jueves, 16 de abril de 2009

Joaquín Furriel: actor nacional y popular

BUENOS AIRES

Con el estreno de mañana de El reñidero, en el Regio, Furriel vuelve a meterse en un texto del teatro clásico argentino

Por Verónica Pagés

De la Redacción de LA NACION

Se podría decir que después de la sesión de fotos Joaquín Furriel se quedó enganchado del personaje, pero no, son apenas algunos puntos en común ¿superficiales ellos? que asemejan al Orestes que acaba de bajar del escenario con el actor que se sienta en una butaca del teatro Regio a conversar. Ambos se muestran poco afectos a las sonrisas, de paso lento y pensante. Pero una vez que la charla toma color, Furriel logra sacudirse a su circunstancial alter ego para hablar de él, sí, y de la larga lista de puestas que lo han tenido como protagonista y que curiosamente son, en su mayoría, títulos del teatro clásico nacional. Primero fue Tenesy , en el Cervantes (donde se aludía a Tennessee Williams); luego El puente , más tarde Don Chicho , Locos de verano , La malasangre , El guapo del 900 , y ahora El reñidero , de Sergio De Cecco, que mañana sube a escena con dirección de Eva Halac, la misma que lo hizo hacer de guapo en plena calle y delante de miles y miles de personas. Quizá fue la fuerza de esa experiencia la que lo atrae de nuevo hacia ese mundo de principio de siglo en el que, esta vez, se hace carne la Electra de Sófocles.

"La verdad puede ser que esta obra cierre para mí una suerte de ciclo sobre teatro clásico nacional; pero no me la quería perder. Se trata de un texto al que le tenía ganas desde hacía mucho tiempo, desde que era estudiante del Conservatorio Nacional; Orestes es un personaje muy interesante y te da la posibilidad de trabajar distintas cosas a nivel interpretativo", comienza Furriel que, desde hace muy poco, está disfrutando verdaderamente de los ensayos ya que en un momento se superpusieron con los últimos días de grabación de la telenovela que protagonizaba, Don Juan y su bella dama . "Yo los llamo tiempos Kung Fu, en los que trato de tomarme las cosas con calma porque sino se vuelven imposibles. Lo peor de todo es que ahora tengo a mi hija [Eloísa, de un año y 2 meses] y me mata no verla", sigue el actor.

Ahora que está con más tiempo para repartir se lo ve relajado sin necesidad de recurrir a la meditación. Aunque al hombre le gusta pensar y repensar cada respuesta antes de animarse a abrir la boca y, cuando lo hace, es casi sin solución de continuidad.

-Llama la atención que en tu carrera haz podido mechar muy bien la televisión con el teatro, sobre todo oficial.

-Es cierto, casi todo lo hice en el ámbito oficial porque me parece que es el lugar donde se pueden hacer obras de las cuales no hay tanta especulación comercial, y además porque me gusta la popularidad de ese teatro. Con el independiente está todo bien, pero me gusta más como espectador que como actor. De verdad me gusta trabajar para un público más amplio, en el que puede estar el que es asiduo al off , pero también uno que viene de la televisión o el que gusta del teatro argentino, el que sigue sólo al oficial u otro que se acerca porque hoy en día yo, como actor, también soy comercial. De hecho los actores que siempre me han gustado están en un registro más general, algo así como que nos pertenecen un poco más a todos: de Pablo Podestá a Alfredo Alcón, de Enrique Muiño a Julio Chávez. Me encanta verlo a Alejandro Urdapilleta como cuando lo vi en El relámpago en el Cervantes, pero no sé si me hubiese gustado verlo en una sala para 25, como diciendo "qué genial lo que estamos viendo nosotros solos". Me gusta cuando el actor combina un trabajo personal serio de interpretación con propuestas de un alcance mayor. Por eso me atrae hacer tiras diarias donde encontré un espacio muy saludable, de muchas inserción social.

-Parece todo muy planeado. ¿Fue así?

-En realidad se armó en los últimos tres años; antes, durante los cuatro anteriores estaba frustrado internamente, no entendía muy bien para qué estaba haciendo televisión. Y creo que en Soy gitano me pasó algo muy fuerte, ahí percibí por primera vez ésto que tiene la tele, que te acerca a mucho público. Por entonces estaba haciendo Don Chicho en el Cervantes, dirigido por Leonor Manso, y empecé a ver que venía gente al teatro que ni siquiera conocía el Cervantes, y todo por mi papel de el Niño de Soy gitano . Y ahí empecé a sentir una sensación de poder en cuanto a mis tomas de decisiones y la responsabilidad que ellas implicaban. Con eso algo se calmó y seguí trabajando en esa línea, y ahora siento que tengo dos curriculum paralelos que conviven muy bien.

Es claro, entonces, que Joaquín Furriel no necesite pasar de la tele al teatro para refrendar su carrera como actor porque el camino que hizo fue exactamente el inverso. Todo empezó a los 13 años, cuando en la escuela de Adrogué a la que asistía le recomendaron volcarse hacia las actividades artísticas para domar cierta indisciplina que debe haber vuelto locas a sus profesoras. Comenzaron los talleres en las sociedades de fomento de la zona sur, luego llegaron los primeros viajes a Buenos Aires para ver teatro, el Conservatorio, los primeros papeles sobre un escenario y la televisión que lo terminó de catapultar como galán.

"No sé cómo seguirá todo, me di cuenta que puedo hacer de galán pero no toda la vida; ahora ya tengo una hija y llegará el momento en que quizá tenga ganas de trabajar otros conflictos", concluye Furriel que, aunque no tenga certezas sobre el futuro, puede tener pistas. Sin ir más lejos, luego de su paso por El reñidero lo espera un Rey Lear en el que compartirá cartel con Alfredo Alcón y Roberto Carnaghi. Actores con los colores que a él le gustan.

Para agendar

El reñidero, de Sergio De Cecco, con dirección de Eva Halac.

Regio, Córdoba 6056. Jueves a sábados, a las 20.30; domingos, a las 19. Entradas: desde 25 pesos. Jueves: 20 pesos.

http://www.lanacion.com.ar

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