblantes, los ideales y la palabra empeñada.
Lyman conoce las ventajas de estos nuevos tiempos de relativismo, cinismo y canallada, Tiene un excelente manejo de las palabras, y el guión nos hace ver las consecuencias de dicho manejo en lo amoroso. Leah, una de sus amadas, lo describe muy bien cuando estando en la mesa de reuniones se le ocurrió: “Me habla a mí básicamente”. Pero luego se dijo a sí misma: “Esa debe ser la razón por la que es tan buen vendedor, porque todo aquel con quién habla se siente amado”.

Por eso solo vamos a tomar el uso que hace Lyman de la “presunta división” a la que no está sujeto.
Con implicación subjetiva en la división, podríamos tomar en cuenta la culpa, o el reconocimiento de los errores que cometió uno en la vida, esas fallas, esos actos fallidos, que nos interrogan todo el tiempo. Otra forma de división puede ser la duda, o lo que se juega en el momento de llevar a cabo una decisión.
Cuando Theodora, la otra amada esposa, lo acusa de hombre vulgar e insensible, Lyman hace presente la idea del error, para luego afirmarse en otros aspectos como por ejemplo como se ganó bien la vida.
O cuando el amigo Tom le dice que ha dañado a esas mujeres, (el lugar de víctima- perjudicada) es explotado en esta historia, entonces Lyman dice que le ha dado a sus esposas una vida interesante y hasta mucho dinero.
También es verdad que la muerte nos parte, nos divide, y que no tenemos todo el tiempo del mundo; apoyado en eso Lyman aprovecha para “gozar de la vida”, ya que el tiempo es corto.
También habla de la culpabilidad, pero que lo hable no significa que esté atravesado por ella, que realmente lo divida, y comienza diciendo que la felicidad de una de sus mujeres lo pone triste, y termina vociferando “al diablo la culpabilidad”. (Página 109)
Volviendo sobre el tema de la victimización, termina afirmando que “La verdad”, en esta historia, es que el único que sufrió fue él. ! En realidad, si tengo el valor de admitir la estúpida verdad, el único que ha sufrido durante estos nueve últimos años he sido yo!
Es decir las explicaciones, los argumentos tales como la necesidad de tener mas de una mujer o lo que implica el matrimonio para la satisfacción de un hombre, son explicaciones que buscan justificar su goce. Porque si algo queda claro en este triángulo es que el único que decide es el goce. Y la conclusión se nos estrella en la cara haciendo caer todas las máscaras: al goce no se lo puede domesticar, no soporta el molde de ningún ideal sea el que sea; la monogamia, la bigamia, o la poligamia, siempre queda un resto que se escapa.

Oscar Martinez en el papel de Lyman logra llevar adelante una interpretación que nos pareció que fue fruto de una conversación con el mismísimo A. Miller. Y así lo siente el papel Oscar Martinez al comentar en una entrevista acerca de Lyman: “que no se trata de un cínico, ni de un pícaro sino de un hombre que ama a dos mujeres y mantiene un vínculo diferente con cada una. (Cielos Argentinos Año 2 Febrero de 2011)
Eleonora Wexler en el papel de Leah hace lo suyo con inusitado encanto.
Carola Reyna interpreta el papel de Theo que sin su impecable performance no seria posible apreciar a Leah. Pues en la obra se puede apreciar el balanceo entre las posiciones de las dos mujeres.

Una recomendación: Tener precaución de con quien ir a ver la obra, en el caso de que en algún momento haya sido sospechado o acusado de infidelidad. Salvo que al salir del teatro tome muy en serio los argumentos de Lyman y cuente con el dinero apropiado como apoyo.