LA MEMORIA UN PASAJE DE LA OBRA QUE FUE ESTRENADA POCO ANTES DE LA MUERTE DE LA NOTABLE COREÓGRAFA ALEMANA, QUE REVOLUCIONÓ CIERTAS CONCEPCIONES DE LA DANZA MODERNA.
El encuentro teatral más importante de Chile presentó la última obra que pensó Pina Bausch.
Por: Ale Cosín
Especial para Clarín
El Festival Santiago a Mil decidió resaltar en su 17ª edición todo lo que los años de dictadura habían soslayado: la alegría de compartir el arte y adueñarse de los espacios públicos. El encuentro teatral más significativo de Chile, comenzó el 3 de enero y cerrará las actividades esta semana con La Invitación, espectáculo con que la compañía francesa Royal de Luxe aterriza nuevamente en el país trasandino. Los gigantes muñecos se tomarán las calles de la capital entre el 28 y el 31 de este mes. De ese modo culminará uno de los encuentros teatrales más prestigiosos de América Latina.
En esta edición el Santiago a Mil propuso tomar la ciudad con sus propuestas escénicas. Abarcando una variedad de espacios como plazas, explanadas del Metro, estadios, iglesias. También se programaron obras en salas tradicionales y otros centros culturales modernos. Los espectáculos teatrales y musicales se montaron en espacios abiertos con entradas gratuitas. Además, estas propuestas circularon por diferentes barrios, convocando un público diverso y entusiasta. Se calcula que alrededor de 20.000 personas asistieron a este exitoso comienzo y, algo similar y aún mayor, ha sucedido en los días sucesivos.
La calidad de la programación es indiscutible. Este año está casi totalmente dedicada al festejo del Bicentenario chileno y, con esa motivación, se presentaron montajes y reversiones de diecisiete obras legendarias de la historia teatral chilena. Además de otras que lucieron en el año que acaba de finalizar, y por supuesto, los invitados internacionales. Hay para todos los gustos, desde el teatro de texto o montajes de convenciones más tradicionales en la escena chilena, a puestas de autores recientemente consagrados; visitas extranjeras de alto impacto -como sin duda lo es la esperada trilogía de reescrituras clásicas de Daniel Veronese- y encuentros musicales para los trasnochadores.
También se brindaron charlas, exposiciones y nuevas coproducciones. Una de ellas fue la magnífica obra póstuma de Pina Bausch (ver La danza que sigue...). Al respecto de la coproducción, que es una de las actividades más importantes de Santiago a Mil, es necesario destacar que entre las obras que contarán con esta ayuda en el 2011, se encuentra la nueva creación de Claudio Tolcachir El viento en un violín. El director ya había montado de este mismo modo Tercer cuerpo.
Merece una mención especial la versión de una obra clásica chilena pero olvidada de la única autora mujer de los dramaturgos rescatados en ocasión del Bicentenario. Se trata de Los que van quedando en el camino, de Isidora Aguirre, dirigida por Guillermo Calderón, talentoso artista de la escena que conocimos en el FIBA.
Dos características de esta obra llamaron la atención de la crítica especializada y del público de todas las edades. Por un lado, los actores que la representaron han dejado los escenarios hace tiempo, habiendo sido en su época excelentes intérpretes. Por otro lado, la puesta de Calderón -de un dinamismo austero y emocionante- se realiza en el ex Congreso Nacional tocando una temática que se ha convertido en tabú para la generaciones posdictadura: los tiempos de la campaña electoral de la UP (Unión Popular) que llevaron a Salvador Allende al gobierno.
Especial para Clarín
El Festival Santiago a Mil decidió resaltar en su 17ª edición todo lo que los años de dictadura habían soslayado: la alegría de compartir el arte y adueñarse de los espacios públicos. El encuentro teatral más significativo de Chile, comenzó el 3 de enero y cerrará las actividades esta semana con La Invitación, espectáculo con que la compañía francesa Royal de Luxe aterriza nuevamente en el país trasandino. Los gigantes muñecos se tomarán las calles de la capital entre el 28 y el 31 de este mes. De ese modo culminará uno de los encuentros teatrales más prestigiosos de América Latina.
En esta edición el Santiago a Mil propuso tomar la ciudad con sus propuestas escénicas. Abarcando una variedad de espacios como plazas, explanadas del Metro, estadios, iglesias. También se programaron obras en salas tradicionales y otros centros culturales modernos. Los espectáculos teatrales y musicales se montaron en espacios abiertos con entradas gratuitas. Además, estas propuestas circularon por diferentes barrios, convocando un público diverso y entusiasta. Se calcula que alrededor de 20.000 personas asistieron a este exitoso comienzo y, algo similar y aún mayor, ha sucedido en los días sucesivos.
La calidad de la programación es indiscutible. Este año está casi totalmente dedicada al festejo del Bicentenario chileno y, con esa motivación, se presentaron montajes y reversiones de diecisiete obras legendarias de la historia teatral chilena. Además de otras que lucieron en el año que acaba de finalizar, y por supuesto, los invitados internacionales. Hay para todos los gustos, desde el teatro de texto o montajes de convenciones más tradicionales en la escena chilena, a puestas de autores recientemente consagrados; visitas extranjeras de alto impacto -como sin duda lo es la esperada trilogía de reescrituras clásicas de Daniel Veronese- y encuentros musicales para los trasnochadores.
También se brindaron charlas, exposiciones y nuevas coproducciones. Una de ellas fue la magnífica obra póstuma de Pina Bausch (ver La danza que sigue...). Al respecto de la coproducción, que es una de las actividades más importantes de Santiago a Mil, es necesario destacar que entre las obras que contarán con esta ayuda en el 2011, se encuentra la nueva creación de Claudio Tolcachir El viento en un violín. El director ya había montado de este mismo modo Tercer cuerpo.
Merece una mención especial la versión de una obra clásica chilena pero olvidada de la única autora mujer de los dramaturgos rescatados en ocasión del Bicentenario. Se trata de Los que van quedando en el camino, de Isidora Aguirre, dirigida por Guillermo Calderón, talentoso artista de la escena que conocimos en el FIBA.
Dos características de esta obra llamaron la atención de la crítica especializada y del público de todas las edades. Por un lado, los actores que la representaron han dejado los escenarios hace tiempo, habiendo sido en su época excelentes intérpretes. Por otro lado, la puesta de Calderón -de un dinamismo austero y emocionante- se realiza en el ex Congreso Nacional tocando una temática que se ha convertido en tabú para la generaciones posdictadura: los tiempos de la campaña electoral de la UP (Unión Popular) que llevaron a Salvador Allende al gobierno.
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