
Martín Pugin (bandoneón), Benjamín Barreiro (saxo) y Miguel Romano (batería). Al igual que en las trece ediciones anteriores, Paquito D`Rivera volverá a estar como mentor del festival y uno de los principales números musicales. "Yo estoy desde el primero, que se hizo en 1996. Recuerdo que me contactó el pianista porteño Jorge Navarro y me puso al habla con Francisco Yobino (organizador del festival), que es un ser excepcional. El `Quijote del tambo` lo llamamos cariñosamente, pues ha llevado este festival durante 14 años, contra viento y marea. Y lo ha hecho desde el primero hasta el último con una calidad exquisita". Así contó el saxofonista y clarinetista cubano en una reciente entrevista con El País, en la que repasó parte de su historia con el jazz, habló de las nominaciones al Grammy y detalló su propuesta para este regreso a Uruguay.
ALEXANDER LALUZ
- Para este festival tiene dos presentaciones programadas en las que el repertorio de Jazz-Clazz y la música de Goodman serán las protagonistas.
- Efectivamente. En uno de los dos shows voy a presentar una banda con varios talentosos músicos cubanos jóvenes: Charles Flores al bajo, Richard Padrón en la guitarra y el fascinante percusionista, cantante (¡y bailarían algunas veces!) Pedrito Martínez. A ellos se unen el vibrafonista Dave Samuels, mis jóvenes pianista y baterista Alex Brown y Eric Doob, ambos estadounidenses. Y en algunas piezas muy especiales, tocará Walter Castro, gran bandoneonista cordobés. Esa noche pensamos tocar algunas piezas de mi nuevo disco, Jazz-Clazz, y además rendir tributo a los cien años de Benny Goodman. Un programa muy ecléctico, como yo mismo.
- ¿Y para el segundo?
-El otro, que se llamará "Jazz entre amigos", es mas jazzístico, en el sentido de que la improvisación será la que dominará la situación. Me reuniré con Diego Urcola, mi querido trompetista por casi 20 años, Oscar Feldman al saxo alto, quizás la misma sección rítmica del tributo a Benny, más el extraordinario bandolinista brasileño Hamilton de Holanda, a quien conocí en un festival en Portugal hace un par de años, y me quedé fascinado con él. Les va a encantar Hamilton.
- ¿Cómo siente la competencia para esta nueva nominación a los Grammy?
- Estoy nominado en dos categorías este año: Mejor Álbum Crossover por Jazz-Clazz y mejor composición instrumental por Borat in Syracuse. Entre los demás nominados están Yo Yo Ma, Chic Corea y Bela Fleck. Estoy, como verá, en muy buena compañía, así que la competencia es dura.
- A partir de su larga experiencia en el jazz, y especialmente en la vertiente latina, ¿cuál es el estado de salud del género en la actualidad? ¿Se puede hablar de un desgaste de ciertas fórmulas, quizás un exceso de complejidad montada con el cada vez mayor academicismo que demuestran las nuevas generaciones o, por el contrario, se vislumbran algunos caminos más auspiciosos?
- En todas las épocas hay mejores y peores. Desde que tengo uso de razón estoy viendo morir al "último gigante". No creo en aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Gardel, Charlie Parker y Jascha Heifetz tuvieron su época gloriosa, como años después la tuvieron El Polaco Goyeneche, Coltrane e Issac Perlman. El talento siempre aparece y se destaca tarde o temprano. Siempre hay gente creativa que hace cosas novedosas, por lo que tampoco estoy de acuerdo en aquello de que "Bach ya lo hizo todo". Y repito que la academia es siempre una ventaja. Nadie se deja operar los riñones (ni nada) por un médico sin título. Por otra parte, la técnica debe usarse como las armas, solamente en caso de emergencia, y nunca como una amenaza. El abuso de la técnica hace del jazz sólo un deporte, y no el arte maravilloso que debe ser. Cuestión de balance, diría yo.
- En más de una oportunidad ha destacado la relación personal y musical que tuvo con su padre, Tito D`Rivera, lo que se constituyó en piedra de toque para su opción por la música...
- Sí, mi padre fue un saxofonista clásico, con una disciplina férrea y un sentido de la pedagogía nato. Él nunca tuvo la habilidad para improvisar, pero le encantaba Stan Getz, Lester Young y sobre todo la orquesta de Goodman. Me enseñó lo que decía Ellington: sólo hay dos tipos de música: la buena y "esa otra cosa". Ese fue el espíritu que reinaba en mi casa, donde se escuchaba desde Gardel, Ellington y Mario Lanza hasta Mozart, Lecuona y Nielsen.
- Hacia 1967 usted fue protagonista del nacimiento de uno de los hitos del jazz latino: el grupo Irakere. ¿Cómo recuerda aquella experiencia?
- Aunque bastante trabajo nos costó que nos permitieran subirnos al avión, Irakere surgió básicamente por el deseo casi obsesivo que tienen los cubanos de poder salir de la isla. Y en lo musical, la combinación de lo afro-cubano con jazz, rock y clásico que hicimos -por idea de Chucho y Oscar Valdés- fue única. Todo esto ligado a un calibre de músicos no común en la mayoría de las orquestas populares, tuvo un impacto sin precedentes, sobre todo entre los jazzistas y amantes de la música latina de todo el mundo.
- Varios años después usted decidió pedir asilo en Estados Unidos. A nivel personal, familiar y artístico, una opción así marca un cambio sustancial.
- La historia del comunismo (y sus primitos) ha sido la división de las familias y amigos. Yo escribí un libro titulado Mi vida saxual, donde narro la odisea de escapar de lo que algunos aún insisten en llamar "la isla de la libertad". Siempre soñé con ser un músico en la ciudad de Nueva York, y a base de mucho sacrificio, la pérdida de mi matrimonio y la niñez de mi hijo Franco, lo logré en 1980. Mis padres vivían en la ciudad desde 1968, y como tenía ya algunos contactos, como David Amram, Mario Bauzá, Bruce Lundvall, entonces presidente de CBS Records y sobre todo Dizzy Gillespie, con la ayuda de ellos poco a poco me fui abriendo camino.
Fuente: El País
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