Por Pablo Sirvén
La sensación térmica bajo cero no amilana al serpenteo de gente que cada viernes, ya desde antes de las diez de la mañana, se da cita en torno del teatro Liceo, en Rivadavia y Paraná.
Es una manifestación pacífica, ordenada y silenciosa, con un objetivo bien claro y concreto: dar cuenta vorazmente, en poco más de cuatro horas, de las tres mil entradas disponibles para asistir a alguna de las seis funciones semanales de Piaf , ese prodigioso portento que encarna Elena Roger para revivir (no meramente imitar) al célebre "gorrión de París".
Para ella es la posibilidad de venir a cosechar aplausos a su tierra después de haber triunfado en la exigente Londres como protagonista de Evita, Boeing Boeing y de la obra que ahora representa en Buenos Aires.
Por lo menos hasta diciembre habrá posibilidad de admirar su increíble transformación corporal -de una jovencita atrevida y ágil a una prematura y trémula "anciana" de 47 años- y hasta los dramáticos cambios de registros vocales (con fatiga incluida) que le imponen a su personaje el exceso de alcohol, el consumo de morfina y los demás golpes que le dio la vida.
Junto con Fernando Blanco, su socio de Pol-ka, Adrián Suar (cuyo nombre empieza a tallar fuerte en la cartelera teatral porteña al producir El año que viene a la misma hora , en la que también actúa, Rey Lear y Piaf) pelea por renovar los derechos de la obra a partir de enero, aunque también habrá que ver si Roger continúa entre nosotros o la reclaman, con un nuevo proyecto, desde Londres, donde hace tres años comenzó su notable carrera internacional.
Evita , la ópera rock de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, que representó durante un año, agotaba a Elena Roger más que ahora hacer de Edith Piaf, tal vez porque en aquella obra además tenía que bailar y se sentía vocalmente más exigida.
El espectáculo en el que actualmente actúa lo preparó en seis semanas y antes de hacerlo aquí, pasó por dos teatros de la capital británica, uno de ellos el célebre Donmar Warehouse, cuya característica esencial es la exploración vanguardista de nuevos lenguajes. En ese sentido, la actual puesta del director Jamie Lloyd, quien pertenece a esa entidad, sobresale por la original relación inversa que establece entre su notable economía de recursos -en el fondo del escenario hay únicamente un muro sucio y tan sólo sube y baja un par de veces un telón rojo- y la febril compaginación de escenas, que consigue, con una concepción prácticamente cinematográfica, donde el extraordinario diseño de luces de Neil Austin crea atmósferas y ambientes bien diferenciados (un night club, un callejón de mala muerte, un ring de box, etcetera).
En un par de cartas de lectores de LA NACION se quejaron en la semana que pasó de algunas contadas escenas fuertes que contiene la obra. Son flashes que muestran su promiscuidad sexual y sus pasiones íntimas más turbulentas. Si no estuviesen, la semblanza de la Piaf sería incompleta, sesgada y artificiosamente edulcorada. Están allí precisamente para chocar y producir reacciones y sentimientos ambivalentes entre los espectadores, expuestos en todo el transcurso de la obra a las asperezas y fugaces armonías que transitó en su agitada existencia esta cantante excepcional que creció en un burdel, mendigó por las calles de la capital francesa y que nunca logró alcanzar una mínima estabilidad emocional. Esos ríspidos contrastes son los que la convierten en un personaje teatral tan fascinante.
A diferencia de la versión local de esta obra, estrenada en 1978, que hizo Virginia Lago en los ochenta, donde sólo se escuchaba la voz de la verdadera Piaf mediante una grabación, aquí y ahora Elena Roger hace vibrar su composición de adentro hacia fuera al hacer pasar por su cuerpo y por sus privilegiadas cuerdas vocales trece vibrantes temas fundamentales del repertorio de la eximia artista francesa.
Para lograr su mejor performance, Roger llega al teatro por lo menos tres horas antes de cada función a realizar en soledad y con sus compañeros sucesivos ejercicios de precalentamiento y de modulación de su garganta y boca, que la dejan en inmejorables condiciones para enfrentar al público.
La gran repercusión de Piaf llega en un año teatral extremadamente complejo: hasta junio pintaba mejor que 2008, pero la irrupción de la gripe A le cayó como un rayo justo en el momento de mayor recaudación anual (vacaciones de invierno), y los teatros comerciales se autoimpusieron un cese total de actividades durante diez días como una contribución a no propagar la enfermedad y para neutralizar la retracción que ya comenzaba a observarse en la taquilla.
Levantada la veda, el regreso del público a las boleterías teatrales es mucho más gradual que el comportamiento que expresa frente a las de cine. Según el presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet), Carlos Rottemberg, "la venta en general ya está al 70% de la misma semana de julio del año anterior para teatro adulto y menos del 40% en infantiles. En la semana que se inicia (la cuarta desde la reapertura de las salas) estimo que casi pisaremos el 100% en adultos, pero ya no habrá cómo comparar con infantiles porque las vacaciones se perdieron".
En este enrarecido contexto es por eso que vale doble la vigorosa demanda de entradas para Piaf sin importar, en este caso, que el Liceo esté apartado de la zona de los teatros de la avenida Corrientes (en el Liceo también, durante años Enrique Pinti protagonizó con Salsa criolla uno de los récords de convocatoria más alta de todos los tiempos) y el frío haga mucho más sufrida la espera en la cola de cada viernes frente a la boletería.
Tres mil personas logran semanalmente conseguir entradas (que valen entre 150 pesos la platea y 50, las de tertulia), pero se estima que seis mil se quedan con las ganas, y que por eso protestan y claman con ansiedad por entrar, lo que multiplica el efecto de boca en boca, que garantiza el lleno completo de cada función. Si a eso se suma la unanimidad de críticas excepcionales, estamos frente al primer éxito teatral rotundo, posgripe A, que tiene asegurada (y merecida) larga vida por delante.
1 comentario:
soy de mar del plata, y ya tengo las entradas para ir a ver a Elena
este sabado, no veo la hora de estar en el teatro y escuchar su bella voz.
encantador el comentario posteado.
Publicar un comentario