domingo, 13 de diciembre de 2009

“Me volví loca cuando conocí el flamenco”

Con la raíz del grito

La bailaora de flamenco despide el año en el Centro Crisoles a las 20.30

Como cada año, Paula Pérez "La Paya", cierra el año lectivo de flamenco con una presentación a la que denominó La raíz del grito, que se llevará a cabo esta misma noche a las 20.30 en el Centro Cultural Crisoles (1 entre 41 y 42), donde ella y sus seguidoras de esta danzacompartirán escenario con grandes artistas nacionales como Martín Tovar, Germán Gigena, La Merce y Noelia Gareca.
"Con la raíz del grito busco donde apoyarme y desarrollar lo profundo del arte del flamenco. No sólo los pasos sino la parte expresiva que tiene que estar. La raíz del grito tiene que ver con ese momento tan delicado antes de que uno pegue el famoso grito o reclamo de algo. Esa parte tan sutil que se forma adentro y que es tan dolorosa, para el cuerpo, la garganta o el corazón. Cada uno sabrá qué reclama y qué cosas le gustaría cambiar", detalló la artista platense a Diagonales.

–¿Digamos que el reclamo es un poco la raíz del flamenco?

–Sí, podría ser, aunque yo trato de no apoyarme en la historia del flamenco sino de llevarlo más a la actualidad. Cuántas cosas hay que quisiéramos cambiar, cuántas que no están bien en el aquí y ahora. No soy la típica bailaora que está recurriendo a los orígenes del flamenco, sí nos sirven para aprender de él y de dónde viene. Pero después trato de que sea como una vía para canalizar el aquí y ahora las cosas que nos pasan. La raíz del grito tiene que ver con esto, con la libre interpretación. Y cada una de las alumnas lo abordó de distintas maneras, de distintos lugares.

–¿No cree que nació en el lugar equivocado?

–Sí, por supuesto nací en el lugar equivocado. De hecho desde el ´96 en adelante, vengo viajando todos los años a España, obsesionada por aprender el flamenco y no sólo los pasos sino la cultura de ellos. Siempre fui muy respetuosa sabiendo que hacía un arte que no pertenecía a nuestra cultura. Investigué mucho sobre eso. Hoy en día, sin embargo, estoy más alineada con todo. Hoy sé que todo viene por algo, y por algo nací acá. La verdad que estoy muy agradecida por la carrera que hice acá, primero como bailarina en Buenos Aires, como bailaora haciendo giras, trabajando en tablao diez años sin parar. Y cuando tuve mi segundo hijo, y decidí asentarme acá y enseñar… la verdad que todo fue maravilloso.

–Quizás usted sea el intermediario entre el flamenco y la gente que lo quiere aprender…

–Claro. Estoy feliz de poder seguir con el flamenco. La verdad que podría estar trabajando en una oficina, en un ministerio, pero estoy dedicada a esto, aunque este año no fue nada fácil con el tema de la gripe, donde bajaron todas las cosas y hubo que remarla increíblemente. Tomé la decisión de dedicarme a esto, y como soy artista me las ingenio para seguir innovando sobre esto. Ya estoy entrenada, trato de transformar lo malo en algo bueno siempre.

–¿El flamenco es una manera de ver la vida?

–A veces no tengo mucho que ver con los gitanos o los flamencos, no comparto mucho su ideología. Tengo mi carácter y tengo mi forma de ver las cosas, soy muy visceral. No existen los grises, es blanco o negro, en cuestiones pasionales. Obviamente que en lo demás sí. Con los años, además, me fui aflojando en un montón de cosas. El flamenco para mí es eso, es visceral, ha sido mi forma de expresión, de bailar, de crecer, de ver la vida.

–¿Cuándo comenzó a bailar?

–Empecé con danzas españolas y cuando descubrí el flamenco, me enamoré, que es una de las cuatro escuelas dentro de las danzas españolas. Cuando conocí el flamenco tendría doce, me volví loca porque me dio en la entraña sin entender lo que pasaba, pero mi mamá me dice que estaba ciega por el flamenco en ese momento. Fue un viaje de ida.

Es algo que se siente bien adentro. La mayoría de la gente que se queda en las clases de flamenco es porque siente esta vivencia, porque también genera frustraciones el aprendizaje.

–¿Cada año realiza giras para seguir aprendiendo?

–Cuando voy a España voy a estudiar, generalmente estoy dos meses como mucho, cuando mis chicos están de vacaciones acá en Argentina, es decir entre enero y febrero. Pero desde el 2005, se me complicó mucho volver a viajar. Todos los viajes han sido para estudiar, para aprender y vivir la cultura. Con los años he hecho muy grandes amigos, como Manolo Marín, Rafael Amargo, donde yo me apoyo y pongo mis ojos. Por eso nunca me alcanza con lo que hago, porque siempre miro a los mejores y necesito seguir aprendiendo.

Fuente: Diagonales

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