Vocación sacerdotal
La cantidad de jóvenes que aspiran a convertirse en sacerdotes es baja, tanto en el Seminario de La Plata como en el resto del país. Un párroco y un seminarista ofrecen su mirada hacia una realidad de nuestros tiempos.
Toda vocación sacerdotal es un gran misterio, es un don que supera infinitamente al hombre, dijo Juan Pablo II en su autobiografía. En los últimos años, la cantidad de jóvenes que ingresan en los seminarios de la Argentina se ha visto reducida, y esto lo advierten no sólo párrocos y seminaristas, sino el Vaticano desde donde se intenta incentivar la conversión a la vida consagrada.
En el Seminario Mayor San José de La Plata, el número de aspirantes al sacerdocio ha disminuido en los últimos tiempos. Hace diez años, en 1999, eran 28 los jóvenes que iniciaban su recorrido en la formación religiosa y espiritual, número que descendió a 6 cinco años después.
El año pasado hubo un ascenso, ya que fueron 13 los ingresantes, y esa cifra no varió mayormente en el presente año, siendo 11 las personas que comenzaron su formación como seminaristas. Más allá de haberse elevado con respecto a cinco años atrás, esta cantidad está muy lejos de los 28 hombres que comenzaban su trayecto hacia el sacerdocio en 1999.
Gracia de Dios
“La vocación es una gracia de Dios, no es que uno la elige, es Dios el que te elige a vos. Dios da el primer paso”, reflexiona Gustavo Vives, uno de los seminaristas que actualmente recorre su camino espiritual en La Plata. El cree que el llamado asusta, y que son muchos los factores que influyen en la disminución de las vocaciones religiosas: la situación económica, la situación política, la falta de testimonio y la poca evangelización, sólo por nombrar algunos.
Por otra parte, en la totalidad del país, y teniendo en cuenta los treinta y dos seminarios mayores existentes, los números reflejan una situación similar. La cantidad de aspirantes fue descendiendo de 297 en 1999, a 215 en 2004, hasta llegar finalmente a los 178 el año pasado.
La Organización de Seminarios de la Argentina, entidad encargada de relevar estas cifras, aún no lleva contabilizados los ingresantes del año actual, aunque se puede estimar que las variaciones no serán de gran dimensión.
Teniendo en cuenta la falta de vocaciones, en junio de este año el papa Benedicto XVI dio comienzo al Año Sacerdotal, una de cuyas finalidades fue promover la renovación interior de todos los sacerdotes. También se instituyó en conmemoración de los 150 años de la muerte del Cura de Ars, Juan María Vianney, un ejemplo de servicio a la vocación pastoral y Patrón de todos los párrocos del mundo.
Hay muchas otras historias que, sin llegar a la santidad, reflejan la entrega de los hombres a Dios. El padre Eduardo Lorenzo, de la parroquia Inmaculada Madre de Dios, en Gonnet, vive una de ellas. El religioso opina que “esa es la idea del sacerdote: que sea un hombre, que libremente descubra su vocación, que quiera servir a Dios en la Iglesia y que sea capaz en este período del seminario de ir dilucidando si es su auténtica vocación”.
El seminario
Tal como lo cuentan sus mismos habitantes, la vida en cualquier seminario apunta a la formación en tres aspectos: espiritual, intelectual y humano. En el caso del Seminario Mayor de La Plata, son ocho años de estudio y preparación; cuatro en el área de filosofía y cuatro en teología. Lo que se trata es de “ser humildes instrumentos de Dios en la tierra”, dice Gustavo. “Este hombre es llamado al servicio de Dios, puesto al servicio de los hombres en las cosas que a Dios se refiere”, agrega el padre Lorenzo.
Según lo hace notar el sacerdote, la palabra vocación proviene de un término latino que significa “llamado”. En algunos hombres se da en el matrimonio, en otros se da en estado de soltería y en otros se da en la vocación religiosa; lo importante es entender a qué está cada persona llamada a ser. “Dios te va a hablar; para poder descubrir la vocación, Dios te va a hablar en el lugar que vos lo puedas escuchar... Es clarísimo Dios en eso”, agrega Gustavo en base a su propia experiencia, y concluye: “El que no tiene fe no lo va a entender, pero es así”.
Fuente: Hoy
La cantidad de jóvenes que aspiran a convertirse en sacerdotes es baja, tanto en el Seminario de La Plata como en el resto del país. Un párroco y un seminarista ofrecen su mirada hacia una realidad de nuestros tiempos.
Toda vocación sacerdotal es un gran misterio, es un don que supera infinitamente al hombre, dijo Juan Pablo II en su autobiografía. En los últimos años, la cantidad de jóvenes que ingresan en los seminarios de la Argentina se ha visto reducida, y esto lo advierten no sólo párrocos y seminaristas, sino el Vaticano desde donde se intenta incentivar la conversión a la vida consagrada.
En el Seminario Mayor San José de La Plata, el número de aspirantes al sacerdocio ha disminuido en los últimos tiempos. Hace diez años, en 1999, eran 28 los jóvenes que iniciaban su recorrido en la formación religiosa y espiritual, número que descendió a 6 cinco años después.
El año pasado hubo un ascenso, ya que fueron 13 los ingresantes, y esa cifra no varió mayormente en el presente año, siendo 11 las personas que comenzaron su formación como seminaristas. Más allá de haberse elevado con respecto a cinco años atrás, esta cantidad está muy lejos de los 28 hombres que comenzaban su trayecto hacia el sacerdocio en 1999.
Gracia de Dios
“La vocación es una gracia de Dios, no es que uno la elige, es Dios el que te elige a vos. Dios da el primer paso”, reflexiona Gustavo Vives, uno de los seminaristas que actualmente recorre su camino espiritual en La Plata. El cree que el llamado asusta, y que son muchos los factores que influyen en la disminución de las vocaciones religiosas: la situación económica, la situación política, la falta de testimonio y la poca evangelización, sólo por nombrar algunos.
Por otra parte, en la totalidad del país, y teniendo en cuenta los treinta y dos seminarios mayores existentes, los números reflejan una situación similar. La cantidad de aspirantes fue descendiendo de 297 en 1999, a 215 en 2004, hasta llegar finalmente a los 178 el año pasado.
La Organización de Seminarios de la Argentina, entidad encargada de relevar estas cifras, aún no lleva contabilizados los ingresantes del año actual, aunque se puede estimar que las variaciones no serán de gran dimensión.
Teniendo en cuenta la falta de vocaciones, en junio de este año el papa Benedicto XVI dio comienzo al Año Sacerdotal, una de cuyas finalidades fue promover la renovación interior de todos los sacerdotes. También se instituyó en conmemoración de los 150 años de la muerte del Cura de Ars, Juan María Vianney, un ejemplo de servicio a la vocación pastoral y Patrón de todos los párrocos del mundo.
Hay muchas otras historias que, sin llegar a la santidad, reflejan la entrega de los hombres a Dios. El padre Eduardo Lorenzo, de la parroquia Inmaculada Madre de Dios, en Gonnet, vive una de ellas. El religioso opina que “esa es la idea del sacerdote: que sea un hombre, que libremente descubra su vocación, que quiera servir a Dios en la Iglesia y que sea capaz en este período del seminario de ir dilucidando si es su auténtica vocación”.
El seminario
Tal como lo cuentan sus mismos habitantes, la vida en cualquier seminario apunta a la formación en tres aspectos: espiritual, intelectual y humano. En el caso del Seminario Mayor de La Plata, son ocho años de estudio y preparación; cuatro en el área de filosofía y cuatro en teología. Lo que se trata es de “ser humildes instrumentos de Dios en la tierra”, dice Gustavo. “Este hombre es llamado al servicio de Dios, puesto al servicio de los hombres en las cosas que a Dios se refiere”, agrega el padre Lorenzo.
Según lo hace notar el sacerdote, la palabra vocación proviene de un término latino que significa “llamado”. En algunos hombres se da en el matrimonio, en otros se da en estado de soltería y en otros se da en la vocación religiosa; lo importante es entender a qué está cada persona llamada a ser. “Dios te va a hablar; para poder descubrir la vocación, Dios te va a hablar en el lugar que vos lo puedas escuchar... Es clarísimo Dios en eso”, agrega Gustavo en base a su propia experiencia, y concluye: “El que no tiene fe no lo va a entender, pero es así”.
Fuente: Hoy
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