jueves, 30 de abril de 2009

Actor por vocación y pasión

BUENOS AIRES
Lorenzo Quinteros: el hombre de las múltiples caras
En estos momentos trabaja en la escena oficial (en el San Martín y en el Cervantes), en la escena alternativa y está de gira por el interior con Final de partida.

Por Carlos Pacheco
Para LA NACION

Tres producciones teatrales y una pequeña gira por el interior del país fueron, en los últimos meses, el centro de la actividad del actor y director Lorenzo Quinteros.

En algún momento se sintió algo estresado pero, en verdad, el placer de componer al Hum de Fin de partida, de Samuel Beckett (en gira); empezar a adentrarse en la piel del marqués de Sade de Marat-Sade, de Peter Weiss en el San Martín y dirigir a Víctor Laplace, Claribel Medina y Rafael Bruza en el Cervantes (el elenco de Tango turco, pieza del mismo Bruza) y estrenar La pecadora, de Adriana Genta, también como director, le posibilitaron reconocer que su vida laboral había cambiado.

Es que durante casi diez años estuvo al frente del teatro El Doble, donde combinó la creación con la pedagogía; eso lo mantuvo un tanto al margen de otros espacios de trabajo. Finalizada aquella etapa, parecería estar refundando su carrera y, por eso, no puede causar sorpresa que pase del circuito independiente al oficial mientras realiza algunas apariciones en la televisión.

El mismo Lorenzo Quinteros lo explica: "No extraño El Doble. Lo dejé cuando cumplió su etapa. Disfruté muchísimo esos años, con obras que no hubiera podido hacer ni el medio oficial ni el comercial. Fue una gran necesidad personal. Pude juntar la parte pedagógica, la actuación y la dirección en un mismo ámbito. Pero después se transformó en un bunker, en un encierro. Pasé años enteros sin trabajar en el medio. Bastó para decir: «Voy a dejar El Doble» para que me llamen de todos lados, incluso de la televisión. Y si bien es lindo concentrarte en tu trabajo, también se da que extrañás la itinerancia del actor: ir de un teatro al otro, de un elenco a otro, actuar y ponerte al servicio de otro director. A mí me gusta mucho que me dirijan, además. Y ahora todo eso ha vuelto a pasar".

Y tan vertiginosamente que, desde hace un mes y medio, no hace más que dedicarse al teatro. "Toda mi vida social se terminó -explica-, no leo ni los mails. Pero lo peor fue cuando aun no habiendo terminado de hacer funciones de Beckett, me propusieron hace el texto de Weiss. Tenía en mi cabeza a dos personajes enormes: Hum y Sade. Dos letras sumamente complejas."

Cuando se le propone a Quinteros un recorrido por estas producciones, asoma de inmediato una clara realidad. Ningún proyecto se parece al otro y, sin embargo, en todos asoman -en tono de comedia o drama- seres apasionados que buscan torcer su destino o el de la humanidad, así de enorme es el marqués de Sade.

Los espectáculos

La pecadora , la pieza de Adriana Genta que se estrenó con dirección de Cristina Banegas hace algo más de una década, es un proyecto que Lorenzo Quinteros comparte con su actual pareja, la actriz Romina Moreto. Juntos habían compartido El balcón, de Jean Genet, y ella quería volver a ser dirigida por él. La pieza que se presenta en el Teatro del Pueblo muestra aspectos de la vida de la poeta uruguaya Delmira Agustini que Genta va hilvanando con textos propios, además de poemas y cartas de la escritora; una mujer muy transgresora para su época a quien mató su marido a los 48 años y luego él se suicidó.

"Delmira era muy provocadora, tenía una poesía erótica que resulta extraña para la época. Tomé la pasión como eje de este trabajo -cuenta el director-. Una pasión que va enfermando a los personajes. Creo que Delmira enfermaba a los demás. Tuvo una pasión tan desbordada que contagiaba a quienes la rodeaban".

Una comedia particular

Tango turco, de Rafael Bruza, es el segundo proyecto que lo tiene a Quinteros como director. "Me gusta Bruza -cuenta- porque es singular dentro de la dramaturgia argentina. No tiene que ver con la creación que viene de los 60 y tampoco pertenece a la nueva dramaturgia. Tiene elementos grotescos, incluso absurdistas y hasta surrealistas. Es una especie de Woody Allen".

La trama de esta comedia gira en torno a una pareja de cantantes de cabaret que comete un acto delictivo y parte en gira por el mundo. En el trayecto contratan a un guitarrista de origen turco que no entiende nada de tango. "La historia revierte el mito de triunfar en París. Ellos viven la ilusión de poder plasmar el amor aún a pesar del crimen que cometieron, pero ese crimen los persigue, los enloquece".

La hora del actor

Cuando el director Villanueva Cosse le propuso a Lorenzo Quinteros recrear el personaje del marqués de Sade, según el texto de Peter Weiss, en el San Martín, éste entendió de inmediato que, aun con sus otras actividades, no se lo podía perder.

Weiss concibió esta pieza en los años 60 y su estreno provocó en Europa algo de turbulencia. Se apoya en un dato real. El marqués de Sade representaba obras con locos para explicar a los aristócratas su visión del mundo. En la pieza, cuya acción transcurre en un hospicio, son locos los que representan el enfrentamiento entre el pensamiento de Sade y el de Jean Paul Marat, teniendo como marco la Revolución Francesa.

-¿Qué dice esta pieza hoy, y en esta Argentina?

-Dice muchas cosas. Es una obra en la que se impone un pensamiento sobre la revolución, algo que hoy, aquí, es imposible. Esa discusión entre el militante de la revolución que es Marat y el nihilista, de alguna manera, de Sade, me parece que hoy tiene mucho que ver porque, en realidad, en la historia ha triunfado Sade. Hoy no es verosímil pensar en la revolución armada para cambiar el mundo; no engancharías a nadie, excepto a grupos muy pequeños. Pero en los años 70 era creíble, incluso era aceptable la muerte en aras de cambiar el mundo. En este presente es inverosímil el pensamiento de Marat, pero a la vez añorado. El cree tanto en lo que hace que apuesta al cambio y cree que verdaderamente se puede producir y que no hay que dejarse abatir por las pequeñas derrotas; se puede cambiar el mundo. En oposición, el pensamiento de Sade hoy es más acertado: nada va a cambiar, cada uno debe defender su terreno. Ese individualismo es común en nuestro tiempo. Creo que la obra resuena porque toda lucha de pensamiento bien formulada resuena siempre. La pelea entre Sade y Marat la podemos trasladar a otros campos. Sigue habiendo gente que cree y pone en juego su vida y están aquellos que se retiran a observarlo todo y que nunca van a cambiar nada".

No hay comentarios: