sábado, 26 de diciembre de 2009

El abuelo filósofo les escribe a sus nietos

Mágico. Con 80 años escribe y engancha a lectores infantiles. Con "El diablo de las matemáticas" ayudó a que los niños le pierdan el miedo a los números. En su último libro, "Beto y el cesto de los deseos" le hace decir al protagonista: "Que el mundo cambie para mejor es cuestión de deseo y de voluntad".

HANS MAGNUS ENZENSBERGER Y LA LITERATURA INFANTIL

El ensayista de Política y delito, el poeta de Defensa de los lobos, el novelista de El corto verano de la anarquía, es un destacado autor de cuentos para chicos.

No es el primero que lo hace ni el último, por supuesto. Umberto Eco, Ray Bradbury, John Irving –por citar solo a algunos– alguna vez se sintieron tentados de abandonar por un momento la literatura para adultos y escribir relatos dirigidos a los pequeños de la casa. ¿Por qué Hans Magnus Enzensberger no iba a caer en la más inocente de las tentaciones?

Escribir con 80 años recién cumplidos un libro que engancha a los niños y con el cual se ríen a carcajadas incluso después de leerlo varias veces es un don. El prestigioso ensayista alemán lo tiene y lo despliega en su último libro para chicos, Beto y el cesto de los deseos.

A finales de los años 90 se propuso un imposible: que los chicos no sólo perdiesen el miedo a las matemáticas sino que además se apasionasen con ellas con El diablo de los números, y ahora el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2002 les hace reflexionar sobre el poder de los deseos.

Que el mundo cambie para mejor es cuestión de deseo y de voluntad, dice el protagonista de Beto y el cesto de los deseos (“Bibs”, en su versión original), publicado en español por Siruela en su prestigiosa colección Las Tres Edades. “Imaginarse un mundo radicalmente nuevo no es empresa fácil”, reconoce un agotado Beto tras darse cuenta de lo mucho de bueno que hay en las cosas que le rodean.

Una reflexión de Enzensberger (Kaufbeuren, 1929), condecorado el pasado junio con la Orden de las Artes y las Letras de España, que, pese a las apariencias, está exenta de conformismo.

En un guiño cómplice, este escritor polifacético y versátil (es poeta, narrador, ensayista, periodista, autor teatral) trata de transmitir a los chicos, a través de la entrañable peripecia de ese pequeño Dios a su pesar que se llama Beto, que cualquier cosa, por muy inverosímil o difícil que parezca, es posible.

Este cuento, redactado en formato clásico, a la antigua usanza, destila un humor muy fino, que encaja con precisión suiza con las ilustraciones de Rotraut Susanne Berner (Stuttgart, 1948), cuyas inconfundibles imágenes acompañaban ya El diablo de los números (1997) y ¿Dónde has estado, Robert? (1998), de Enzensberger. Dos relatos infantiles del aclamado autor de Europa, Europa y de Poesía para los que no leen poesía, un maestro que prueba que los grandes no se olvidan de los pequeños lectores.

En El diablo de los números, publicitado como “un libro para todos aquellos que temen a las matemáticas”, Robert es un chico a quien no le gusta esa materia porque no la acaba de entender, como les sucede a tantas personas. Una noche sueña con un diablito que lo guía por el apasionante mundo de los números. Pronto, el diablo lo hará abandonar los tópicos escolares y hará que acceda a niveles superiores. Los números, cada página que pasa, se van volviendo cada vez más absorbentes. Robert quiere saber más y más hasta que, al fin, el diablo le hace comprender que algunos problemas y paradojas pertenecen a las altas esferas de la ciencia.

En ¿Dónde has estado, Robert?, el protagonista efectúa un viaje por el tiempo y la historia gracias a las imágenes. Le basta ver una imagen –ya sea en la televisión, en el cine, en un cuadro o en una fotografía– para introducirse en la escena que contempla.

Así el lector viaja por distintos países y épocas: la Alemania nazi, la guerra de los Treinta Años o la Revolución Rusa son escenarios de siete viajes, de siete aventuras que ayudan a entender que detrás de cada imagen existe una historia, un mundo, una época, y que el deber de cada uno es preguntarse por su significado.

Siete relatos contiene también el libro Escalofriantes historias de los niños prodigio, que Enzensberger escribió bajo el seudónimo femenino de Linda Quilt. Es el caso de Melinda Milford, obligada por un sortilegio a decir siempre la verdad, o de Begon Howard Reginald Stafford Llewelyn-Fitch, que hace desaparecer a la persona que tiene enfrente cuando pronuncia su imposible propio nombre. O de Balthazar Bollinger, que tiene una figura tan esférica que parece un globo, y por ello está siempre expuesto a los caprichos del viento.

La conexión de este libro con el relato sobre la familia de conejitos Esterhazy, con el que se completa el aporte de Enzensberger a la literatura infantil y juvenil, es el pincel de Michael Sowa (Berlín, 1945), que ilustra los dos volúmenes. Considerado como un clásico de la literatura infantil alemana y cargado de dobles sentidos, Esterhazy está escrito a cuatro manos con Irene Dische (Nueva York, 1952), se ambienta en el Berlín dividido por el muro y cuenta las peripecias de un conejito centroeuropeo en busca de una gran mujer para mejorar su linaje. Un universo que está presente también en sus libros para el público adulto.

Fuente: Crítica

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