jueves, 21 de enero de 2010

Cuando el tiempo es un arma peligrosa

Ernesto Claudio, Max Berliner y Marcelo Mazzarello

Sensible puesta en escena de una de las últimas obras de Carlos Pais, con muy buenas interpretaciones

Por Verónica Pagés
Enviada especial

Días eternos. De Carlos Pais. Dirección: Gladys Lizarazu. Con: Marcelo Mazzarello, Ernesto Claudio y Max Berliner. Música: Javier Bustos. Iluminación: Jorge Merzari. Vestuario: Carolina Sosa Loyola. Escenografía: Alfonso Sierra. Producción del Teatro Cervantes. En el Radio City (Mar del Plata). Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: buena

MAR DEL PLATA.- A José lo echó su mujer de la casa poco después de perder el trabajo. Miguel no tiene trabajo ni mujer, pero lo tiene a Don Nicola, el anciano padre de una vecina que queda a su cuidado y que, de alguna manera, se transforma en su ocupación. Y Don Nicola no tiene más que su diezmada memoria, que aún le permite recordar unos viejos versos que lo mantienen en pie y le dan mucha más vitalidad que la que Miguel y José pudiesen haber tenido nunca.

Días eternos pone blanco sobre negro un puñado de sensaciones sumamente reconocibles aun sin tener que haber pasado por las situaciones límite de alguno de estos personajes: la desazón de no saber qué hay más adelante o la de imaginar que no hay nada. El tiempo se presenta en esta obra (una de las últimas que escribió Carlos Pais) como un arma peligrosa que -contrariamente a su naturaleza- pareciera detenerse sobre sus víctimas enfrentándolas a un vacío intolerable.

Justamente es ese hueco el que viene a llenar Don Nicola, primero en la vida de Miguel y luego -por añadidura- en la de José (que ha recalado en lo de su amigo a falta de lugar donde ir); sólo que ambos personajes lo reciben de distintas maneras. El Miguel que interpreta Ernesto Claudio está perdido, la vida lo ha vuelto cruel, incapaz de conmoverse frente a un hombre viejo que se desespera por comunicarse con él. Cosa que sí logra con el José de Marcelo Mazzarello que, quizá por estar menos vencido, sí presta atención (y entiende) ese farfullar de Don Nicola, bellamente interpretado por Max Berliner.

La obra de Pais combina con sutil equilibrio un humor cercano al grotesco con la ternura más delicada, hecho que lleva al espectador por una enorme gama de sensaciones. Paseo al que se va de la mano de esos tres personajes que de tanta pena que inspiran (por distintas razones) se vuelven queribles. No solamente está Max Berliner para conmover con su viejo desvalido, sino Ernesto Claudio y Marcelo Mazzarello, que les dan tantos matices a sus personajes que logran acercarlos al espectador.

La propuesta de Pais (como dramaturgo) y de Gladys Lizarazu (como directora) es pequeña, sensible y conmovedora, por lo que sorprende la elección de la sala en la que se presenta la obra en Mar del Plata; el Radio City es demasiado grande, por lo que hace difícil escuchar el texto y diluye la acción en un escenario desmesuradamente ancho. Es una manera de no cuidar la obra ni a los actores. Días eternos , una propuesta disfrutable que acerca de manera inteligente un tema difícil como la vejez, merecía algo mejor.

Fuente: La Nación

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