miércoles, 17 de febrero de 2010

Monólogo exquisito

LA PRESENCIA DE AMIGORENA CON UNA DESTREZA DE FIERA ENJAULADA QUE DEAMBULA POR EL DECIR DE KOLTÉS, ES IMPECABLE.

Crítica "La noche antes de los bosques" Mike Amigorena se luce en este texto clave de la dramaturgia contemporánea.

Por: Juan José Santillán

Un extranjero, arremete con la soledad y lleva al límite su palabra. Cabalga de modo errante sobre la densidad del deseo. Y en lo primero que dice la oscuridad se presenta con una imagen incompleta: Estabas doblando la esquina cuando te vi, llueve.

En esa suspensión levita el comienzo de La noche antes de los bosques. Y ese contorno sombrío de la criatura a quien dirige sus palabras, es el sostén del personaje que interpreta Mike Amigorena en este monólogo del francés Bernard Marie Koltés, con la muy buena traducción y adaptación realizada por Silvana Stabielli y Alejandra Ciurlanti, quien además dirigió la puesta.

Se trata de un texto clave de la dramaturgia francesa contemporánea y uno de los primeros de Koltés. La puesta, por lo tanto, requiere un destacado trabajo sobre el decir. Y Ciurlanti ubica esta característica en relación a una partitura de acciones que Amigorena reitera en distintos estadíos del monólogo. Correr, golpear; suplicar, cantar, entre otras, despliegan un juego dinámico de tensiones corporales para un personaje que altera permanentemente su modo de pararse y estar en el espacio.

La presencia de Amigorena, con una destreza de fiera enjaulada que deambula por el decir de Koltes, es impecable.

Al igual que Jean Luc Lagarce, los textos de Koltés están cruzados por una nocturnidad que configura el sentido de sus personajes. Es un estado concreto que los pone alertas como si fuera la última vez que se escucharan sus palabras: la oscuridad los agudiza. El autor trabaja sobre el individuo en una particularidad que roza lo lumpen. En La noche... un extranjero irrumpe, perseguido, y se desgarra en un decir que atraviesa la ciudad. Intercepta a otro a quien le pide que lo acompañe, que lo escuche; solicita que juntos consigan una pieza para pasar la noche y limpiarse de la lluvia. En esa intimidad tiene algo para decir. Pero la habitación de hotel es un eje permanentemente corrido de lugar. Por momentos, el extranjero es un suplicante; en otros, está listo para el ataque.

La obra tiene una destacada belleza visual. La escenografía de Alberto Negrín propone un espacio circular con una enorme campana de tul que envuelve al actor y lo separa de los espectadores que se ubican, incluso, en gradas dentro del escenario. El tul sirve, además, como pantalla donde se proyectan letras de canciones y las animaciones de Diego Vigil.

También es fundamental el diseño de iluminación de Eli Sirlin, que produce claroscuros y difumina el rostro del intérprete. Por último, la música, creada por Pedro Onetto y Alejandro Terán, crea un nítido aporte dramático a un trabajo destacado en su totalidad.

Fuente: Clarín

No hay comentarios: