martes, 18 de agosto de 2009

Los bailarines del coro ahora son protagonistas

Swing Time es una propuesta atractiva, pero irregular

Swing Time . Libro: Elizabeth de Chapeaurouge y Gustavo Carrizo. Música original, adaptación y arreglos: Nicolás Di Lorenzo, Gerardo Gardelín y Fernando Villanueva. Traducción y adaptación de las letras: Marcelo Kotliar. Intérpretes: Christian Giménez, Fernando Dente, Sebastián Codega, Deborah Turza, Darío Petruzio, Jesica Abouchain, María Luján Arizcuren, Cecilia Esteves, Agustín Maccagno, Jorgelina Maglio, Juan José Marco, Milagros Michael, Mara Moyano, Ariel Pastocchi, Esteban Provenzano, Jonatan Robles, Federico Salles, Nadia Saval y Cecilia Sullivan. Luces: Iván Nirich. Diseño multimedia: Maximiliano Vecco. Vestuario: Alejandra Robotti. Sonido: Iván Grigoriev. Dirección de actores: Inés Saavedra. Codirección: Gustavo Carrizo. Dirección general y coreografía: Elizabeth de Chapeaurouge. Los martes, a las 21, en el Maipo.
Nuestra opinión: buena

Algunos de los creadores de lo que iba a ser Jazz, swing, tap II se juntaron para armar un verdadero seleccionado del género y crear esta fantasía musical a la que llamaron Swing Time . Aunque la propuesta tiene algunas canciones, el baile es absoluto protagonista.

Elizabeth de Chapeaurouge, experimentada coreógrafa del musical vernáculo, apostó al impacto visual desde el montaje hasta el diseño coreográfico. Y a partir de esa acertada consigna logra momentos potentes en su propuesta, que, aunque atractiva, se vuelve irregular.

Swing Time tiene una primera mitad con una dramaturgia desdibujada, donde todo es confuso y las transiciones son raras, y una segunda parte (desde el brillante swing del extenso cuadro del "After hour") donde el lenguaje se vuelve más claro y cada momento adquiere un crescendo que explota en los espléndidos bonus tracks del final. El mayor problema de esta propuesta es la búsqueda de una línea argumental, que acaba siendo fatua, delgadísima e imprecisa. Es indiscutible el talento que hay sobre el escenario, donde, por fin, los coreutas son protagonistas. Pero es evidente que en éste y otros musicales locales la noción de concepto no cuaja con la trama. Al parecer, hay bastante camino por recorrer al respecto. Una lástima, porque eso empaña un show que podría haber sido brillante. El espectáculo comienza con un caos escénico que apabulla y, a su vez, los múltiples cuadros ambientados en una oficina son débiles y sin una resolución coreográfica que los justifiquen.

Chapeaurouge -con la colaboración de Gustavo Carrizo- consiguió un buen cruce entre las concepciones modernas coreográficas y las clásicas. Hay momentos de gran belleza y peso dramático, como "La resaca", el hábil "Rebobinado" y la sutileza estilística de "El encuentro" y "Desenlace final".

De todas formas, el desorden de la primera parte se vuelve deleite en los bonus tracks en los que toda la compañía se luce tanto en conjunto como en forma individual.

Talento puro

Christian Giménez demuestra un crecimiento notable como intérprete y se mueve cómodo en su papel protagónico. Fernando Dente, una vez más, brilla en todas las áreas en las que se mueve y se revela como un gran bailarín. Darío Petruzio le da elegancia, estilo y experiencia a la propuesta, y Deborah Turza y Sebastián Codega son simpáticos y talentosísimos, aunque por momentos tiendan al desborde.

El coro (o ensamble, como le dicen ahora) es brillante, y habría que hablar loas de cada uno, sin excepción. Pero en tren de destacar, dos jóvenes para tener muy en cuenta: Federico Salles y Mara Moyano.

En los rubros técnicos son de destacar el diseño multimedia de Maximiliano Vecco, los arreglos musicales y la fundamental dirección de actores de Inés Saavedra.

Pablo Gorlero
Fuente: La Nación

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