¿Hay una edad para el arte? ¿Puede decirse que alguien es muy chico para apreciar una ópera?
Cada vez más se presta mayor atención a las posibilidades de interacción de los bebés y niños con el arte. Tiempo atrás seguramente parecía insólito llevar a un recién nacido al teatro, o mucho menos a una ópera, más que para que el niño llore o se vea perturbado por el ambiente extraño o los fuertes sonidos desconocidos para él.
Sin embargo, los bebés sienten, perciben y comprenden perfectamente. Por eso, en España han surgido distintas iniciativas que proponen a los padres y sus bebés la conexión con la música, el teatro, las luces, las grandes historias de la ópera.
Es la compañía residente del teatro Fernán Gómez, La Casa Incierta, la encargada de adaptar la ópera a bebés de entre cero y tres años. El espectáculo se llama En la punta de la lengua, y juega con la musicalidad del balbuceo junto con piezas de Verdi, Puccini y Bellini.
La obra, que se presenta hasta marzo de 2010, es una puesta sensorial con sonidos guturales, suspiros y susurros poéticos.
El director de la compañía, Carlos Laredo, explicó que la obra es “un viaje por la sonoridad de las palabras” que parte de la pequeña sensación de lo que sentimos pero no somos capaces de verbalizar, expresar o comunicar, “algo que les sucede tanto a los adultos como a los bebés”.
“Las sopranos Clarice Cardell y Tatiana Melynchenko interpretan el papel de una mujer que se ve empujada a explorar la expresión de lo que no logra entender pero que es tan urgente como dar respuesta al hambre, dolor o sueño de su bebé”. La madre decide aprender de su hijo y de esa lengua y descubre que hay caminos que no son lineales y que hay todo un universo por descubrir.
El texto está basado en los sonidos de la boca, en una búsqueda por explorar los primeros sonidos, “el tránsito de la formación de consonantes, fonemas, palabras y frases”, añadió. “Además, estos sonidos están asociados a emociones que el bebé vive desde que está en el seno de su madre, con las que también se juega en esta función”, comentó Miguel Angel Mendo, su autor.
Dentro del espacio del teatro Fernán Gómez hay lugar para talleres de formación para artistas y educadores, porque en esta propuesta yace una concepción de educación muy especial, que tiene en cuenta en su filosofía la importancia del arte en la formación de los sujetos.
Carlos Laredo, director de la compañía, tiene una larga experiencia en espectáculos para bebés. El asegura que, observando las reacciones de los niños en dichas obras, ha podido empezar a comprender las pequeñas tragedias y comedias que forman parte de sus vidas.
Entre los espectáculos anteriores que llevó adelante esta compañía figura ¿Cuándo?. Destinado a bebés de entre 1 y 3 años, la escena se componía de un actor jugando con distintos objetos (una cesta de manzanas, recipientes con agua y tierra, una flor). Ayudado por las palabras, el personaje se iba preguntando sobre el mundo que lo rodea, descubriendo los elementos de la naturaleza.
Desde otro dispositivo, la escritora Georgina García Mauriño, a raíz de sus cuentos fantásticos y de ilustraciones creadas por ella, diseñó la colección de discocuentos Cuéntame una ópera. Como gran amante de esta multidisciplina artística, Mauriño consigue construir el puente hacia los niños. Ella considera que es a través de la síntesis y la sencillez del lenguaje que puede convertir la historia en más accesible para los más pequeños. En cuanto a los fragmentos musicales, elige aquellos más descriptivos de una emoción o momento narrativo, o los más conocidos, y descarta los que pueden llegar a ser incomprensibles por su profundo dramatismo.
Con la ópera en este formato se unen la música, la historia y la imaginación. Además de la invitación a la expresión por medio del baile, salto o canto, los chicos pueden conocer a los personajes y mitos de la cultura como Orfeo, Ulises, Don Juan, Carmen.
En esto es fundamental, según Mauriño, el acompañamiento de los padres. Aquí los mayores pueden contribuir contando lo que dice el texto, dialogar con los niños, invitándolos a jugar con la música y los personajes, a disfrazarse o dibujar.
Además de la función pedagógica y artística que tienen estas iniciativas, sirven también para fortalecer la conexión de padres a hijos, y de los grandes con sus propias percepciones y afinidades con el arte que tal vez dejaron olvidadas.
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