domingo, 7 de febrero de 2010

Un salto hacia mínimos mundos imaginarios

Victoria Almeida vuelve a conmover con su trabajo

La última vez (que me tiré a un precipicio), libro e idea original de Georges Lewis y Victoria Almeida. Colaboración dramatúrgica: Mario Luis Marino. Actuación: Victoria Almeida. Composición musical: Mauricio Mayer. Animación digital: Dante Sorgentini. Videoclip: Gonzalo Almeida. Luces: Omar Posematto y Gonzalo Calcagno. Vestuario: Victoria Almeida. Modista: Nani Núñez Campos. Dirección: Mario Luis Marino. En El Piccolino, Fitz Roy 2056 (4779-0353). Viernes, a las 23.30. Duración: 50 minutos.
Nuestra opinión: Muy buena

La historia de La última vez (que me tiré a un precipicio) es tan pequeña como un simple paso: un paso que puede ser al vacío (esos vacíos tan seductores, tan existenciales), en el que antes de llegar al piso el personaje en cuestión visita su pasado, imagina nuevos mundos o recuerda aquel beso de película.

La última vez (que me tiré a un precipicio) es el último trabajo de Victoria Almeida. aquella que sobresalía en El trompo metálico . En esta especie de poema surrealista llevado a escena une con fino talento el mundo del clown (y su homenaje al cine mudo de Buster Keaton) con una propuesta en la que el lenguaje multimedia, el trabajo visual y el diseño sonoro se transforman en aliados constitutivos de este bello viaje cargado de mojones tiernos, una balada pop, un balbuceo entrañable, un final de película y un mini-mini álter ego.

Con todos estos elementos en juego, el salto al precipicio al que alude el título se transforma en un trampolín desde el cual, como dice Cortázar en Rayuela , "lo mejor, sin lugar a dudas, hubiera sido inclinarse hacia afuera y dejarse ir, paf, se acabó". Claro que ella, en el mismo momento del paf, haciendo equilibrio sobre sus dos hermosos zapatos, pega la vuelta para volver a andar porque tiene mucho de maga: una maga en blanco y negro, pero maga al fin y cargada de matices.

En la neológica que entra este poema escénico, todos los elementos parecen fundantes de un entramado que, a lo sumo, posee tenues desniveles, ciertas reiteraciones o algunos mínimos desajustes que lo hacen zigzaguear un tanto. Lo que es irrefutable es el grado de mixtura de la idea original con la composición musical, la mezcla de los sonidos, el trabajo de animación digital, el mismo trabajo de la modista, el videoclip del final, la dirección y el trabajo Victoria Almeida, la maga de este salto hacia los mínimos mundos imaginarios.

Alejandro Cruz
Fuente: La Nación

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