viernes, 10 de abril de 2009

"Sacco y Vanzetti": las ideas no se matan

Por IRENE BIANCHI

En abril de 1920, cuenta la crónica, unos ladrones robaron 16.000 dólares de una fábrica de zapatos de South Braintree, Massachussets, matando al pagador y a un guardia. Se acusó de los crímenes a Nicola Sacco y a Bartolomeo Vanzetti, dos italianos, anarquistas comprometidos. En ese momento, como en tantos otros, los norteamericanos no distinguían entre anarquistas, socialistas y comunistas: todos eran una "amenaza roja", que debía ser eliminada a cualquier precio, y los inmigrantes de izquierda resultaban particularmente sospechosos.

Los acusados no contaban con una coartada sólida. En el momento de la detención estaban armados, y habían mentido a la policía durante el interrogatorio. El juez de la causa, Webster Thayer -quien fuera de la sala se refería a ellos como "esos anarquistas bastardos"- carecía de imparcialidad para garantizar un juicio justo a dos revolucionarios italianos. Las pruebas que esgrimía el Fiscal Katzman, eran muy poco convincentes. Sin embargo, el jurado los condenó a la pena capital.

Durante los seis años posteriores, lucharon para que se reabriera el caso, y a pesar de que Medeiros, un asesino convicto, confesó el crimen, en abril de 1927, el Juez Thayer los condenó a la silla eléctrica, en medio de protestas y reclamos mundiales.

En 1971, el director italiano Giulano Montaldo, realizó una memorable película basada en esta historia real, protagonizada por Gian Maria Volontè y Ricardo Cucciolla, de la cual también recordamos la bellísima balada interpretada por Joan Baez. En este film, como en la obra de Kartún, se subraya la manipulación de la justicia por parte del poder político de turno. Sacco y Vanzetti fueron ejecutados por ser inmigrantes pobres y anarquistas, no por delincuentes.

Viviana Ruiz, responsable de la dirección y puesta en escena de la pieza de Mauricio Kartún, logra un producto contundente, de gran contenido dramático y fuerte impacto. Genera un clima opresivo, ominoso, en el que el ritmo no decae y la atención del espectador acompaña cada paso en el camino de dos muertes anunciadas.

El elenco es sólido y homogéneo, con actuaciones verosímiles y viscerales; un trabajo de equipo en el que todos se lucen y demuestran su versatilidad y entrega. Destacamos la labor de Fernando Santiago (Vanzetti), Fernando Martín (Sacco), Gustavo Portela (teniente Stewar), Carlos Vignola (Fiscal), Javier Guereña (Juez), Marcelo Allegro (abogado defensor) y Luciano Guglielmino (Medeiros).

La escenografía elegida resulta un muy acertado aliado a la hora de crear ámbitos y reforzar climas. La tarima del juez corrupto va ganando altura a medida que el sujeto cede a las presiones políticas como pasaporte al ascenso. El sonido metálico, tan característico de las comisarías y cárceles, mete miedo, literalmente.

Muy acertado el vestuario de Natalia Santocildes en la recreación de época.

"Sacco y Vanzetti" resulta dolorosamente vigente hoy, en un mundo que ve resurgir la xenofobia y la intolerancia con inusitada virulencia. Nuevamente el arte puesto al servicio de la reflexión, para aprender de los errores y mejorar como sociedad.

Fuente: Diario El Día

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