Desde París, donde acaba de estrenar a tablero vuelto su montaje "Sin sangre", el director Juan Carlos Zagal anuncia que la próxima puesta en escena de la compañía.
por Rodrigo Miranda
Uno de los factores que explican la consolidación del Festival Santiago a Mil a lo largo de sus 16 años es la planificación. Así, cuando falta poco más de una semana para que comience el evento dedicado al Bicentenario, los organizadores ya planean una extensión de la programación durante el resto del año. Durante 2010 el director Raúl Ruiz presentará Amledi, el tonto, su versión de la obra que inspiró Hamlet, de Shakespeare, y la compañía italiana Societas Rafaello Sanzio exhibirá Buchettino, adaptación con elenco chileno de Pulgarcito, de Charles Perrault. En tanto, en enero de 2011 será el turno del debut local de la nueva obra del Teatro Cinema, El hombre que daba de beber a las mariposas, cuyo estreno mundial está fijado para junio de 2010, en el Festival de Nápoles, Italia.
La segunda entrega de la trilogía, que se inició con Sin sangre, será más luminosa. Los personajes irán en búsqueda de los vestigios de un concepto ancestral: el amor. La interrogante que plantea la obra es si pueden los afectos servir de acceso a umbrales de mundos diferentes, o si, por el contrario, el amor es sólo una ilusión. Serán cuatro historias y cuatro universos que se mezclarán en un solo montaje, como en la explosión de un gran agujero negro.
En los últimos tres años, el grupo liderado por Juan Carlos Zagal y Laura Pizarro se ha consagrado a Sin Sangre desde su estreno en el Teatro UC, en septiembre de 2007, hasta el martes pasado, día en que finalizó la temporada en el Théâtre de la Ville de París, en el barrio de Montmartre. En la próxima puesta en escena volverán a mezclar cine y teatro, pero ahora descansando en una dramaturgia propia.
Los ex La Troppa volcarán toda su fascinación por el oficio de narrar historias en otro esfuerzo por renovar el teatro. El dispositivo escénico y técnico será complejo y los actores de la compañía se sentirán actuando casi frente a una cámara de cine, ya que interactuarán en vivo con imágenes 3D filmadas para la obra. La apuesta estará en que el espectador no diferencie un registro del otro, no distinga entre lo virtual y lo humano.
La ficción incluye el rodaje de una película, constantes cambios de locaciones y ángulos de cámara. La opción por el cine no es al azar. La trama es fragmentada, cinematográfica en esencia. La tarea es hacer visible un guión que Teatro Cinema ya tiene dibujado, escena por escena, tras ocho meses de trabajo con el dibujante Abel Elizondo.
Desde Francia y antes de una función a tablero vuelto de Sin sangre, el director y actor Juan Carlos Zagal cuenta que, a pesar de la distancia, a través de Skype el elenco en París ha realizado ensayos de tres o cuatro horas con los actores en Chile: Ita Montero, Cristian Garín y José Manuel Aguirre, los nuevos integrantes de la compañía.
¿Qué diferencia hay entre el método de trabajo de la nueva obra respecto de Sin Sangre?
Esta vez vamos a trabajar con un equipo de 10 a 12 personas, dirigido por Erwin Gómez, que realizará las filmaciones y dirigirá la posproducción de las imágenes. Será una productora entera a la que vamos a estar ligados. Además, vamos a trabajar junto a la RAI, el canal estatal italiano, porque la obra se estrena en el Festival de Nápoles. Trabajaremos con ellos algunos elementos de la posproducción, porque la obra incluirá imágenes con tecnología en 3D.
En una viñeta del storyboard aparece un hombre con las manos abiertas, rodeado de un torbellino de mariposas. ¿Qué representa esa imagen?
Es una de las imágenes. En la obra hay una parte mitológica y muchos juegos de tiempo. La trama se estructura tal como funciona la mente. Hay historias fantásticas que se van mezclando. Hay mariposas, hombres, viajes, pensamientos y hasta se filma una película entremedio. Es una locura. Nos tiene entretenidos y estamos muy ansiosos de volver a Chile para montarla. Es una historia original y es cuatro veces más compleja que Sin sangre, en términos de complejidad dramática. Están potenciados al máximo el lenguaje y las historias. Los actores vamos a tener que trabajar muy duro para poder interactuar en vivo con todos los mundos que van a ir apareciendo en el escenario. Lo hemos pasado muy bien y nos hemos emocionado ensayando. La invitación que le hacemos ahora al público es a jugar y a disfrutar de la vida.
El material con el que trabajan es más poético que el de Sin sangre, además es dramaturgia propia.
Esta vez cada uno de nosotros ya tiene la historia en la cabeza desde el inicio, porque surgió de nuestra imaginación. Cada escena ya la vimos. Hicimos un trabajo más exhaustivo del guión, más profundo y poético, que en Sin sangre. La interpretación que ha hecho Abel Elizondo de cada una de las escenas a través de sus dibujos es potente. El storyboard nos da las opciones de cámara. Nos permite visualizar los planos imposibles para el teatro.
¿Cómo recibieron en París este teatro que incorpora lo cinematográfico?
El público estaba muy emocionado con Sin sangre. Rescataban el equilibrio que hay entre la energía actoral que hemos ido desarrollando y el lenguaje cinematográfico. Les llamaba la atención la tridimensionalidad de los espacios, les cautivaba la mezcla entre teatro y cine, la vertiginosidad del relato.
¿Cómo ha evolucionado Sin sangre desde su estreno?
Cada función tiene la misma incertidumbre de la primera. Pero el gran cambio en estos tres años ha sido la actuación. Los actores hemos madurado nuestra fuerza interpretativa, la energía que transmitimos al subir al escenario. Hemos descubierto los matices de la historia y su emoción más profunda.
Fuente: La Tercera
La segunda entrega de la trilogía, que se inició con Sin sangre, será más luminosa. Los personajes irán en búsqueda de los vestigios de un concepto ancestral: el amor. La interrogante que plantea la obra es si pueden los afectos servir de acceso a umbrales de mundos diferentes, o si, por el contrario, el amor es sólo una ilusión. Serán cuatro historias y cuatro universos que se mezclarán en un solo montaje, como en la explosión de un gran agujero negro.
En los últimos tres años, el grupo liderado por Juan Carlos Zagal y Laura Pizarro se ha consagrado a Sin Sangre desde su estreno en el Teatro UC, en septiembre de 2007, hasta el martes pasado, día en que finalizó la temporada en el Théâtre de la Ville de París, en el barrio de Montmartre. En la próxima puesta en escena volverán a mezclar cine y teatro, pero ahora descansando en una dramaturgia propia.
Los ex La Troppa volcarán toda su fascinación por el oficio de narrar historias en otro esfuerzo por renovar el teatro. El dispositivo escénico y técnico será complejo y los actores de la compañía se sentirán actuando casi frente a una cámara de cine, ya que interactuarán en vivo con imágenes 3D filmadas para la obra. La apuesta estará en que el espectador no diferencie un registro del otro, no distinga entre lo virtual y lo humano.
La ficción incluye el rodaje de una película, constantes cambios de locaciones y ángulos de cámara. La opción por el cine no es al azar. La trama es fragmentada, cinematográfica en esencia. La tarea es hacer visible un guión que Teatro Cinema ya tiene dibujado, escena por escena, tras ocho meses de trabajo con el dibujante Abel Elizondo.
Desde Francia y antes de una función a tablero vuelto de Sin sangre, el director y actor Juan Carlos Zagal cuenta que, a pesar de la distancia, a través de Skype el elenco en París ha realizado ensayos de tres o cuatro horas con los actores en Chile: Ita Montero, Cristian Garín y José Manuel Aguirre, los nuevos integrantes de la compañía.
¿Qué diferencia hay entre el método de trabajo de la nueva obra respecto de Sin Sangre?
Esta vez vamos a trabajar con un equipo de 10 a 12 personas, dirigido por Erwin Gómez, que realizará las filmaciones y dirigirá la posproducción de las imágenes. Será una productora entera a la que vamos a estar ligados. Además, vamos a trabajar junto a la RAI, el canal estatal italiano, porque la obra se estrena en el Festival de Nápoles. Trabajaremos con ellos algunos elementos de la posproducción, porque la obra incluirá imágenes con tecnología en 3D.
En una viñeta del storyboard aparece un hombre con las manos abiertas, rodeado de un torbellino de mariposas. ¿Qué representa esa imagen?
Es una de las imágenes. En la obra hay una parte mitológica y muchos juegos de tiempo. La trama se estructura tal como funciona la mente. Hay historias fantásticas que se van mezclando. Hay mariposas, hombres, viajes, pensamientos y hasta se filma una película entremedio. Es una locura. Nos tiene entretenidos y estamos muy ansiosos de volver a Chile para montarla. Es una historia original y es cuatro veces más compleja que Sin sangre, en términos de complejidad dramática. Están potenciados al máximo el lenguaje y las historias. Los actores vamos a tener que trabajar muy duro para poder interactuar en vivo con todos los mundos que van a ir apareciendo en el escenario. Lo hemos pasado muy bien y nos hemos emocionado ensayando. La invitación que le hacemos ahora al público es a jugar y a disfrutar de la vida.
El material con el que trabajan es más poético que el de Sin sangre, además es dramaturgia propia.
Esta vez cada uno de nosotros ya tiene la historia en la cabeza desde el inicio, porque surgió de nuestra imaginación. Cada escena ya la vimos. Hicimos un trabajo más exhaustivo del guión, más profundo y poético, que en Sin sangre. La interpretación que ha hecho Abel Elizondo de cada una de las escenas a través de sus dibujos es potente. El storyboard nos da las opciones de cámara. Nos permite visualizar los planos imposibles para el teatro.
¿Cómo recibieron en París este teatro que incorpora lo cinematográfico?
El público estaba muy emocionado con Sin sangre. Rescataban el equilibrio que hay entre la energía actoral que hemos ido desarrollando y el lenguaje cinematográfico. Les llamaba la atención la tridimensionalidad de los espacios, les cautivaba la mezcla entre teatro y cine, la vertiginosidad del relato.
¿Cómo ha evolucionado Sin sangre desde su estreno?
Cada función tiene la misma incertidumbre de la primera. Pero el gran cambio en estos tres años ha sido la actuación. Los actores hemos madurado nuestra fuerza interpretativa, la energía que transmitimos al subir al escenario. Hemos descubierto los matices de la historia y su emoción más profunda.
Fuente: La Tercera
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