miércoles, 23 de diciembre de 2009

Imaginación desaprovechada

El teatro no muere en la ciudad de Buenos Aires. Varios circuitos teatrales tiene la ciudad y a todos llega su público. Más misterioso que el milenario rito mismo, es el deseo que tantas personas tienen de hacerlo. Año a año se inscriben en el IUNA (Instituto Universitario Nacional de Arte) numerosos alumnos para cursar licenciaturas en Actuación, Dirección o Iluminación Teatral; otros tantos quedan afuera. El año próximo, estudiantes de la Universidad de San Martín se diplomarán en algo tan bello y específico como el Teatro de Títeres y Objetos. Alumnos de otros países vienen a cursar posgrados en nuestras instituciones.

Infinitos talleres privados cubren las necesidades en este tema de los que no optan por las carreras universitarias. Toda esta fuerza cuando busca su cauce encuentra que la boca se estrecha. El camino profesional está signado por el amateurismo, por la dificultad de profesionalizarse o de acceder a la participación, en sus distintos rubros, de grandes montajes. Las buenas intenciones del Complejo Teatral de la Ciudad no alcanzan para cubrir tanta demanda y los teatros del circuito off hacen inmensos esfuerzos con los magros y desactualizados subsidios que se les otorgan.

Somos famosos fuera de nuestro país por hacer buen teatro con poco dinero, pero no me parece un motivo de alegría “puertas para adentro”. La cultura puede generar ganancias directas e indirectas para una ciudad y eso lo saben muchos de los países a los que siempre miramos como modelo y otros, vecinos nuestros, que están logrando alcanzar un alto nivel de oferta y demanda cultural, que antes no tenían, gracias al interés de la sociedad y sus funcionarios en el tema.

Para el teatro no hace falta una gran industria, ni una gran inversión, hace falta imaginación y eso, aun a riesgo del lugar común, a nosotros nos sobra. Las fuerzas del campo cultural son desaprovechadas en la ciudad de Buenos Aires, los deseos de un importante sector juvenil de las capas medias no están siendo oídos. No estamos a la altura de nuestra capacidad de trabajo. Hace un tiempo escuché a un director teatral preguntarse, con muy genuina preocupación “¿Quién va a montar a Shakespeare cuando yo me muera?”. Hay cola de directores jóvenes deseosos de reemplazar a los que están, pero necesitan ejercitarse, trabajar, madurar.

Mis deseos para el próximo año son: que empecemos a encarar este tema, agrupándonos los interesados, para proponer o para enfrentar al gobierno de turno; que los vecinos interesados de nuestra ciudad pongan esto en su agenda cuando votan; que los funcionarios ejerzan con proyección su gestión y no con inmediatez mediática.

* Actriz, titiritera, directora y docente. Integrante y cofundadora del grupo El Periférico de Objetos.

Fuente: Página 12

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