Este miércoles 6 de enero se estrena en el Teatro Municipal la última pieza de la fallecida coreógrafa alemana.
por Rodrigo Miranda
Como el musguito en la piedra, ay si, si, si. Esa cita a la letra de la canción Volver a los 17, de Violeta Parra, se convirtió en el título del último espectáculo que estrenó la coreógrafa alemana Pina Bausch antes de fallecer. El próximo miércoles la puesta en escena, inspirada en Chile, se presenta en el Teatro Municipal dentro del Festival Santiago a Mil, pero en este debut Bausch no estará. Para los bailarines será la primera obra de Pina Bausch sin Pina Bausch.
"Desde la partida de Pina, siempre hubo y habrá una primera vez sin Pina", apunta el bailarín Dominque Mercy (59), el más longevo de la compañía y primera figura del grupo desde su fundación en 1973. "Es a la vez un peso y una paradoja. Ella está siempre presente y siempre ausente. Es difícil hablar de la emoción que nos produce regresar a Chile y que ella no esté", agrega.
La nostalgia de Mercy se explica porque fue el bailarín que estuvo al lado de Bausch desde la creación del Tanztheater Wuppertal. La primera vez que la vio fue en el Teatro de la Ville de París, en 1968. El extraordinario desempeño de Bausch como bailarina lo hipnotizó. Luego se reencontraron en Estados Unidos, donde volvió a ser flechado por la calidad de sus movimientos y la atmósfera de sus coreografías. Ella le contó sobre el proyecto de compañía que tenía en mente y le preguntó si formaría parte de su equipo. Así nacía la dupla y Mercy sentía que había encontrado su lugar en la danza.
"Dejé la compañía sólo en dos oportunidades, no por marcharme deliberadamente a otro proyecto, sino tan sólo por una necesidad de tomar distancia. Si bien en esos alejamientos tuve la oportunidad de realizar otras experiencias, jamás me desligué de la compañía", agrega Mercy.
El humor, la naturaleza, las filas humanas y los objetos cotidianos siempre fueron los ejes centrales de las creaciones de Bausch. En sus 40 años de carrera, fue autora de escenas memorables, como aquellas donde bailarines hombres usaban tutús, precisamente protagonizadas por Dominique Mercy. A través de historias fragmentadas y no lineales, incorporaba el ritmo contemporáneo de la vida diaria de las ciudades que la inspiraban. Eran obras intensas, protagonizadas por bailarines de diferentes edades y culturas, donde transmitía calidez, tratando de eliminar los estereotipos de frialdad asociados al arte alemán.
Entre Violeta y Chico Trujillo
Si antes usó el fuego, pétalos, un lobo marino y hasta cocodrilos como personajes de sus ballets, en Como el musguito en la piedra, ay si, si, si uno de los componentes es el cuerpo femenino. Figuras de largas cabelleras y ataviadas con vistosos vestidos bailarán al ritmo de canciones de Violeta Parra, Víctor Jara, Cecilia y Chico Trujillo, entre otros.
Su última creación fue concebida dentro de la más completa libertad de estilos y aborda acontecimientos cotidianos. En febrero pasado, Bausch recorrió Chile y conoció las comunidades atacameñas que luchan por la recuperación de las iglesias patrimoniales. En Renca, llevó flores a las dirigentas de las viviendas sociales de Elemental, proyecto liderado por el arquitecto Alejandro Aravena. Conoció también a las tejedoras, los cantos y el curanto del Chiloé rural y, en Santiago, las cuecas bravas, la Plaza de Armas, una café con piernas, el Parque Forestal, La Vega y Villa Grimaldi.
En junio, la pieza se estrenó en Alemania. La mujer que creó la danza-teatro falleció dos semanas después, a los 68 años, cinco días después de que le diagnosticaran cáncer. "La crítica alemana consideró esta obra como uno de sus mejores trabajos en los últimos 10 años. Luego de Santiago, el espectáculo se presentará en Nueva York y París", dice Carmen Romero, directora de Santiago a Mil, quien estuvo presente en el estreno en Alemania. "La función del miércoles es la primera sin Pina. Planeamos pasar el Año Nuevo juntas en Chile", añade.
Con el estreno de Como el musguito en la piedra, ay si, si, si, Bausch cerró una especial relación con Chile. En 1980, tras la muerte de su esposo, la coreógrafa realizó una gira que incluía una presentación en Santiago. En la embajada de la República Federal Alemana en Chile conoció al poeta Ronald Kay, quien se transformaría en su futura pareja. De alguna manera, Chile le devolvió la vida en un momento difícil y, 20 años después, la coreógrafa agradeció ese hecho, regalándole al país un espectáculo. Lo que nadie pudo imaginar fue que ese regalo se convertiría en su última obra, en el testamento artístico de Pina Bausch.
Fuente: La Tercera
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