Por Ruth Mehl
Cuentos mágicos , de Cecilia Zenobi, con música en vivo de Ana Ter Akopov. Vestuario: Erika Trenque; maquillaje: Andrea Maina; asesoramiento de pantomima: Emilio Pinto; texto: Cecilia Zenobi, y dirección general, Ana Ter Akopov. En Liberarte, Corrientes 1555. Los sábados, a las 17. $ 20.
Nuestra opinión: buena
El espectáculo se desarrolla como un unipersonal en el que Ceci, la protagonista, relata cómo llegó a ser maga. Mientras narra sus peripecias, surgen, como de casualidad, manejados con precisión y desenvoltura, conocidos trucos de magia de mano, esos que siempre sorprenden y divierten: los pañuelos que cambian de colores, cosas que se transforman, las flores que aparecen donde no se las esperaba.
Al mismo tiempo, se desarrolla sobre el escenario un juego paralelo entre la protagonista y Ana, una payasa muy divertida, que desde su lugar en el teclado acompaña, sugiere, provoca e interviene con la música, con pantomimas, con gestos que son rápidamente registrados y festejados por el público.
Es un acierto esta complicidad entre ambas, especie de lenguaje secreto que se vuelca a veces en torpes caídas o en tironeos muy bien dosificados y eficaces en su ingenua comicidad. En cambio, no parece acertado el manejo de una situación en un momento del relato: según la historia, Ceci necesita un camello para llegar a tiempo al palacio del Califa y no tiene dinero para comprarlo. Así que pide (prácticamente mendiga) ayuda al público. Después de un momento incómodo, una nena le da tres moneditas. Pero el invisible beduino dueño del invisible camello, no acepta tan poco y la maga devuelve las monedas a la nena. Luego, resuelve su dilema con un truco de magia, pero sobre la platea queda como flotando una sensación de inutilidad y de fracaso. Uno se pregunta si no podría haberse valorizado el gesto de la pequeña espectadora dándole un significado más profundo, llevándolo a otra clase de consecuencias o transformando las monedas con magia. O simplemente prescindir de ese pedido que traslada la historia a otro plano, cuando le estaba yendo tan bien con la narración. Una vez más puede verse en este breve incidente que la invitación a la participación implica un riesgo que hay que estar muy bien preparado para contener y que debe estar justificada en la dinámica dramática.
De todas maneras, es un detalle: la joven Ceci concluye su viaje, con éxito.
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