domingo, 23 de agosto de 2009

No me preguntes cómo pasa el tiempo

LA OBRA FUE CREADA POR FEDERICO LEON, JUNTO A MARIANELA PORTILLO, JULIAN TELLO, JIMENA ANGANUZZI Y ESTEBAN LAMOTHE. UNA IDEA SOBRE LOS SENTIDOS CIRCULARES O ESPECULARES DEL TIEMPO.

CRITICA: "YO EN EL FUTURO"

El teatro y el cine son aquí conjugados en una rica sincronía. Aunque no hay una historia que potencie el formato.

Por: Camilo Sánchez

Una mujer mayor toca música clásica en un piano, en el lateral derecho del espacio escénico. No es mucho, pero el hecho tiene un especial significado: se trata de la Lugones, el sitio porteño por excelencia del cine como hecho estético. Allí comienza a suceder Yo en el futuro, una obra creada y dirigida por Federico León, en la que conjuga los dos lenguajes que ha frecuentado en su historia creativa, el teatro y el cine.

La propuesta es abstracta, como ha reconocido el propio Federico León. Hay, entre tantas, dos interpretaciones posibles. La línea de acción podría centrarse en tres personas mayores que se filmaron cuando niños -con su familia, durante la actuación de una pianista, mientras observan una filmación anterior- y que ahora buscan que otros niños repitan algunas de las secuencias fijadas en el rodaje casero. Como un juego de espejos infinitos.

La otra posibilidad es que los niños que ahora circulan en escena son los mismos que aparecen filmados y que caminan por allí, ya grandes, ancianos, determinando los detalles o indicando la manera de ubicarse en el escenario para ver mejor lo que se proyecta. Una alusión acaso a la figura del tiempo como efecto circular, como algo que se repite con variaciones leves de fondo.

Más allá de las interpretaciones posibles, Yo en el futuro es casi una instalación, un mantra visual que busca generar, todo el tiempo, en el espectador, algo así como una ruptura en la percepción. Un gesto de extrañeza. Un largo ejercicio de cajas chinas, en el que la filmación y los actores se mezclan y se espían, salen y entran de la escena o del rodaje, como una forma de avanzar o retroceder en el tiempo.

Lo que se ve es ajustado y preciso. Lo que pasa es que pasa poco. Los nudos dramáticos son escasos: hay unos niños que se besan en pantalla y otros dos que no se atreven a hacerlo en vivo. Y no lo hacen a pesar, o a partir, de que los adultos que han sido al parecer aquellos niños que se besan, los instan a que el hecho vuelva a suceder. "Los dejamos solos a ver qué pasa", les dicen en algún momento. También se filma a un hombre mayor, observado por un niño muy de cerca, que se afeita una barba contundente y abigarrada, tanto que parecería formar parte de su cuerpo. La escena es antigua y el señor que se afeita bien podría ser el abuelo del abuelo de la persona que ahora está en escena y que filmó aquel gesto cuando niño.

Esto es todo. Para algunos será un hallazgo el trabajo y la sincronía sobre los formatos cruzados y harán eje en la ruptura inquietante de este ensayo sobre posibles variaciones del tiempo. Otros se lamentarán que esos juegos especulares no estuvieran atravesados por los vaivenes y la profundidad de una historia.

Fuente: Clarín

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