viernes, 22 de enero de 2010

Luisa Kuliok vuelve al teatro con la obra El alma inmoral

El unipersonal es dirigido por la genial Lía Jelín

Luisa Kuliok estrenó El alma inmoral, un unipersonal basado en un libro del rabino reformista y karateca brasileño Nilton Bonder, un poético recetario para burlar las normas, que se ve en el porteño teatro Payró (San Martín 766).

La actriz, que en el escenario es secundada con brillo por el contrabajista Luciano Dyzenchauz, trabó conocimiento de ese texto a través de una colega brasileña y, sobre la traducción de Mónica Mayer, lo trabajó primorosamente con la directora Lía Jelín.

Kuliok seduce al tiempo que habla, invita a la reflexión, coquetea con un desnudo que no concreta, discurre sobre el pudor y va hilando una intimidad que fluctúa entre la confidencia y el desafío: “las viejas creencias conceden la suciedad al cuerpo y lo inmaculado al alma”, dice.

Sin embargo parece que las cosas no serían tan así, que es el cuerpo lo bueno y que, lo que la obra llama alma es aquel concepto que vulnera la verdad absoluta, que "traiciona" las tradiciones y puede encaramarse a través de la razón y la voluntad hacia otras alturas.

Para ello Kuliok pone ejemplos de su propia cosecha y comenta el altercado que tuvo con alguna señora en una reunión social cuando intentó sumar conceptos del budismo a la tradición hebrea y los remata con anécdotas graciosas sobre hombres sabios moribundos y sus ingenuos discípulos.
La obra es además una reivindicación de la mujer y cuenta como ejemplo la razón por la que un chico nacido de vientre judío es judío, según la tradición: las violaciones por los ejércitos romanos y las filiaciones imposibles.

Habla asimismo del Sanedrín, colegiado de la antigüedad que ejecutaba las leyes según la Torá y su particular sentido de la justicia, y también del Arbol del Bien y del Mal y de la difícil decisión de las hijas de Lot para preservar la especie humana.

En esos casos lo bueno no es lo correcto ni lo conveniente es lo moral, cosas que el texto de Bonder plantea más como paradojas que como afirmaciones, que por lo general elude y deja en la responsabilidad del que escucha.

Quienes no creen en la existencia del alma podrían traducirla como el raciocinio y la voluntad, capaces de rendirse naturalmente ante las necesidades del cuerpo y la naturaleza, que vendrían a ser los lícitos causantes de esas transgresiones.

La subversión que propone Bonder aparece como algo novedoso y fresco en medio de un mundo que se asienta en fundamentalismos arriesgados, tal vez porque proviene de Brasil, un país cercano y siempre sorprendente.

Entonces, la ex estrella de la telenovela La extraña dama vuelve a recorrer el escenario, siempre con los acordes de Dyzenchauz, por momentos muy seductores, se bate con sogas de tela que ella misma va construyendo y dicta clase con mención a los griegos y a Maimónides. Lo que queda sobre la escena es teatro puro.

El texto, la exposición, la traslación de un libro a una tarea dramática están allí como vibración, en la respiración de la actriz, en sus palpitaciones, sin necesidad de diálogos ni contraposiciones.

La obra tiene el inconfundible sello de Jelín, en una concepción escénica que hace recorrer a Kuliok el escueto escenario (un círculo central, telas y poco más) en medio de parlamentos que traducen la fría letra en una comunicación verbal y física con la platea.

La directora demuestra una vez más su talento para transformar en vehículo escénico un texto que originalmente no fue pensado para el teatro, como ya lo hizo Monólogos de la vagina, Confesiones de mujeres de 30 y las dos partes de Aryentains.

"El alma inmoral" se ofrece en el teatro Payró, los viernes y los sábados a las 21 y los domingos a las 20.30.

Fuente: Diagonales

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