miércoles, 13 de mayo de 2009

"Actuar es un acto dificultoso"

Alezzo recibirá en pocas semanas el premio María Guerrero por su carrera Foto: Silvana Miyashik

Dirigió más de 70 obras

Agustín Alezzo habla de su puesta de El rufián en la escalera y de su larga trayectoria como docente

Por Laura Ventura
Para LA NACION

Un timbre interrumpe la conversación. Agustín Alezzo cierra los ojos para escucharlo atento, como si se tratara de alguna de las partituras de jazz que lo cautivan. El director le pide a su asistente que esa campanilla suene de otro modo. Luego de una veintena de intentos, casi idénticos entre sí, aparece el sonido perfecto y Valentín desenchufa el interruptor ("para que los chicos no jueguen con él"). El rufián en la escalera está compuesto de infinitos elementos y este realizador minucioso está dispuesto a encontrar en el texto de Joe Orton a cada uno de ellos para trasladarlos a la puesta que estrena el próximo viernes en la sala y escuela que dirige.

Alezzo es, junto con su amigo Augusto Fernandes, el último gran maestro de actores de teatro de su generación, una estirpe a la que pertenecieron también Carlos Gandolfo, Alejandra Boero y Hedy Crilla, entre otros. Pero, además, es un director prolífico. Desde esta semana, serán tres las obras suyas en cartel y a Rose (con Beatriz Spelzini), de Martin Sherman, y Cena entre amigos (con Cecilia Chiarandini, Roberto Vallejos, Nora Kaleka y Lizardo Laphitz), de Donald Margulies, suma una nueva puesta.

Además, Alezzo recibirá en las próximas semanas el premio María Guerrero a la trayectoria: Julio Chávez ( Yo soy mi propia mujer ), Alfredo Alcón ( Romance con lobos ), Norma Aleandro ( Master Class ), María Rosa Gallo y Roberto Carnaghi (ambos en El jardín de los cerezos ), entre otros, son sólo algunos de los actores que dirigió a lo largo de una carrera transitada con más de 70 obras.

Los fines de semana y las vacaciones no existen para este hombre que elude las adulaciones y los mimos, que nunca tiene hambre y que come sólo para alimentarse, que fuma cigarrillos rubios con boquilla y que tiene la costumbre de decir siempre la verdad. En su universo conviven las páginas de una biblioteca infinita, las caricias de Negrita, una perra que lo espera ansiosa, las secuelas de un accidente cerebral que le dejó un pie inmovilizado y más de 250 alumnos.

-¿Existe el "método Alezzo"? ¿Sobre qué hace hincapié la formación que les transmite a sus actores?

-No tengo una técnica. Intento enseñarles que sean orgánicos en escena, que no sean falsos. Que no se dejen ganar por la exhibición frente a los demás porque el hecho de actuar es un acto dificultoso: hay alguien que está siendo mirado por otros. Y el actor sólo cuenta con un instrumento, es decir, él mismo, con su cuerpo, y con su compañero, en algunos casos. Es en eso donde debe centrar su atención. Exclusivamente.

?Usted fue actor. ¿Por qué dejó de actuar [en 1972, un año antes de asumir como rector de la Escuela Nacional de Arte Dramático]?

?Porque me ganó el dirigir. Me apasionó. No fue una decisión que tomé de un día para otro. Hay cosas que uno hace durante períodos de la vida y cuando mira para atrás parece que lo ha hecho otra persona. Nunca tuve nostalgia de dejar la actuación. Lo mismo me ocurre cuando recuerdo que estudié Derecho durante tres años, hasta que, por suerte, entré en el teatro.

?En su juventud, usted había querido ser dramaturgo. ¿Hace mucho que no escribe?

?Luego de una larga estadía en Perú, volví a la casa de mi madre, porque necesitaba curarme. Tenía tuberculosis. Pasé dos meses en cama y fui feliz. Estaba despierto todo el día y llegaba exhausto a la noche. Ahí, entre las visitas de mis amigos, escribí una obra de teatro para entretenerme. Era 1966 y tuve que enterrar esa pieza, no me gustó nada. Nunca más escribí.

De maestros y alumnos

Aunque nunca dirigió una obra de Federico García Lorca, su sala lleva el mismo nombre que el teatro que dirigía el artista andaluz. El Duende es el homenaje de Alezzo a su amiga y maestra, Hedy Crilla, quien bautizó así la casa que tenía en Pinamar. Allí, ambos pasaron largos veranos.

En el templo de Alezzo, que evoca a un ser mágico y de fantasía, estudian personas de carne y hueso y se iniciaron docentes que hoy dictan sus propios talleres. Julio Chávez, Boris Rubaja, Beatriz Mater, Jorge Vera-Ocampo, Roberto Castro, y la lista recién comienza. "Por favor, no me haga nombrar a un actor o docente preferido, porque nombrar a uno sería desechar a los demás, y no me parece justo", ruega Alezzo, amable, mientras acaricia el bastón que lo acompaña desde hace nueve años. Infatigable, pero sereno, profundo y preciso, el director habla de otra guía, de otro sostén robusto: "Yo acompaño un aprendizaje. Observo las dificultades de cada uno de mis alumnos y voy con ellos en aquel transitar. Ese es mi trabajo. Simplemente", resume sin falsa modestia.

Para agendar

El rufián en la escalera, de Joe Orton.

El Duende, Córdoba 2797 (4964-5710). Viernes y sábados, a las 23:15 y; domingos, a las 21. Valor de la entradas: 40 pesos.

Fuente: La Nación

No hay comentarios: