Para alimentar el alma
Más de mil personas desfilaron por el patio de Escuela Graduada Joaquín V. González de la UNLP con el objetivo de compartir un momento de lectura entre padres e hijos. Fue la sexta edición del pic-nic literario que organiza el Departamento de Biblioteca del colegio preuniversitario.
Más de mil personas desfilaron por el patio de Escuela Graduada Joaquín V. González de la UNLP con el objetivo de compartir un momento de lectura entre padres e hijos. Fue la sexta edición del pic-nic literario que organiza el Departamento de Biblioteca del colegio preuniversitario.
En el patio y entre los árboles, las docentes desplegaron varios bunkers de fantasía que incluían cuentos, relatos, poesías y ensayos infantiles.
Padres, abuelas e hijos se dejaron llevar por los relatos que también se podían descolgar de piolines. "Esta edición a la cuerda fue realizada por el Departamento de Bibliotecas, todas las historias fueron tipeadas e ilustradas a mano, no se usaron fotocopias" explicó a Diagonales la titular del área, María Cristina Araujo.
La idea del encuentro es "revalorizar el rol social de la lectura, compartir en familia la lectura recreativa", agrega María Cristina.
En la escuela no se cansan de repetir que allí "no hay libros de lecturas" sino que "se leen libros", un juego de palabras que marca una diferencia cuanti y cualitativa, que intentan marcar a fuego en el establecimiento.
Con esta actividad, los docentes buscan que los pibes encuentren diversión en la lectura utilizando como disparador la diversidad de autores, temas y géneros literarios. "Los chicos en un año leen seis versiones distintas de un mismo clásico infantil como Caperucita Roja", dice Araujo, orgullosa.
La tarde soleada acompañó la actividad y varios de los 27 mil libros que forman parte del tesoro literario, salieron arrogantes al patio.
El momento gracioso llegó de la mano de los trabalenguas que los chicos trataban de leer, pero entre lo áspero de los textos y los dientes que se llevó el ratón Pérez, fue una misión casi imposible llegar al final sin que la lengua derrape.
Fuente: Diagonales
Más de mil personas desfilaron por el patio de Escuela Graduada Joaquín V. González de la UNLP con el objetivo de compartir un momento de lectura entre padres e hijos. Fue la sexta edición del pic-nic literario que organiza el Departamento de Biblioteca del colegio preuniversitario.
Más de mil personas desfilaron por el patio de Escuela Graduada Joaquín V. González de la UNLP con el objetivo de compartir un momento de lectura entre padres e hijos. Fue la sexta edición del pic-nic literario que organiza el Departamento de Biblioteca del colegio preuniversitario.
En el patio y entre los árboles, las docentes desplegaron varios bunkers de fantasía que incluían cuentos, relatos, poesías y ensayos infantiles.
Padres, abuelas e hijos se dejaron llevar por los relatos que también se podían descolgar de piolines. "Esta edición a la cuerda fue realizada por el Departamento de Bibliotecas, todas las historias fueron tipeadas e ilustradas a mano, no se usaron fotocopias" explicó a Diagonales la titular del área, María Cristina Araujo.
La idea del encuentro es "revalorizar el rol social de la lectura, compartir en familia la lectura recreativa", agrega María Cristina.
En la escuela no se cansan de repetir que allí "no hay libros de lecturas" sino que "se leen libros", un juego de palabras que marca una diferencia cuanti y cualitativa, que intentan marcar a fuego en el establecimiento.
Con esta actividad, los docentes buscan que los pibes encuentren diversión en la lectura utilizando como disparador la diversidad de autores, temas y géneros literarios. "Los chicos en un año leen seis versiones distintas de un mismo clásico infantil como Caperucita Roja", dice Araujo, orgullosa.
La tarde soleada acompañó la actividad y varios de los 27 mil libros que forman parte del tesoro literario, salieron arrogantes al patio.
El momento gracioso llegó de la mano de los trabalenguas que los chicos trataban de leer, pero entre lo áspero de los textos y los dientes que se llevó el ratón Pérez, fue una misión casi imposible llegar al final sin que la lengua derrape.
Fuente: Diagonales
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