viernes, 4 de septiembre de 2009

La peligrosa tristeza de los niños ricos

Ala de criados, de Mauricio Kartún, transcurre en un club de tiro a la paloma durante la semana trágica de 1919.

Ala de Criados se presenta en el Teatro del Pueblo (Diagonal Norte 943), viernes 21 hs, sábados 22 hs y domingos 20 hs.

Por Exequiel Siddig

Sobre una mesa de dardanelos, antiguo juego lituano parecido al sapo, forman como soldaditos de plomo algunos de los premios que Mauricio Kartún ha merecido en esta vida. El Florencio Guerrero. El payasote de Pepino el 88. En una vitrina que encontró en la calle y recicló, Kartún se ufana de su mètier a través de un cartel castizo que compró como baratija en algún viaje a la tierra de sus antepasados. “Vuestra Majestad se halla en casa de gente que profesa de maestro.” “Antes, cuando los alumnos de mis talleres de dramaturgia venían, los dejaba un rato esperando en el living para que espiaran, porque si no se la pasaban relojeando durante la clase”, dice el maestro de Veronese, Spregelburd, Tantanian y Patricia Suárez, entre tantos otros. Padre de esa generación, a través de sus obras Kartún se ha acostumbrado a reciclar asuntos y personajes del pasado de la historia argentina. Recrea mundos y les conserva su propio lenguaje. La estética de Kartún es parte conyugal de su ética dramatúrgica: recupera el léxico y los modismos de épocas remotas y produce una obra perfecta en su anacronía. Esa descolocación que produce en el espectador lo ha asociado a un humor enrarecido, que va más allá de su tiempo, tan atávico como vanguardista. “Me gusta entrar en mundos que no conozco. ¿Por qué mierda viajaríamos si no fuera para meternos en mundos desconocidos y tratar de descubrirnos en la pasión del viajero? ¿Por qué allanarle al espectador el viaje con un folleto que le explique cada cosa del lugar adonde va? No me gusta ser traductor; un universo se habita, y se habita con todo el misterio que supone.”

El último cosmos del autor que dirige nos lleva al tiempo de la Semana Trágica, progrom porteño que en 1919 durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen se ensañó con anarquistas, marxistas y –de paso– judíos por reclamar mejoras en las condiciones de trabajo. Ala de criados transcurre en una reunión de primos en el Pigeon Club de Mar del Plata durante esos siete días. Peleles, mojigatos y malcriados, Pancho, Emilito y Tatana –recién llegada de su école suiza en Lausanne– están casi recluidos bucólicamente, puestos a salvo porque “toda la indiada (está) haciéndose revuelo allá con esta astracanada de los bolshevikis”. La contrafigura es Pedro Testa, un colombaire que tira palomas como un Nijinski, cuentapropista chupamedias e hijo de tanos que ha conseguido 14 mil palomas para la gran bacanal frustrada por los insurrectos, negro de cabeza que no quieren laburar. Las palomas se mueren y con ellas el negocio de Pedro, que entra en pánico.

En un sillón recuperado, Yepeto Kartún amontona los materiales con los que trabajó y que utilizó para su seminario de des-montaje con dos grupos de 70 alumnos. Apilados, La Liga Patriótica, de Luis María Caterina; La Alta Sociedad de la Buenos Aires de la Belle Epoque, de Leandro Losada; Crónicas de la Semana Trágica, de Beatriz Seibel; Mar del Plata, el Ocio Represivo, de Juan José Sebrelli; La Semana Trágica, de Julio Godio; Una semana de holgorio; de Arturo Cancela. “Cuando escribo –cuenta el maestro– leo mucho buscando no tanto la información sino las pequeñas imágenes que encuentro. Leo de una manera desmesurada, apurado, y tomo notas con las que me siento a escribir.

–¿Cuál fue la imagen que inició el proceso?

–En este caso es un embarazo múltiple. Son tres elementos. En la sobremesa de un asado con Daniel Veronese empezamos a fantasear –…ni siquiera: ¡a joder!– cómo seríamos escribiendo una obra chejoviana, qué habría que tomarle. Cuadraba con cierta melancolía del post asado de diciembre, calorcito… Empezamos a fantasear con una situación de gente que estaba al pedo, y que lo podía hacer porque era el momento sagrado del descanso. Eso se sumó a algo anterior, que era mi fascinación por la Semana Trágica como universo elocuente. El tercero elemento fue una fotografía de La Loma, el lugar en Mar del Plata de las grandes residencias, tomada desde lo que hoy es El Torreón del Monje. Ya sabía que el Torreón había sido el Pigeon Club, el club de tiro a la paloma. De aquí empezó a surgir todo el universo.

–¿Qué condensa la Semana Trágica en la historia argentina?

–Primero, el miedo de las clases dominantes a perder el poder. Empieza a aparecer la presencia de la Revolución Rusa (1917) y el temor a que se instalase un Soviet en la Argentina. Temor totalmente ingenuo, desde ya, pero lo que señalaba era el temor por la aparición de aquella potencia social de la izquierda obrera. Miedo que aparece con la organización parapolicial que fue la Liga Patriótica, con cierta exasperación en las arengas y con la movilización interna de las facciones conservadoras del radicalismo, que comienza a impacientarse con Yrigoyen. Por el otro lado, la década del ’20 se considera como la aparición de la clase media como sector identificable. A mí me parece que esa clase media se divide muy rápidamente en un sector que hoy llamaríamos progresista, que acepta por justos los reclamos de los obreros de los Talleres Vassena, y otra que compra los valores del sector aristocrático y termina siendo su ladera, pero sin comerla ni beberla. De la misma manera que esa clase media le compra valores estéticos a la clase acomodada, también le compra valores políticos. Y lo hace por admiración, no porque se beneficie con eso.

–Recuerda a la última parábola ideológica de algunos porteños. Del lema “piquetes y cacerolas, la lucha es una sola” en 2002 al voto a Macri en 2007.

En el monólogo final de Pedro, hay un texto que no es inocente. Dice: “Ustedes arman la revuelta y nosotros salimos con la banderita por boulevard Callao”. Usé la palabra boulevard simplemente para mediar con la historia y que no apareciese como alegoría de los cacerolazos por el campo. Pero la verdad es que lo escribí algo enfurecido por esa situación. Esa clase media que sigue comprando valores como quien compra etiquetas, que sigue comprando incluso hasta hipótesis golpistas, que nunca parece tomar consciencia de que a lo largo de la historia sistemáticamente han atentado contra ella… Que siempre compra la misma máquina de autodestrucción.

Fuente: Sur

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