CHICOS › CIRCO FOKUS BOKUS Y LA LUNA DE ORIENTE, NOTABLES PROPUESTAS DE TEATRO NEGRO
Antoaneta Madjarova, Flavio Dumaine, Gabriela Bonomo y Lala Lafleur, responsables de los espectáculos que se ofrecen en El Cubo y el C. C. de la Cooperación, analizan las múltiples vertientes que ofrece una técnica que fascina a todas las edades.
Por Sebastián Ackerman
El teatro negro ofrece una variedad muy amplia de posibilidades: botas que bailan solas, pelotas de malabarista que definen su propio recorrido aéreo, personajes que aprenden a volar e incluso una luna que desciende hasta el escenario. Pero también permite a sus creadores volver a jugar y divertirse como cuando eran chicos: así lo aseguran Antoaneta Madjarova, directora del Grupo Kukla que presenta Circo Fokus Bokus, y Flavio Dumaine, Gabriela Bonomo y Lala Lafleur, que ofrecen La luna de Oriente. “Podés crear mundos con sus propias leyes, algo que no se da en otros trabajos... hacerlo a la medida de tu imaginación y compartirlo con el público. Es puro goce”, coinciden en la entrevista con Página/12, y resaltan, también en coincidencia: “Amplía los límites de narración, te da más posibilidades creativas. El teatro negro es otra magia. Los chicos, y los grandes a veces también, se preguntan cómo se manejan los objetos, y por ahí es una persona que está con un palo moviendo un objeto”, ríen.
La luna de Oriente es la historia de Hiro, un chico que se enamora de la luna y la baja para cuidarla, y Circo Fokus Bokus es una relato de varieté organizado a partir de clowns, que posibilitan la función. Pero como motor creativo están los recuerdos de infancia: tanto Dumaine como Madjarova se inspiraron en experiencias de sus primeros años para crear sus obras. “El primer libro que tuve –cuenta Dumaine– fue El hombre llegó a la luna, y empezaba con un chico mirando la luna, donde había un conejo. Y toda mi vida busqué ese conejo en la luna y un día, en Tokyo, lo vi. Por eso se llama La luna de Oriente”, explica. Madjarova rememora cuando el circo iba a Smolen, su pueblo natal en Bulgaria. “Los magos cuando hacían los trucos de cartas decían ‘fokus bokus, preparatus’. Y buscando el título para la obra, que tenía que ser abarcativo, salió Circo Fokus Bokus. Me pareció fantástico, porque, además, descubrí que en inglés son palabras mágicas, es ‘abracadabra’. ¡Me cerró por todos lados!”, se entusiasma.
Trabajar para el público infantil es una decisión, aseguran, y no una circunstancia previa para llegar al “verdadero” teatro, el de adultos. Y, si bien reconocen ese camino como válido, para ellos el teatro infantil no es el paso previo, sino el objetivo: “Me fascinan los chicos”, argumenta Madjarova. “Es un público súper transparente, muy agradecido, que está en formación. Y siento esa responsabilidad de formarlos, de enseñarles algo más allá de que tienen que divertirse y disfrutar. Siempre hice teatro para chicos, y me gusta dedicarme a esto”, justifica. Bonomo recuerda el momento en el que decidió que quería ser titiritera: los padres la llevaron al Teatro Colón a ver una puesta de Hansel y Gretel, y vio “cómo primero era de día y después se hacía de noche... y me dije ‘quiero hacer eso’. Estudié escenografía, con los titiriteros del San Martín... al final estudiamos un montón de cosas para volver a hacer lo que hacíamos cuando éramos chicos: jugar con muñecos”, sonríe.
En las dos obras, el relato no pasa por el texto, sino que se desarrolla a partir de recursos escénicos que permiten comprender la(s) historia(s). Y todos rescatan la importancia de la música en este tipo de puestas, ya que permite organizar lo que se está viendo: “En Kukla ya trabajamos relato sin texto. A mí me gusta más porque es un desafío mayor. Y un recurso fundamental es la música, y tratamos de contar a través de ella”, cuenta Madjarova, porque “la imagen es orgánica con lo musical y con el movimiento, acciones precisas y claras desde la manipulación de los muñecos para que los chicos comprendan qué sucede”, explica. Lafleur asegura que aunque no haya palabras, “hay emociones y actitudes de cada personaje, de los objetos, de los títeres que le cuentan algo al espectador... Es bueno que haya diferentes lecturas de las escenas, porque cuando se están peleando por la luna, hay chicos que interpretan que se están peleando por la pelota, o como envidia, o un juego. Y eso es lo rico, lo interesante. Es una puerta abierta a la imaginación que el espectador completa con su mundo”, detalla.
¿Por qué pensaron una puesta en la que se relacionen teatro negro con acrobacia, clowns y realización musical? Es una manera, están convencidos, de enriquecer el hecho teatral, ya que cada disciplina colabora en la narración global. “Hay que buscar las técnicas para expresar la obra de la mejor manera. Como estos espectáculos se basan muchísimo en lo visual, necesitás todos los personajes y todos los elementos para poder contar la historia”, asegura Dumaine. Madjarova, por su parte, rescata la aparición de los clowns (es la primera vez que en el Grupo Kukla aparecen personas en escena) y el juego de luces blanca y negra: “Los clowns aportan mucho en vivo. En Circo..., como no hay texto, los clowns –a través de su mirada, de sus movimientos– le dan una calidez diferente. Y algo que resulta novedoso en la obra es la iluminación, de luz blanca y luz negra en el mismo plano, abarcando todo el espacio escénico para dar la sensación de que el espectador está dentro de la carpa del circo”, comenta.
Muchas veces, ir al teatro para los chicos es una experiencia nueva. Y eso les queda registrado para siempre: el hecho teatral es un recuerdo que perdura. Pero además están en una etapa de formación, por lo que –además de disfrutar– puede resultar un hecho educativo. “El arte es aprendizaje, y te despierta estímulos que la escuela no”, compara Madjarova. “Lo artístico te aporta desde lo emocional, desde lo creativo que capaz la ciencia dura no despierta tanto. La creatividad está en otro plano... yo creo que si le despertamos este interés, estamos formando futuros espectadores, no solamente de teatro, sino también de otras artes. Y futuros creadores también”, apuesta. Por su parte, Bonomo rescata que “la identificación con el que sufre o con algo injusto les despierta un juicio crítico. Por más que plantees algo muy divertido, pero con eso alguien sufre una consecuencia, el chico no se lo banca, y lo manifiesta de algún modo. Forma un pensamiento. Esas ganas de detener algo malo son la primera posibilidad de tener una ética. Y los chicos tienen una ética. Hay cosas que no van a permitir nunca, y eso es buenísimo”, plantea.
* La luna de Oriente se presenta los sábados y domingos a las 16 en el Teatro El Cubo, Zelaya 3052. Circo Fokus Bokus, los mismos días a las 16.30 en el C. C. de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.
Antoaneta Madjarova, Flavio Dumaine, Gabriela Bonomo y Lala Lafleur, responsables de los espectáculos que se ofrecen en El Cubo y el C. C. de la Cooperación, analizan las múltiples vertientes que ofrece una técnica que fascina a todas las edades.
Por Sebastián Ackerman
El teatro negro ofrece una variedad muy amplia de posibilidades: botas que bailan solas, pelotas de malabarista que definen su propio recorrido aéreo, personajes que aprenden a volar e incluso una luna que desciende hasta el escenario. Pero también permite a sus creadores volver a jugar y divertirse como cuando eran chicos: así lo aseguran Antoaneta Madjarova, directora del Grupo Kukla que presenta Circo Fokus Bokus, y Flavio Dumaine, Gabriela Bonomo y Lala Lafleur, que ofrecen La luna de Oriente. “Podés crear mundos con sus propias leyes, algo que no se da en otros trabajos... hacerlo a la medida de tu imaginación y compartirlo con el público. Es puro goce”, coinciden en la entrevista con Página/12, y resaltan, también en coincidencia: “Amplía los límites de narración, te da más posibilidades creativas. El teatro negro es otra magia. Los chicos, y los grandes a veces también, se preguntan cómo se manejan los objetos, y por ahí es una persona que está con un palo moviendo un objeto”, ríen.
La luna de Oriente es la historia de Hiro, un chico que se enamora de la luna y la baja para cuidarla, y Circo Fokus Bokus es una relato de varieté organizado a partir de clowns, que posibilitan la función. Pero como motor creativo están los recuerdos de infancia: tanto Dumaine como Madjarova se inspiraron en experiencias de sus primeros años para crear sus obras. “El primer libro que tuve –cuenta Dumaine– fue El hombre llegó a la luna, y empezaba con un chico mirando la luna, donde había un conejo. Y toda mi vida busqué ese conejo en la luna y un día, en Tokyo, lo vi. Por eso se llama La luna de Oriente”, explica. Madjarova rememora cuando el circo iba a Smolen, su pueblo natal en Bulgaria. “Los magos cuando hacían los trucos de cartas decían ‘fokus bokus, preparatus’. Y buscando el título para la obra, que tenía que ser abarcativo, salió Circo Fokus Bokus. Me pareció fantástico, porque, además, descubrí que en inglés son palabras mágicas, es ‘abracadabra’. ¡Me cerró por todos lados!”, se entusiasma.
Trabajar para el público infantil es una decisión, aseguran, y no una circunstancia previa para llegar al “verdadero” teatro, el de adultos. Y, si bien reconocen ese camino como válido, para ellos el teatro infantil no es el paso previo, sino el objetivo: “Me fascinan los chicos”, argumenta Madjarova. “Es un público súper transparente, muy agradecido, que está en formación. Y siento esa responsabilidad de formarlos, de enseñarles algo más allá de que tienen que divertirse y disfrutar. Siempre hice teatro para chicos, y me gusta dedicarme a esto”, justifica. Bonomo recuerda el momento en el que decidió que quería ser titiritera: los padres la llevaron al Teatro Colón a ver una puesta de Hansel y Gretel, y vio “cómo primero era de día y después se hacía de noche... y me dije ‘quiero hacer eso’. Estudié escenografía, con los titiriteros del San Martín... al final estudiamos un montón de cosas para volver a hacer lo que hacíamos cuando éramos chicos: jugar con muñecos”, sonríe.
En las dos obras, el relato no pasa por el texto, sino que se desarrolla a partir de recursos escénicos que permiten comprender la(s) historia(s). Y todos rescatan la importancia de la música en este tipo de puestas, ya que permite organizar lo que se está viendo: “En Kukla ya trabajamos relato sin texto. A mí me gusta más porque es un desafío mayor. Y un recurso fundamental es la música, y tratamos de contar a través de ella”, cuenta Madjarova, porque “la imagen es orgánica con lo musical y con el movimiento, acciones precisas y claras desde la manipulación de los muñecos para que los chicos comprendan qué sucede”, explica. Lafleur asegura que aunque no haya palabras, “hay emociones y actitudes de cada personaje, de los objetos, de los títeres que le cuentan algo al espectador... Es bueno que haya diferentes lecturas de las escenas, porque cuando se están peleando por la luna, hay chicos que interpretan que se están peleando por la pelota, o como envidia, o un juego. Y eso es lo rico, lo interesante. Es una puerta abierta a la imaginación que el espectador completa con su mundo”, detalla.
¿Por qué pensaron una puesta en la que se relacionen teatro negro con acrobacia, clowns y realización musical? Es una manera, están convencidos, de enriquecer el hecho teatral, ya que cada disciplina colabora en la narración global. “Hay que buscar las técnicas para expresar la obra de la mejor manera. Como estos espectáculos se basan muchísimo en lo visual, necesitás todos los personajes y todos los elementos para poder contar la historia”, asegura Dumaine. Madjarova, por su parte, rescata la aparición de los clowns (es la primera vez que en el Grupo Kukla aparecen personas en escena) y el juego de luces blanca y negra: “Los clowns aportan mucho en vivo. En Circo..., como no hay texto, los clowns –a través de su mirada, de sus movimientos– le dan una calidez diferente. Y algo que resulta novedoso en la obra es la iluminación, de luz blanca y luz negra en el mismo plano, abarcando todo el espacio escénico para dar la sensación de que el espectador está dentro de la carpa del circo”, comenta.
Muchas veces, ir al teatro para los chicos es una experiencia nueva. Y eso les queda registrado para siempre: el hecho teatral es un recuerdo que perdura. Pero además están en una etapa de formación, por lo que –además de disfrutar– puede resultar un hecho educativo. “El arte es aprendizaje, y te despierta estímulos que la escuela no”, compara Madjarova. “Lo artístico te aporta desde lo emocional, desde lo creativo que capaz la ciencia dura no despierta tanto. La creatividad está en otro plano... yo creo que si le despertamos este interés, estamos formando futuros espectadores, no solamente de teatro, sino también de otras artes. Y futuros creadores también”, apuesta. Por su parte, Bonomo rescata que “la identificación con el que sufre o con algo injusto les despierta un juicio crítico. Por más que plantees algo muy divertido, pero con eso alguien sufre una consecuencia, el chico no se lo banca, y lo manifiesta de algún modo. Forma un pensamiento. Esas ganas de detener algo malo son la primera posibilidad de tener una ética. Y los chicos tienen una ética. Hay cosas que no van a permitir nunca, y eso es buenísimo”, plantea.
* La luna de Oriente se presenta los sábados y domingos a las 16 en el Teatro El Cubo, Zelaya 3052. Circo Fokus Bokus, los mismos días a las 16.30 en el C. C. de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.
Fuente: Página 12
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