Bastante tiempo antes de zambullirse como personaje en las agitadas aguas de Tratame bien , Julio Chávez hablaba desde otro terreno de la presencia constante de los conflictos familiares en su trabajo artístico. "Las mías son familias ignorantes. Mis personajes no están analizados: no tienen cultura de observarse ni reflexionan acerca de su naturaleza", comentaba a LA NACION en febrero de 2008, cuando se disponía a acometer como productor y director teatral el desafío simultáneo de reponer una obra y estrenar otra.
No es difícil entender a partir de estas palabras y del exigente rigor con el que encara nuevos compromisos (todos saben que es totalmente reacio a interpretar papeles en los que no cree) que Chávez haya puesto este año todo su enorme talento al servicio del gran personaje televisivo de 2009 en términos de ficción: el atribulado y atormentado José, uno de los protagonistas de Tratame bien .
Hasta 2009, la televisión había ocupado un lugar secundario en cualquier recorrido por la trayectoria profesional de Chávez, sobre todo cuando se hace desde sus propias palabras. Una notable trayectoria teatral (primero como actor y más tarde convertido en dramaturgo, productor y director), un puñado de aplaudidas composiciones cinematográficas y su labor como artista plástico siempre estuvieron en el primer plano. "La TV es muy demandante y, en el momento de elegir, prefiero otras cosas. Es difícil que la televisión pueda aunar los gustos que me da la profesión: asunto, libro, director, tiempo. Todo es más difícil", reconoció en aquel 2008 que parece, a la luz de lo que acaba de ocurrir con Tratame bien , mucho más lejano.
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Quizás hayan sido coincidencias O tal vez fuerzas que terminaron mancomunándose para que finalmente la TV encontrara un espacio propicio para alguien en condiciones de enaltecerla y quitarle, desde el lugar del intérprete, algo de su proverbial tendencia a banalizar todo lo que tiene entre manos. Lo cierto es que, durante 2009, Chávez encontró una doble y simultánea puerta abierta para que sus inquietudes hayan encontrado finalmente un ámbito compatible con las inquietudes del medio.
Primero, a través de la segunda parte de Epitafios , uno de los ciclos con el que HBO busca iniciar en el mercado televisivo hispanoparlante un camino similar al que llevan adelante sus elogiadas producciones realizadas en Estados Unidos. Y casi inmediatamente después, por medio de Tratame bien , una serie de Pol-ka que acaba de concluir rodeada de elogios, al punto de ser reconocida como una de las ficciones de 2009.
Junto a Cecilia Roth, que fue nada casualmente su compañera en ambos ciclos, Chávez pudo al fin encontrar su lugar en el mundo televisivo. Lejos de las maratónicas exigencias de las tiras diarias, el espacio de un actor de sus características es el de la producción semanal, con más tiempo y espacio para construir personajes con espesor dramático, fortaleza e identidad propia. "Roth y Chávez demostraron ser capaces de encarnar contradicciones y aristas que el guión del ciclo aún no ha descubierto sobre sus personajes", señaló desde estas páginas Dolores Graña al comentar Tratame bien .
Y así fue. Había que ver a Chávez derrochando humanidad con sus arrestos de furia o sus retrocesos culposos, buscando nuevas formas de expresión a través del cuerpo y de la voz, apelando a la comprensión y el sosiego en soliloquios o desesperados diálogos con sus seres queridos para protagonizar algunos de los mejores momentos de 2009. Porque la TV lo cobija gracias a grandes personajes (al José de Tratame bien se suma el policía que encarna en Epitafios II ) y porque logró con su presencia hacer todavía más atractivos los programas en los que apareció, además de disimular y atenuar sus puntos flacos, Julio Chávez es, para esta columna, la gran figura del año.
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