Nuestra opinión: muy buena
Una nueva mirada al reconocido texto de August Strindberg posibilita el descubrimiento de la vigencia de un material producido a fines de 1800 y que mantiene su vitalidad y poesía. El director Marcelo Velázquez imprime signos muy contemporáneos a su propuesta y, mientras el texto se ha mantenido intacto en sus valores primarios, es a través de la puesta como los personajes se descubren delante del espectador con una profunda riqueza.
Una escenografía sencilla y mínima. Nada parece querer obstaculizar el tránsito por la escena de esos tres seres que, a su tiempo, darán cuenta de un pensamiento que, si bien se corresponde con el pasado, sigue encontrando en este presente un valor muy perturbador. Es que sus temas los son: el matrimonio, los celos, ciertos resentimientos que interfieren en las relaciones y, sobre todo, algunas deudas pendientes en un trío que, pareciera conocerse verdaderamente, en ese preciso instante en que la representación tiene lugar.
Una pantalla posibilitará observar, en algunos momentos, ciertas intimidades de los personajes o, según donde haga foco la cámara, ellos adquirirán otra dimensión para la mirada de un espectador que hasta entonces sólo ha podido ver un perfil de esas criaturas.
El espectáculo crece a través de una tensión muy ajustada. Las interpretaciones de Mercedes Fraile (Tekla), Marcelo Bucossi (Adolfo) y Daniel Goglino (Gustavo) resultan sumamente atractivas. Los tres actores han logrado descubrir pequeñas sutilezas de sus personajes. Juegan con ellas y potencian, con sus reacciones, una acción dramática siempre dinámica que mostrará sus conflictos en plenitud.
La experiencia transgrede ciertos límites de la representación formal para descubrirle una atractiva riqueza al texto.
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