Los rusos fueron los primeros en descubrir la importancia del cine como medio propagandístico. El 21 de diciembre de 1925 se estrenó el film para conmemorar la Revolución Rusa.
La revolución bolchevique encontró en él un aliado perfecto. Lejos de la mera propaganda sin valor artístico, el cine ruso de aquellos años construyó verdaderas piezas de excelencia cinematográfica.
En ese contexto se ubica el Acorazado de Potemkin, de Sergei Eisenstein. En ese film que buscaba rendir un homenaje a muchos de los caídos durante la gesta bolchevique, el director construye un nuevo lenguaje cinematográfico, inaugura una nueva manera de hacer cine.
La película toma como punto de partida una serie de hechos reales que sucedieron en el puerto de Odessa (Ucrania), durante la semana del 26 de junio de 1905. Cuando los marineros del acorazado Potemkin hartos de los malos tratos y que los obligaran a comer carne con gusanos deciden sublevarse. Un puñado de seres anónimos enarbolando una bandera colectiva y la cruenta represión zarista. Esa fallida revuelta sembró las bases de aquella otra, que en octubre de 1917 terminó exitosamente.
El 21 de diciembre de 1925 se estrenó este film de 77 minutos, dividido en 5 actos (Hombres y gusanos; drama en el alcázar; llamada de la muerte; la escalinata de Odessa; encuentro con la escuadra) y con una estructura narrativa que muchos creyeron cercana a las tragedias griegas.
Eisenstein lograría transformarse con esta obra en un referente del montaje y en cita obligada de cientos de profesores de cine a lo largo de todo el mundo. Esa instancia le demandó 18 meses y le permitió lograr un ritmo preciso, matemático y que envuelve al espectador con un increscendo dramático. Es ese montaje el que le permite construir imágenes cargadas de sentimiento, que a su vez también permiten construir y resignificar ideas. Además de estas características Eisenstein introduce otra novedad durante el rodaje, la utilización de la cámara inclinada que permite otra perspectiva y con esta, una nueva sensación sobre lo que se relata.
El historiador francés Marc Ferro no dudó en comentar que “el motín fue una rebelión de hombres humillados, que delimitó el paso de la postración individual a la exaltación colectiva a través de una toma de conciencia revolucionaria de las que ha habido pocas en la historia universal”. Ese hecho por demás significativo fue el que llevó al director a contar ese momento histórico y hacerlo en pos de la revolución bolchevique.
Por otra parte, una escena del film fue rescatada como leiv motiv recurrente por distintas generaciones de realizadores. Es aquella que muestra un cochecito de bebé bajando por las escaleras de Odessa en medio del fuego de la milicia. Así la reproducción de esa secuencia puede verse en Los Intocables (Brian de Palma); Brazil (Terry Gilliam); El Padrino (Francis Ford Coppola); Bananas (Woody Allen); Agárralo como puedas (Meter Segal);y hasta Matt Groening la utilizó en su universo Simpson.
El periodista y crítico cinematográfico John Kobal consideró que el ritmo, movimiento y repetición se convirtieron en elementos fundamentales del método de Eisenstein durante el rodaje. Más interesante resulta saber que, con esta película, el director concluye exitosamente los diversos experimentos de montaje que, desde poco más de veinte años atrás, venían haciéndose desde el paso hacia el cinematógrafo.
Desde ese momento el cine será “un sistema coherente en el que el ahondamiento y la utilización de la potencia afectiva de las imágenes desemboca en un logos”.
Pensado como un film de propaganda, Eisenstein terminó construyendo una de las 10 películas más influyentes de la historia.
Fuente: Diagonales
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