Brasil inauguró ayer una biblioteca pública en donde por años funcionó la prisión de Carandirú. En Argentina ya se dieron experiencias similares como la cárcel de San Telmo y el Museo de la ESMA.
Inaugurada en 1956 y ubicada en una zona densamente poblada de San Pablo, Carandirú tenía una capacidad para cinco mil presos, pero llegó a alojar el doble. En Carandirú fue donde 111 presos fueron asesinados durante una represión en 1992, masacre que fue llevada al cine por el director argentino Héctor Babenco en 2002. También, en febrero de 2001 fue el centro de la mayor rebelión carcelaria en la historia del Brasil, cuando los detenidos de las 29 cárceles del estado de San Pablo se amotinaron en el horario de visitas, tomando a más de 10.000 personas como rehenes. Todo terminó con 20 presos muertos y 80 heridos.
La nueva iniciativa, llamada Biblioteca de Sao Paulo -un edificio modernista de más de cuatro mil metros cuadrados, con más de 30.000 libros- está ubicada en el Parque de la Juventud, en la zona Norte de la ciudad, que albergó hasta 2002 la cárcel más poblada de América latina, con 8.000 detenidos.
“Con mucha alegría vamos a ocupar este lugar de tan triste memoria”, dijo el secretario de Cultura, Joao Sayad, durante la inauguración de la institución que se erigió con fondos del estado paulista y del gobierno federal, y que será punto de entrenamientos para los bibliotecarios brasileños.
La biblioteca -que abrirá oficialmente sus puertas al público hoy- tendrá además de 30.000 libros, 80 computadoras de libre uso, CD’s, DVD’s, diarios y revistas, así como siete Kindle o “libros digitales”.
Experiencias argentinas
En San Telmo, el museo del Servicio Penitenciario funciona donde antes funcionaba la cárcel. El museo abarca siete salas, a lo largo de un pabellón al costado del patio. Desde 1860 funcionaron allí un reformatorio y una cárcel de deudores, pero su historia se remonta todavía más atrás. Los jesuitas habían levantado el edificio para instalar una casa de retiros espirituales. La idea no prosperó, los jesuitas fueron expulsados y el edificio fue usado como hospital y cuartel. Al parecer, su diseño era capaz de adaptarse a los más variados mecanismos de disciplinamiento. En 1890, por ultimo, se instaló la cárcel de mujeres. En el lugar pasaron sus noches, nada menos, que Victoria Ocampo y Norah Borges durante el primer gobierno de Perón.
Hoy en día, el museo que rememora su época carcelaria no cuenta una historia lineal. Más bien ofrece una colección de recuerdos, objetos y curiosidades. Se pueden ver vitrinas dedicadas a las armas de los agentes: granadas de mano, máscaras, revólveres (Smith & Wesson, Colt), carabinas y sables, y hasta una sala con objetos de los presos.
Otro emblema argentino de las torturas acaecidas en la última dictadura militar es la Escuela Mecánica de la Armada. En 2007, el centro clandestino de detención reabrió sus puertas para convertirse en un museo dedicado al ejercicio de la memoria para todos los ciudadanos.
La desocupación del predio, ubicado en el barrio porteño de Núñez, se cumplió en tres etapas desde que el presidente Néstor Kirchner anunció el 24 de marzo de 2004 su decisión de recuperar ese lugar como un espacio que recuerde el accionar del terrorismo de Estado y promueva la defensa de los derechos humanos. En esa fecha, al cumplirse el 28vo aniversario del golpe de Estado de 1976, Kirchner firmó el convenio para ceder el terreno, lo que puso en marcha la relocalización de los institutos de la Armada, que funcionaban allí según un cronograma divido en tres partes.
La última etapa se cumplió el 30 de septiembre de 2007, cuando el predio quedó totalmente desocupado con la reubicación del Liceo Naval Almirante Brown, la Escuela de Guerra Naval, la Biblioteca Central de la Armada, y el Centro de Estudios Estratégicos, los últimos organismos navales que todavía funcionaban allí. Sus puertas se abrieron en octubre, impulsando exposiciones que apunten a configurar una ciudadanía con memoria y reflexión crítica de lo ocurrido en los años de plomo.
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