viernes, 5 de febrero de 2010

El deseo y las palabras


La Presidente Cristina Fernández de Kirchner Foto: Alfredo Sabat

La Presidente Cristina Fernández de Kirchner no es un genio

Por Eduardo Villar

A la Presidente Cristina Kirchner le gusta que se le nombre en femenino, "presidenta", con una lógica que muchos comparten y que, llevada a un absurdo extremo, convertiría a su marido (y a todos los demás) en "ex presidentos". Con la "a" final, busca reivindicar su condición de mujer, e implícitamente, una forma presuntamente distinta (femenina) de ejercer el poder, vinculada con el afecto, lo maternal, la preocupación y el cuidado del otro. Pero las cosas se empeñan en no ser tan simples, y ya casi nada en este mundo se resuelve con una "a" o con una "0".

Hace días, en la Biblioteca Nacional, la Presidente hablaba frente a un grupo de intelectuales -entre ellos, el Ministro de Cultura, Jorge Coscia, y el Director de la Biblioteca Nacional, Horacio González- sobre la próxima construcción del Museo del Libro y la Galería de la Lengua. Y aparecieron ambos, el libro y la lengua, cuando la presidente escuchó que una intelectual le gritaba:"¡ Genia !".

Cualquiera habría entendido que ésa era la forma femenina -inexistente en todos los diccionarios de la biblioteca- de la palabra genio, que significa inteligente, superdotado, talentoso y afines. No de la palabra genio que se refiere a los de Las mil y una noches. Pero la Presidente entendió otra cosa. Y respondió: "¡Yo qué voy a ser genia, ojalá! Si fuera una genia haría desaparecer a algunos como hacen los genios". Cuando se oyó decirlo fue como una chicharra de alarma. Error. Y se desmintió.

Sería más fácil creer esa desmentida si la Presidente no fuera una persona tan dispuesta -y habituada- a recibir elogios. Pero el deseo que primero afloró en esas palabras -diez días después del patrullero en la puerta de la jueza- fue incluso más fuerte, y deschavante, que el de ser considerada genial y compartir cartelera con tipos como Einstein, Mozart, Leonardo y Freud. Prefirió ser considerada un efrit, como se llama en Las mil y una noches a esos personajes capaces de tanta bondad como ferocidad. Y en este caso, no precisamente para ser buena (con "a" final).

Fuente: Revista Ñ (30-01-2001)

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