jueves, 13 de agosto de 2009

“Para actuar hay que saber ser humilde”

Malena solda, actriz

Elogia los textos de Shakespeare y hace una obra de Peter Weiss en el San Martín.

Con obra recién estrenada, no porque sea su autora, aunque ciertamente le pertenece -a todo actor le pertenece la obra que interpreta, por más que sea en parte-, siente que contar de qué va puede transportar al potencial lector hasta la Sala Martín Coronado del teatro San Martín y disfrutar de Marat-Sade (miércoles a domingo a las 20.30), la obra de Peter Weiss escrita antes del Mayo Francés que plantea uno de los grandes conflictos de la modernidad: hacer lo correcto o hacer lo que venga en ganas, si después de todo no habrá justicia. Y ella cree en eso de hacer lo correcto.

"El viaje a Londres me permitió entender que podía trabajar menos, que tenía que animarme a esperar el trabajo que yo verdaderamente quiero hacer y no decir que sí por miedo a que sea la única propuesta que me hagan. Tomar impulso para aguantar el tiempo que sea necesario. Porque estar sin trabajo te genera mucha ansiedad y sobre todo si trabajaste muchas horas durante mucho tiempo; es muy difícil aguantarte ese vacío. Volví con esa decisión, y me sirvió. Y después vivir de otra manera a la que uno está acostumbrado enseña muchas cosas de uno mismo, que no sabias porque las circunstancias son otras. Y eso te da más confianza, te hace sentir que en el futuro lo que pueda suceder lo vas a saber manejar y a poder acomodar y a salir; no va ha pasar nada raro. A veces trabajando y viviendo tanto tiempo en un mismo lugar, rodeada de la misma gente, de tu familia, qué sé yo, resulta lindo, porque tenés un marco que te contiene, pero al mismo tiempo te hace perder otras cosas, otras experiencias, horizontes, formas de ver la vida, el mundo, la cultura, el arte, la política, la religión. Estuvo bueno también vivir en un país que es protestante, que tiene otra visión de las cosas, distinta al catolicismo que tenemos nosotros. Y te llama la atención cuánto nos influencia a nosotros la religión y a ellos no. Si no me hubiese ido nunca me habría dado cuenta porque para mí es natural, pero en ese contexto no.

–¿Y qué le aportó ese viaje a Londres en cuanto a lo personal?

–Ahora que estoy trabajando en el San Martín me doy cuenta de muchas cosas para las que me prepararon ahí. En cuanto a lo profesional en esa Academia (Royal Academy of Arts) te preparan para grandes textos de grandes autores para ser representados en grandes salas; también para salas más chiquitas, pero siempre con grandes textos, porque es teatro clásico. Sobre todo para decir un texto en una sala como la Martín Coronado del San Martín, que tiene 1200 butacas, tenés que tener una capacidad de aire en los pulmones, un sostén en tu eje, una cantidad de cuestiones técnicas a las que uno no está acostumbrado porque no hay muchas de esas salas, que me fueron fundamentales. Ahí te preparaban para que técnicamente no te faltara nada, que tu cuerpo y tu vos estén en función de lo que tenés que decir, del personaje y de lo que querés hacer. Te preparan para que si el director te pide correr cincuenta metros y después tirarte del escenario y después volver a subir y dar una vuelta y ta, ta, ta, vos no te quedes sin aire, que puedas decir todo lo que tengas que decir con mucha libertad. Es muy estimulante que te preparen para grandes cosas, más allá de que luego sucedan, para que no haya barreras. Porque al mismo tiempo que te preparan para cosas muy prácticas, tienen mucho vuelo espiritual, te abren los sentidos a mundos diferentes, mundos de la época isabelina o mundos que son otros planeta, como algunas historias que cuenta Shakespeare en La Tempestad.

–Y sin traducción...

–Es maravilloso. Shakespeare en gran parte escribe en verso, y el verso está armado de una manera que hace que si tenés las herramientas del idioma, te sale fácil y es divino: se te entiende, comunicás, podés llevarlo a imágenes, porque el verso está estructurado de una manera que él solo te lleva a las emociones, a las imágenes, cabalgás arriba de eso. Sos Gardel. Y la estructura por lo general se rompe cuando traducís, porque los acentos caen en otras partes, las palabras en español son más largas o más cortas. Además el verso está armado de una manera que los acentos dan una imagen con el ritmo y en la estructura. Si estás haciendo un monólogo de Julieta en el que ella está esperando que se vaya el sol y venga la luna porque eso va ha traer a Romeo, en esas imágenes que ella habla de caballos, de un dios que sale cabalgando y se lleve al sol, en esos versos hay un ritmo de galope...tatantatatantan… puede ser el corazón de ella, puede ser el galope de esto que está hablando. Es lo que quieras si lo podés leer y decir en inglés, si lo podés captar, si tenés la sensibilidad, la humildad y la apertura para ver qué te está diciendo, qué te está contando el autor, que siempre va ser mucho más grande que lo que uno diga; no sirve imponerle nada al texto, lo mejor es que te lleve solo, tenés que confiar en que algo va ha suceder.

–¿Por qué habla de humildad?

–Porque uno como actor cuando le dan una obra muchas veces decide, por una cuestión estratégica, porque no tiene ensayos o porque quiere llevar una propuesta al director, las intenciones que le va a dar a cada parlamento: esto lo voy a decir enojada y, depende como me conteste él, lo siguiente lo puedo decir triste o lo puedo decir como un reproche. Shakespeare te da. Si le imponés algo de entrada te estás perdiendo lo que él quiso decir. Además de lo que le puedas poner tenés que estar abierto y confiar en que lo que él escribió, eso es mucho más interesante que lo que puedas ponerle: su imaginación y su texto es mucho más interesante de lo que uno es como persona. Entonces hay que dejar de lado el ego. Repetirlo, decirlo, decirlo, decirlo y confiar en que van aparecer solas las cosas que te mueven, y que te conmueven y no decir acá me voy a enojar, acá me voy a poner triste porque lo voy a asociar con otra cosa que me paso cuando era chica, ahí no funciona. Hay que ser un poco humilde para escuchar, y no, por miedo o lo que fuera, tratar de imponer algo que después le queda chico.

–¿Considera que hay autores a los que los actores condicionan?

–A veces eso pasa porque no todos los autores son grandes autores. Y un actor en general lleva una propuesta a un ensayo y muuuuchaaas veces sucede que el director mucho no te ayuda, entonces uno termina siendo un poco director de si mismo. Y aparte cotidianamente estás acostumbrado a trabajar con guiones de televisión o incluso de teatro donde el código es distinto. El código de la época actual es visual, usamos menos palabras para decir algo.

Tenemos que hacer síntesis para enviar un mensaje de texto, no vamos enviar un discurso. En la época de Shakespeare la cultura era oral, entonces la gente era capaz de escuchar un texto y poder darse cuenta de muchas cosas, algo que hoy no estamos acostumbrados; sí lo podemos hacer con una imagen de un video clip: te pasan cincuenta imágenes en un minuto y vos decís sí, entendí. Hay una cultura visual que lleva a entender esos códigos, que son distintos a los de la cultura oral, es otro universo son otros códigos. Es muy distinto como trabaja un actor un texto donde hay mucho sub-texto, que se dice poco pero por debajo pasan muchas cosas, que como dice un texto donde todo está puesto en la palabra: ahí la acción y la intención van al mismo tiempo, te digo una cosa pero no estoy queriendo decirte otra. Y eso es propio de una época.

Los personajes de Shakespeare no viven emociones naturalistas, son emociones enormes tiene que ver con el honor, con amores, con odios que son inmensos. Cuando Lady Ana maldice a Ricardo III, que está ahí pero ella no lo sabe, le dice una cantidad de cosas espantosas. Y, hoy en día, decimos diez puteadas tal vez, no hablamos con imágenes así. Tampoco creo que la gente hablara así cotidianamente, pero sí estaban acostumbrados a la oralidad y la palabra tenía otro valor. Entonces para hacer eso tenés que volver un poco a la época, ser un poco más sensible y reconocer la textualidad que tienen las palabras. No es lo mismo decir “corazón” que decir “heart”. “Heart” viene de acá (se toma la garganta) y depende de cómo está dicho, puede ser que tenga un nudo en la garganta y entonces como vos traducís un monólogo como ese que empieza con muchas haches y con ks, y te da la sensación que te estás ahogando. Y, a lo mejor, eso es una pista que puso el dramaturgo para decirte: está angustiada, tiene un nudo en la garganta. Pero si lo traducís se perdió, porque “corazón” suena de otra manera, tiene otra textura.

Se nota que en Londres le enseñaron un montón de cosas, aunque tal vez no sea el caso de la pasión que pone para hablar del asunto. Eso suena más a latino, de chica con algo de fuego en la sangre, un fuego que no se empeña en mostrar pero que algunos le vieron. Tal vez también por eso la convocaron para se una chica Bond.

“Estando afuera sos latina y ya sos hot. Yo en argentina soy todo lo que digo, lo que quieras, pero allá soy Penélope Cruz. Para los anglosajones los latinos somos muy sensuales, sólo por decir ¿cómo estás? y tocarte. Porque, claro, ellos no se tocan al saludar o en alguna otra situación… Yo tampoco soy una persona que toquetea y acá pueden pensar que soy cortada, te doy un beso pero no le voy a dar un beso a todos los de la reunión y allá nuestros códigos les parecen muy sensuales. En una obra que hicimos allá, el director me pidió que uno de los monólogos de Shakespeare lo dijera en español y todos quedaron seducidos. Fue toda una sensación.

Fuente: Diagonales

No hay comentarios: