domingo, 23 de agosto de 2009

Mundial y homenaje a Juan Carlos Copes

Reconocido en todo el mundo. De las milongas de Chacarita a la portada de The New York Times, una carrera de antología. (foto: Patricio Pidal)


EL REINVENTOR DE LA DANZA ESCÉNICA DEL TANGO

Se abre el mundial de baile de tango con un espectáculo que reunirá a invitados especiales en el teatro Avenida a las 20.

Irene Amuchástegui.
La cita es en un café del microcentro. La mesa tiene vista al trajín de la City en hora pico, pero Juan Carlos Copes mira otra Buenos Aires a través del mismo vidrio: “Esta cuadra era fatal: pura milonga y escolaso. Acá estaba el Marabú, donde yo espiaba a Pichuco cuando cantaban Goyeneche y Ángel Cárdenas. En la esquina vi actuar a Atahualpa Yupanqui de telonero del Chúcaro en Malón ranquelino: ¡ciento cincuenta artistas en escena, con orquesta dirigida por Argentino Galván! Donde ahora está el estacionamiento, quedaba el Teatro Casino y se presentó el Cinemascope...”

En apenas dos minutos, tiró sobre la mesa varias décadas entreveradas de vida porteña, él, que a fines de los años 40 dejó de fisgonear los bailes de patio con vitrola en Villa Pueyrredón y pisó su primera milonga en Palermo. El resto es historia conocida como un evangelio pagano por varias generaciones de bailarines que se formaron admirando a Juan Carlos Copes y su reinvención de la danza escénica del tango: el triunfo del 51 en el campeonato del Luna Park, el pionero desembarco en Broadway en 1962, las proezas de Caño 14, la consagración como estrella de Tango argentino en París, el abrazo con Gene Kelly y los tanguitos con Liza Minnelli... por mencionar algunos de los hitos que edifican su leyenda.

De las pistas de Chacarita a la portada de The New York Times escaló todos los podios, acompañado durante casi medio siglo por la sublime María Nieves –solista de Tanguera tras la disolución de la pareja profesional–. Esta noche, como apertura del 7° Mundial de Baile de Tango que organiza Cultura de la Ciudad, la figura y la obra de Juan Carlos Copes serán el centro de un espectáculo-homenaje en el teatro Avenida.

–En casi seis décadas usted cosechó enormes reconocimientos como bailarín y coreógrafo. ¿Pero alguna vez fue resistido?

–Al principio fui un poco resistido por el conservador, pero en general llamaba mucho la atención lo que hacíamos con mi conjunto. Carlos A. Petit, que fue el empresario teatral que nos hizo el primer contrato, era muy visionario, nos puso en el momento justo. Firmamos el 30 de diciembre de 1955 para el Tabarís y el Nacional. El tango se acababa: habían barrido con todos los clubes, quedaban muy pocos y eran de gente grande que miraba con mala cara a los chicos jóvenes. La televisión le había dado al tango un golpe de furca: la gente se quedaba en la casa mirando a ese pariente nuevo que nos decía qué comprar, qué comer, qué escuchar.

–Su contacto con el tango, como amateur, fue previo a esa retracción del género. ¿Cómo eran las noches de milonga en el Club Atlanta, a fines de los 40?

–La atracción de Atlanta, siempre que no lloviera, era sus cien metros cuadrados de pista de baile, que en realidad era la de patinaje sobre ruedas. Entrando, a la derecha, todo un costado de la pista se llenaba de mujeres. A la izquierda, frente al bar del Cabezón que tenía la concesión, otra hilera de mujeres. Los dos grupos bien divididos: Provincia y Capital, se los llamaba así. Uno tenía que empezar el escalafón en Provincia y recién después podía llegar a las “difíciles”, todas acompañadas por sus señoras madres y hermanas. La barra brava de Atlanta, que estaba parada detrás, te daba o no el visto bueno. Los hombres nos ubicábamos en una diagonal en el medio de la pista: unos mirando hacia Provincia, porque tenían que empezar el recorrido, y otros mirando a Capital, porque ya habían rendido examen. Yo hice todo el escalafón, paso por paso. Y eso que bailaba bien.

–¿Cómo bailaba?

–Mordiendo el piso. El paso largo, gatuno, deslizado, respetando mucho, mucho la música. Me producía una agonía, lo que yo llamaba una hermosa angustia. Bailando se me caían las lágrimas. La mujer me acompañaba, a veces, pero siempre me respetaba: nadie se burló nunca de esas lágrimas. Era la angustia de querer poder y no poder, o el dolor de un disfrute total, hasta el llanto. En la milonga, en la época amateur, nosotros ni sabíamos qué quería decir la palabra coreografía. Se daba la competencia entre los bailarines de los distintos barrios. Estaba el crédito de Mataderos, el de Puente Alsina, estaba el de Palermo, en fin... y venían en camiones a veces, de un club a otro, en plan de desafío, a disputar el lugar. Siempre traían un pollo, el caudillo del barrio, y se armaba una de trompadas... Nunca vi cuchillo ni revólver, pero trompadas, a montones. Cada barrio tenía sus líderes en cuestión de baile. Yo tenía mi feudo en Atlanta, hasta que nos empezaron a echar. Había pelea casi todos los fines de semana, fui preso y me marcaron por disturbios. Nos querían sacar del club.

–¿Por qué? ¿Por su estilo de baile?

–No era por el estilo. ¡Si eso de los estilos se inventó hace quince años! Antes había tango salón, tango orillero, tango canyengue y pará de contar. Uno buscaba su identidad como bailarín, existía una ley no escrita que decía que uno no podía copiar. Había que inventar, crear.

–¿Y cómo era el proceso de esa invención?

–Constante. Nieves vivía en Iberá y Roque Pérez, y nosotros íbamos a bailar a Chacarita. Para ir y para volver tomábamos el colectivo 19: más de una vez lo hemos tomado con el Polaco Goyeneche manejando, que en ese entonces era chofer. Por ahí, encima del colectivo se me ocurría un paso y entonces bajábamos donde fuera, en el medio del trayecto, para probarlo. Quizás el paso nacía de algo que le había visto hacer a un tipo y me había impactado, pero buscaba la forma de hacerlo propio. Cuando empecé a ir a las milongas, una vez que se me acabó el asombro, en dos años hice un curso rápido de vista, porque no había “maestros” ni había “profesionales” como ahora –siempre entre comillas–: no era fácil recurrir a alguien que te enseñara. El primer giro me lo enseñó un negro mota que se llamaba Carlitos. Me lo llevé a vivir a mi casa en el afán de aprender.

–Una vez que usted comenzó su camino profesional, ¿cómo lo influyeron otros lenguajes de la danza?

–Yo miraba las películas de Fred Astaire, de Gene Kelly, Syde Charisse. Me volvía loco con Cantando bajo la lluvia y Un americano en París. Y creí que era fácil, decía: en una hora y media hicieron todo eso, y bueno, si yo me pongo... Cuando lo vi a Donald O’Connor caminar por una pared, no pensaba que había un truco y me rompí la cabeza intentándolo: todavía ni sé cómo fue que llegué a dar cuatro pasos. ¡Lo que es la vida: hoy pongo en mi currículum el abrazo con Gene Kelly en su casa de Beverly Hills y tengo una foto dedicada por él!

–¿Cómo vive el hecho de seguir subiendo a escena todas las noches en una tanguería del Abasto?

–Hace casi tres años que estoy metido ahí adentro. Es como ir y marcar tarjeta: una frigidaire. Cambié mucho de compañeras. Ahora estoy bailando con una chica que a fin de mes termina. –Saca un anotador y lee sus propios apuntes–: “Cansado y frustrado en todo sentido, me pesan los años y la falta de incentivos...” Esto lo escribo en el camarín, son tonterías pero a mí me ayudan.

–Con su hija, Johana, ¿ya no baila más?

–No creo que volvamos a actuar con Johana: a mí me cuesta mucho bailar con ella y a ella conmigo. Técnicamente es perfecto, pero el tango no es para bailar entre padre e hija: bailamos con un vidrio entre los dos.

–Durante casi medio siglo actuó con María Nieves y para muchos esa pareja tuvo la mayor química de toda la historia del tango. Para usted, ¿puede haber otra bailarina como María?

–No, nunca. Nieves ni necesita bailar. Pararse en el escenario, caminar tres pasos y ya está todo dicho: Nieves es tango.

–Si tuviera entera libertad para elegir, ¿qué tipo de proyecto encararía ahora?

–Iba a hacer algo así como Mi último tango o Chau, tango: la despedida. Y este homenaje que me hacen en el Avenida me da la oportunidad de anunciarlo: yo creo que éste va a ser el puntapié inicial para decir “basta”. Quizás hago como Los Chalchaleros: me distribuyo bien y estoy como dos años despidiéndome. Quién sabe.

El tango nuestro de cada día

El Festival de Tango no se detiene. Hoy, la agenda de actividades propone las siguientes opciones:

• A las 14: proyección del film Crepúsculo rojo, de Edgardo Cozarinsky. En Harrods, Florida 877.

• A las 15 y 16: Pedacito de cielo, del VJ Picki Tallarico y Juan Jaureguiberry, con el dúo Arias-Montes, en el Planetario Galileo Galilei, Sarmiento y Figueroa Alcorta.

• A las 19: milonga de apertura con música en vivo de Guillermo Fernández y su Orquesta Típica, luego DJ Tarantino. En Harrods.

• A las 20: Saúl Cosentino Sexteto, con un tributo a Emilio de la Peña. En el teatro 25 de Mayo, Triunvirato 4444.

• A las 20: concierto del pianista Gerardo Jerez Le Cam. En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.

Destacados del Mundial de Baile

El 7° Mundial de Baile de Tango despliega, en forma paralela a la competencia, un calendario de espectáculos de danza, clases y milongas con entrada gratuita. La agenda comienza hoy con dos platos fuertes. En el teatro Avenida, este homenaje al bailarín y coreógrafo Juan Carlos Copes, donde un seleccionado de intérpretes recreará fragmentos de sus obras, con dirección de Aurora Lúbiz y Johana Copes. Mientras tanto, en la sede de Harrods (Florida 877), desde las 19, habrá milonga con un atractivo adicional: el debut de la Orquesta Típica de Guillermo Fernández, flamante formación bailable que lidera el cantor.

También en Harrods, comienza mañana la experiencia de ensayos públicos La creación coreográfica, ideada por Milena Plebs. El ciclo convertirá a los espectadores en testigos del proceso de montaje de obras de varios coreógrafos reconocidos dentro del panorama actual: Claudio González y Melina Brufman, Laura Roatta, Leonardo Cuello y la propia Plebs (lunes, martes, jueves y viernes de 11 a 14).

El Teatro 25 de Mayo (Av. Triunvirato 4444) albergará el ciclo La escena independiente, curado por Lúbiz y Copes, y protagonizado por compañías de distintos perfiles, del tango-danza tradicional al tango queer. De martes a viernes, a las 20.

Entre otras citas, y con diferentes perfiles de convocatoria, están programados: Iñaki Urlezaga en el Avenida (mañana a las 20), el Ballet Contemporáneo del San Martín (viernes a las 13 en el San Martín), Electrotango Party con Narcotango, Otros Aires y DJ Inca (el martes a las 20, en Harrods).

Mientras todo esto sucede, 427 parejas de bailarines, provenientes de 25 países, estarán compitiendo en La Trastienda (Balcarce 460, mañana y el martes a las 15) por los títulos de campeones mundiales en las categorías Tango Salón y Tango Escenario. Las semifinales son el viernes en Tango Porteño (Cerrito 570) y las finales, el sábado 29 y el lunes 31, en el estadio Luna Park.

Fuente: Crítica

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