lunes, 3 de agosto de 2009

Marilú Marini hace a Silvina Ocampo

Encantadora, pero con objeciones

Invenciones, de Alejandro Maci sobre textos de Silvina Ocampo. Con Marilú Marini. Escenografía y vestuario: Oria Puppo. Luces: Gonzalo Córdova. Música y efectos sonoros: Julián Vat. En el Teatro Presidente Alvear. Duración: 80 minutos.
Nuestra opinión: buena

Cuando Marilú Marini actúa, es una fiesta. Actriz admirable, payasa genial, capaz de conmover por igual en la farsa o en la tragedia, todo lo que toca se convierte en oro. Aquí, su maravilloso histrionismo tropieza con algunos obstáculos. La intención primera parecería haber sido (siguiendo la imagen musical usada por el director en su texto del programa de mano) la de ejecutar variaciones sobre temas de ese otro genio que es Silvina Ocampo, en la figura de una señora atolondrada, o algo trastornada, vagamente parecida a la escritora. Por momentos, sin embargo, cuando el personaje se pone los anteojos oscuros con armazón blanco (también inseparables de la imagen de su hermana mayor, Victoria), Marilú intenta recrear a la Silvina real, con su inimitable modo de hablar, una suerte de balido trémulo. Ocurre entonces algo curioso: en la voz se le infiltran los tonos de Catita, una de las mejores versiones hechas por Marini sobre las criaturas de Niní Marshall.

Sería, al fin de cuentas, una objeción sólo formal. Pero hay aspectos más importantes a contabilizar. Ni la escenografía ni el vestuario sugieren, en absoluto, la atmósfera en que se movían la escritora y su marido y colega, Adolfo Bioy Casares. Se dirá que, desde el momento en que no se trata exactamente de Silvina, sino de "invenciones a partir de", esos detalles no serían trascendentes. Lo son, porque caracterizan a una época, un estilo de vida, inseparables del mundo en que se creó esa obra literaria. Es verdad que ese mundo desapareció y la obra perdura. Pero, puesto que se trata de mostrar al público (y, sobre todo, al público joven) algo así como el taller del artista, el origen de su creación, la atmósfera importa, y mucho.

Los espectadores avisados reconocerán circunstancias y nombres valiosos de la literatura argentina. Los mejores momentos son aquellos en los que el personaje espera en vano, durante noches interminables, el regreso de su amado: el brindis solitario, con una copa en cada mano, es una situación muy bella, muy conmovedora y ejecutada con talento. También las abundantes situaciones de humor le permiten a Marilú dar rienda suelta al payaso que la habita, y a su reconocida destreza corporal. Y las ocurrencias de Silvina, sus metáforas insólitas, su adjetivación alarmante (para usar un rasgo que Enrique Pezzoni atribuía a Borges), son captadas con perspicacia por la platea y justamente celebradas: "La persona más inesperada es uno mismo", es una de esas felices acotaciones. Claro que en la platea abundaban, en la noche del estreno, quienes conocieron personalmente a Silvina. Cabe preguntarse si el público común descubrirá, a través de este monólogo, a la compatriota genial. Si saldrá del teatro e irá corriendo a una librería, para disfrutarla como se merece. Sería la mejor consecuencia de estas Invenciones .

Ernesto Schoo

Fuente: La Nación

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