Las Jornadas en el Centro Cultural San Martín, previas a un Festival y un Congreso Latinoamericano, convocaron a artistas internados y externados. Hubo debates, poesías, pintura, sketches de mimos, circo, expresión corporal y hasta una obra de teatro participativo.
Por Facundo García
“Dicen que los artistas son locos, pero los únicos artistas con título de locos somos nosotros”, se divertía un integrante del Frente de Artistas del Borda hace casi un cuarto de siglo. Ahí donde hay libertad, quien ha sido recluido tras paredes estatales puede burlarse de los rótulos que lo condenan. Y aunque desde aquellos chistes iniciales ha corrido mucha agua bajo el puente, las tres jornadas previas al Décimo Festival y Congreso Latinoamericano de Artistas Internados y Externados de Hospitales Psiquiátricos mantuvieron aquella impronta irreverente, dejando un sinfín de recuerdos que preludian lo que será el encuentro a realizarse del 13 al 17 de octubre en los Teatros Roxy de Mar del Plata.
El objetivo de las reuniones que se concretaron en el Centro Cultural San Martín fue adelantarle al público y a la prensa algo de lo que están haciendo grupos de la Capital y el Gran Buenos Aires. No asistieron equipos dedicados a la “arteterapia” en un sentido estricto. La razón que los mueve –si cabe la expresión– está relacionada con la búsqueda de un cambio estructural en el sistema de salud mental argentino. “De nada sirve vestir a los pacientes como bancarios y sacarlos a cantar ‘Lunita Tucumana’ una vez por mes. Si no se habla de liberación, no se está discutiendo la lógica asilar”, sintetizó el psicólogo Angel Rutigliano, que coordina actividades en la zona oeste del conurbano y aboga, como la mayoría de los organizadores, por un plan integral de desmanicomialización.
A la propuesta que sostienen no le falta ningún tornillo. La idea es utilizar al arte en tres planos: por un lado, para despertar la individualidad creativa de “los internos”, que el encierro dinamita progresivamente. Por otro, para permitir que quienes están dentro de la institución salgan y puedan dar a conocer sus disidencias y reclamos. Y en tercer lugar, para que el contacto con la sociedad desdibuje los imaginarios colectivos alrededor de la locura, superando la instancia de la mera compasión para alcanzar la conciencia política.
La tarea, en cualquier caso, es ciclópea. Según informaron los especialistas, en el país existen unas 25 mil personas que viven en manicomios. Sólo el Borda y el Moyano suman unos dos mil. De modo que dar cabida a las voces de los internos no es cuestión de excentricidad. Hay allí una multitud que quiere hablar y está siendo silenciada. Un ejemplo claro es el video que presentó FM Desate, la Radio del Moyano. En el trabajo, las talleristas se refirieron a los proyectos que tiene el Gobierno de la Ciudad para los neuropsiquiátricos. Allí donde los “cuerdos” discuten alteraciones edilicias o movidas inmobiliarias, las mujeres al micrófono pusieron en relieve la angustia que les produce presenciar las idas y vueltas de una administración que no aparenta tener el mínimo interés en considerar sus opiniones.
Hubo debates, poesías, pinturas, fotos, sketches de mimos, circo, expresión corporal y hasta una obra de teatro participativo –Tribus Bordeanas– que traducía la diversidad humana que se ve en las calles a los códigos de la vida manicomial. El público recibía instrucciones sobre el papel que debería cumplir. Los espectadores a los que les tocaba encarnar a los internos eran “Emos”. Un segundo sector eran los psiquiatras, caracterizados por los “Góticos”. Los enfermeros llevaban brazaletes de skinheads. “¡Esta señora es skinhead!”, se escuchaba por los pasillos. Encontrarse cumpliendo el rol de “paciente” frente a un tallerista que liberaba tensiones interpretando a un “médico” con “Smells like teen spirit” como música de fondo era toda una experiencia.
Entre espectáculo y espectáculo, uno se iba familiarizando con las diferentes personalidades de los artistas. Con Víctor, que asegura pasarla bárbaro “actuando de muerto”. O con Lucas David “Uma” Montiel y Andrea Silvana Pérez, que quieren dar sus nombres completos porque se conocieron en el Borda y ahora –ya con él dado de alta– esperan ansiosamente que se den las condiciones para el casamiento. El papá de la novia, Jorge, analizaba los hechos soltando máximas como “el arte da vuelta lo que dice la ciencia”.
Imagen: Gonzalo Martinez
Fuente: Página 12
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