En la obra, la actriz Irina Alonso trasladó al escenario el relato homónimo del escritor Juan José Saer, en el cual una poeta espía a su cuñado mientras intenta darle forma a un poema. La dirección es de Andrea Chacón Alvarez.
Por Hilda Cabrera
Imagen: Pablo Piovano
“El cuento está en primera persona y eso favoreció la adaptación al teatro, que necesita del presente y de la oralidad”, dice Irina Alonso, única intérprete y autora de la traslación del relato “Sombras sobre vidrio esmerilado”, de Juan José Saer, incluido en el libro Unidad de lugar, de 1966. La obra se estrena hoy a las 21 en la Casa de la Lectura, de Lavalleja 924, con entrada gratuita. La “acción de espiar” se constituye en eje de una situación en la cual la poeta Adelina Flores –personaje de un interior expectante e inseguro– escribe y recuerda mientras observa a su cuñado a través del vidrio esmerilado del baño que ocupa el hombre.
Alonso aclara que dejó de lado aquellas descripciones de Saer que consideró demasiado densas para la puesta. En concordancia con la actriz, la directora Andrea Chacón Alvarez cuenta que esta vez no partió de improvisaciones, sino que, conformado el boceto de la obra, avanzó directamente sobre el texto sabido. Saer está entre los autores minuciosos al momento de otorgar un perfil a sus personajes. La protagonista es aquí una Adelina mutilada de un pecho que intenta dar forma a un poema mientras recuerda escenas de otro tiempo y espía al hombre.
–Impresiona la soledad de la mujer. Su imagen es la de alguien que se automargina.
Andrea Chacón Alvarez: –Ella está creando, y sabemos que la escritura se da en soledad. Nos pasa a todos los que estamos en esto: recién después de terminado nuestro trabajo confrontamos con los lectores o el público.
–En esta historia cobra importancia la figura desdibujada por el vidrio. ¿Influyó en la dirección la obra Ayer maravilla fui y ahora ni sombra soy?
A. Ch. A.: –Ese es el título de una obra mía inspirada en una canción mexicana (“La llorona”, que entre otros cantó Chavela Vargas). Ahí aparece la palabra sombra y se habla de la fragilidad del cuerpo, pero la historia que conté no tiene nada que ver con esta versión del texto de Saer. Empecé a escribir Ayer... en el taller de Marcelo Bertuccio, uno de mis maestros de dramaturgia. De todas formas, insisto: el desafío ha sido instalar Sombras... en tiempo presente y transmitir imágenes a través del personaje de Adelina y de la puesta, que es austera, sutil...
Irina Alonso: –Y muy confidencial. Por eso hemos hecho algunos cambios en el espacio escénico de la Casa de la Lectura para estar cerca del público. El lugar lo permite.
A. Ch. A.: –La percusionista Gabriela Filippo colaboró mucho para lograr ese clima: ella aportó nuevas formas de transposición de lo narrativo a lo dramático.
I. A.: –Así pudimos sustituir “la reconstrucción realista” con la percusión. Nuestra idea era trabajar sobre la ausencia y la sombra. Lo que en esta puesta sustituye a la ausencia es la palabra y la percusión.
–Quizás Adelina esté inventando todo...
I. A.: –Puede ser. Este es un relato muy fantasmático.
–¿Qué opinan de la música interviniendo el texto?
A. Ch. A.: –Siempre estuve muy cerca de la música. Egresé del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y me ocupé de la régie de ópera en el Teatro Colón y el Teatro Argentino de La Plata. Hace más de diez años estrené también un espectáculo sobre Gustave Flaubert, con actores y un chelista. Este relato de Saer es musical, tanto en la repetición de los temas como en la forma en que los desarrolla.
–¿Un ejemplo sería la reiteración de palabras o de frases inacabadas?
A. Ch. A.: –Sí, pero nosotras mismas recurrimos al lenguaje musical para comprender qué estábamos haciendo. Es algo así como un lenguaje interno, un sistema inventado para comunicarnos...
I. A.: –Y transmitir la música que propone la narrativa de Saer, extremadamente cuidadoso en el uso de la palabra.
–En este universo, la socarronería de Tomatis confunde a Adelina. Este personaje del recuerdo es el que dice que ella es “la única artífice de sus sonetos y mutilaciones”.
I. A.: –Tomatis representa la prepotencia de la vanguardia, sobre la que Saer tiene el buen gusto de ironizar, aun cuando ese personaje esté más cerca de la generación del autor que de Adelina.
A. Ch. A.: –Tampoco es casual que la figura de Alfonsina Storni sobrevuele el relato. Sin querer emparentar a esta poeta con el personaje de ficción, encuentro analogías en la forma de expresar el deseo y experimentar la enfermedad.
–¿Qué las hizo decidirse por este cuento?
I. A.: –Hace tiempo que me persigue. Y cuando encontré a Andrea me decidí: ella era la directora que andaba buscando. Este relato me conmueve especialmente por el tratamiento de la frustración y las pérdidas. Me pregunto qué se hace con lo perdido y encuentro una respuesta en Adelina. Ella construye su identidad autorrelatándose.
–¿El acto de escribir equivale a rescate?
A. Ch. A.: –Es una forma de reconstruir lo propio. Rescatar imágenes y recuerdos que después habrá que limpiar. Pensar qué se quiere decir y para qué. Creo que para escribir hay que tener valentía.
I. A.: –Como para todo en la vida. Yo sólo escribí un monólogo, que además interpreté. Era un trabajo en el que participaron varios actores y actrices y donde cada uno debía representar el texto que había escrito.
–¿Proyectan otros trabajos?
A. Ch. A.: –En mayo reestreno Pequeño drama para dos mujeres, una obra mía que dirijo. La presentamos en 2007, en Apacheta. Ahora la llevaremos a Espacio Urbano, en Acevedo 460.
I. A.: –Ese espectáculo me tentó: cuando lo vi, quise trabajar con Andrea.
La ficha
El narrador, poeta, profesor y ensayista santafesino Juan José Saer (1937-2005), premiado y traducido a varios idiomas, es autor, entre otros cuentos y novelas, de La mayor (1976), Cicatrices (1969), El limonero real (1974), Nadie nada nunca (metáfora sobre la Argentina de los ’80), El entenado (1983), Glosa (1985), La ocasión (1986), Lo imborrable (1992) y La pesquisa (1994). Saer partió a Francia en 1968, se estableció en París y fue profesor en universidades europeas. Hijo de sirios llegados a la Argentina, supo pintar con acertados trazos a personajes inmigrantes arrojados a un medio hostil (La ocasión), manejar con soltura el tono irónico y desarrollar historias en una estructura espacio-temporal limitada, cuyo ejemplo extremo quizá sea el relato La mayor, que transcurre en una mañana. Como otros personajes de Saer, la Adelina de “Sombras...” vigila y sabe mirar, pero vive excluida. Ocurre con los protagonistas de Glosa, que lamentan no haber participado de una fiesta sobre la cual hablan por boca de terceros, pero en la que estuvo presente el narrador.
Una presencia inquietante que quizás esté en la base de “Sombras...”, adaptada por Irina Alonso, actriz y docente que integró los elencos de Hijos del sol, Las troyanas, El siglo de oro del peronismo, La ropa, Entre tanto las grandes urbes, y Dolorosa lucha de María por evitar que la serpiente se muerda la cola. La directora y docente Andrea Chacón Alvarez puso en escena La flauta mágica (para el ciclo Vamos a la Opera, del Centro Cultural Konex) y Arianna en Naxos, de Joseph Haydn, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. Estudió dramaturgia con Mauricio Kartun y Marcelo Bertuccio y dirigió La Shakespereana, La otra, Salomé y Las Carolinas.
Completan el equipo de Sombras... la percusionista Gabriela Filippo, Gabriela Delmastro (vestuario), y Luciana Fornasari y nuevamente Andrea Chacón Alvarez (ambientación). El diseño de luces es de Paula Frega y la producción artística está a cargo de Pablo Caramelo.La obra se presenta todos los sábados a las 21 (hasta el sábado 3 de abril, inclusive), en la Casa de la Lectura, dependiente de la Dirección General del Libro y Promoción de la Lectura de la ciudad.
La entrada es gratuita y las localidades se retiran una hora antes de la función en Lavalleja 924
Fuente: Página 12
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