El director habló del trabajo póstumo del recordado intérprete, uno de los protagonistas del film que se estrena el próximo jueves 25 de febrero de 2010
Por Marcelo Stiletano
Enviado especial
LOS ANGELES. "Era dueño de un espíritu viejo y sabio encerrado dentro del cuerpo de un muchacho de veintipico. Eso fue siempre lo que más me sorprendió de él..." Cuando empieza a hablar de Heath Ledger, a Terry Gilliam se le aplaca un poco el vozarrón, la sonrisa se dibuja en su rostro de un modo más melancólico y quien lo ve puede imaginar sin esfuerzo la catarata de recuerdos que fluye en la memoria.Por más palabras que suelte en un cálido y verborrágico estilo, Gilliam no podrá evitar que el primer foco de atención sobre su último film, El imaginario mundo del doctor Parnassus , esté dirigido hacia el actor que inspira una evocación tan cálida. Esta es la última película de Ledger, cuyo estreno en la Argentina -anunciado para el próximo jueves por Columbia- se produce poco después de cumplirse dos años de su trágica muerte, ocurrida el 22 de enero de 2008, en Nueva York, por una sobredosis de medicamentos prescriptos contra el insomnio.
El ganador póstumo del Oscar por su extraordinaria personificación del Guasón en Batman, el caballero de la noche , tenía sólo 28 años. "Y un potencial extraordinario para una persona de su edad. Heath tenía un talento infinito, pero siempre estaba con los pies puestos sobre la tierra", recuerda Gilliam durante un encuentro con la prensa internacional propiciado por la distribuidora local del film.
En la visión del realizador de 12 monos , Brazil y Pescador de ilusiones , Ledger llegó a expresar a través de su personaje el mismo rango de emociones que traslucía en su vida real. "Nunca trabajé con alguien como Heath y seguramente no volveré a hacerlo. Nadie podía frenarlo, nadie podía alcanzarlo. No le tenía miedo a nada", relata Gilliam.
En la historia que estamos a punto de conocer, Ledger es Tony, un charlatán y embustero que, cuando está a punto de morir ahorcado en un puente de Londres, consigue ser rescatado por la extravagante troupe del doctor Parnassus (Christopher Plummer), un personaje de edad indefinida que recorre esa ciudad con un carromato montando un espectáculo de circo, teatro y magia, acompañado de su hija Valentina (Lily Cole), un enano (Verne Troyer, el Minimi de Austin Powers ) y un asistente que corteja a la chica (Andrew Garfield).
El personaje de Ledger tercia en la acción cuando Nick pretende sumar a Valentina en el acuerdo. Con sus dotes de embaucador se unirá al grupo, se enamorará de la chica y tratará de cambiar su destino, mientras el mundo real y el imaginario empiezan a mezclarse. "Su personaje tenía una extraordinaria máscara de comedia. Pero detrás de ella asomaba una personalidad única y sabía muy bien cómo respaldar y sustentar lo que hacía."
Era la segunda vez que Ledger se ponía a las órdenes de Gilliam (el proyecto anterior que ambos compartieron fue Los hermanos Grimm ), pero en este caso lo que el director percibió fue una llamativa madurez. "Se mostraba más divertido, con mucha confianza. Sabía soltarse y se permitía a sí mismo correr más riesgos. Además, siendo australiano, nos sorprendió a todos con un acento británico perfecto. Heath no murió joven, tenía la experiencia vital de una persona de 200 años cuando nos dejó."
Ledger murió en pleno proceso de rodaje. Y lo que parecía imposible -completar la filmación que un actor en apariencia insustituible dejó trunca- se convirtió en otro juego de la siempre reconocida imaginación visual de Gilliam: los tramos que el actor australiano dejó sin hacer fueron cubiertos por tres estrellas que estuvieron cerca de él y estaban en condiciones de explorar distintas variantes del mismo personaje: Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell (ver aparte).
Para Gilliam, esta tan lamentada contingencia no hace más que ratificar el rumbo de su filmografía, en la que las construcciones visuales siempre tuvieron mucho más peso que los desarrollos argumentales. Así lo ratifican dos nominaciones al Oscar: dirección artística y vestuario.
"Supongo -reconoce el director, con una sonrisa contagiosa que jamás parece abandonarlo- que cada una de mis películas es el resultado del ejercicio de inventar mundos nuevos. Acierte o me equivoque, ésa es la premisa de mi trabajo y le da sentido a lo que hago. Y si el mundo que se me ocurre inventar no me sale del todo bien, entonces empiezo otra película. Otro mundo nuevo me está esperando."
Para Gilliam, el universo imaginario del doctor Parnassus representa a la perfección esa idea. Y también, por extensión, su propia concepción del cine, que no tiene la imagen como elemento básico de sustentación, sino la idea de escala. "Si partimos de esa base, entendemos que cuanto más grande es lo que se nos presenta, más ganas tenemos de entrar en ese lugar. Yo puedo hacer perfectamente una comedia, con dos personas frente a frente contándose chistes, pero lo que más me gusta es crear ambientes, mundos nuevos que a partir de la escala puedan dar la impresión de resultar inalcanzables, de tan grandes que son... Como los de La guerra de las galaxias. "
Fuente: La Nación
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