lunes, 8 de febrero de 2010

Nuevas historias en el libro de los libros

Escritores argentinos releen y reescriben los relatos más conocidos de la Biblia

Desde el prólogo de La Biblia –según veinticinco escritores argentinos– las compiladoras Esther Cross y Ángela Pradelli advierten sobre los caminos por los que transita el libro editado en el último trimeste de 2009 por Emecé: “Alguien dijo que todas las historias que pueden contarse ya están en la Biblia. El Antiguo Testamento colmado de profecías es, también, un presagio de todos los libros que le siguieron y le seguirán. Los libros descienden de libros y parece que la Biblia es el pariente más remoto pero también el más cercano. La reescritura de cada de una de esas historias es, por otro lado, el cumplimiento de una profecía”.

Quizás en la acción de reescribir haya que buscar la fuente de la originalidad y de la creación. Si todas las historias están presentes en la Biblia, no queda más que aggionarlas y adaptarlas a cada momento histórico, a cada nuevo siglo. Y algo de eso ocurrió libremente hasta que hicieron su aparición los derechos de autor.

Pradelli y Cross convocaron a otros 23 escritores argentinos con una consigna clara: “Releer las historias del Antiguo Testamento” y “reescribir” algunas de ellas.

Así, por las 272 páginas del libro pasan las miradas de José Pablo Feinmann, Héctor Tizón, Tununa Mercado, Mempo Giardinelli, Juan Martini, Juan Sasturain, Antonio Dal Masetto, Noé Jitrik, Guillermo Saccomanno, Vicente Battista, María Granata, Griselda Gambaro, Luis Chitarroni, Carlos Chernov, Ana María Shua, Luisa Valenzuela, Angélica Gorodischer, Elvio Gandolfo, Sergio Olguín, Juana Bignozzi, Diana Bellessi, Luis Gusmán y la escritora platense Aurora Venturini, que en “Las cotorras pedigüeñas” trabajó sobre el “Libro de Rut”, que originalemente narra la vida de esa mujer moabita, viuda y sin hijos, que por su bondad y piedad para con su suegra fue aceptada por Dios y el pueblo judío.

Algunos de los autores prefirieron lecturas más fieles al texto original, aportando estilo y algún que otro detalle novedoso; mientras que otros optaron por adueñarse de esos relatos fundacionales y a partir de los mismos no sólo reescribirlos, sino generar otros nuevos. Al fin y al cabo, y de existir ese único texto original del que salieron todas las historias posteriores, el ejercicio de la reescritura debería consistir en idear un mito nuevo a partir de uno preexistente.

Eso es lo que busca y persigue José Pablo Feinmann cuando desde “La torre de Babel” edifica “Una escalera al paraíso”.

Feinmann sitúa la acción en una taberna de Singapur, en el año 1938 y la llena de personajes ambiguos, oscuros y ambiciosoos. Llama a ese antro “La taberna del ayer” y juega con cada una de las palabras que utiliza: “Nunca, a nadie, le gustó ese nombre. A la Taberna de Ayer uno siempre entraba hoy. Y aunque hubiera entrado ayer no era ayer cuando entro ayer sino hoy. Uno no entra ayer en ninguna parte. Ni siquiera en La Taberna de Ayer”.

En las 12 páginas en las que se desarrolla el relato, el escritor arroja a Hitler, a Fú Manchú, a Heidegger y a gran parte de los postulados de la filosofía occidental. No es menor que un irlandés resentido construya una escalera de Babel para llegar al cielo y lo logre, y que ésta se sostenga y se levante con cartas de póquer.

La historia de Caín y Abel, tiene dos miradas distintas en los estilos de Griselda Gambaro (“Caín y Abel” y Luis Chitarroni (“La vida perdurable, el alba equivocada”); mientras que Carlos Chernov en “Yo no pedí vivir” –su relectura del diluvio– pone en boca de Noé una reflexión más que interesante: “Por las noches solía llorar de cansancio. Mi dulce Naamá era la única que me confortaba. ¿Por qué necesita a un débil mortal para ejecutar su plan?, me preguntaba una y otra vez. De pronto, me di cuenta: Dios necesitaba a alguien con quien hablar, se sentía muy solo; pobre, era el dios de una religión monoteísta”.

Mientras haya páginas para leer como estas que ofrendan estos 25 escritores, los lectores siempre se sentirán acompañados y tendrán con quien dialogar.

Fuente: Diagonales

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