lunes, 7 de septiembre de 2009

Marta Bianchi se luce en una puesta costumbrista

Raíces, de Arnold Wesker, versión de González del Pino y Masllorens. Con Marta Bianchi, Melina Petriella, Julieta Vallina, Mercedes Scapola, Pablo Rinaldi, Ignacio Rodríguez de Anca, Leandro Castello, Alejandro Ojeda y Mario Labardén. Escenografía: Oria Puppo. Vestuario: Marta Albertinazzi. Luces: Jorge Pastorino. Música: Carmen Baliero. Director: Luciano Suardi. En el Regina. Duración:

Nuestra opinión: buena

Escrita medio siglo atrás, los años han mellado el impacto socio-político que la trilogía de Wesker (Londres, 1932) - Sopa de pollo con cebada , esta Raíces y Hablo de Jerusalén - tuvo en su momento. El autor, hoy ennoblecido por la reina Isabel II, fue considerado el representante más notorio de lo que la crítica denominó kitchensink drama , esto es, "drama de la pileta de la cocina", en alusión a su problemática, referida a la baja clase media en la Gran Bretaña de la inmediata posguerra. De la misma generación de John Osborne, Harold Pinter, Edward Bond, Tom Stoppard, Sheilagh Delaney y otros, mientras muchos de ellos evolucionaron hacia formas de expresión más libres e imaginativas, Wesker fue obstinadamente fiel al realismo social, tal como lo entendía la izquierda de entonces.

Es, por consiguiente, un teatro de tesis, con mensaje. Explícito en el extenso parlamento final de Beatie Bryant (a quien su novio, Ronnie -protagonista del anterior panel del tríptico, Raíces -, acaba de abandonar después de tres años de relación), dirigido a su convencional familia tipo, tan sólo preocupada por las urgencias cotidianas. Este mensaje, por descontado idealista y mesiánico, hoy parece anacrónico y en exceso verborrágico. Beatie (interpretada con entusiasmo por Melina Petriella) proclama haber alcanzado algo así como la iluminación progresista, pero el espectador actual la percibe sólo como una marioneta de Ronnie. A quien nunca se ve, pero cuyo peso dramático es considerable.

Lo que queda es una amena comedia costumbrista, con oportunos toques de humor y alguna leve melancolía. Luciano Suardi dirige con su acostumbrada pericia, aunque debe luchar aquí con una desconcertante, nada funcional escenografía de Oria Puppo.

El nivel del elenco es homogéneo, pero la verdadera protagonista, que arrasa justificadamente con el fervor del público, es el personaje de la señora Bryant, la madre de Beatie, a cargo de una inolvidable, magnífica Marta Bianchi.

Ernesto Schoo
Fuente: La Nación

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