domingo, 23 de agosto de 2009

"El teatro es un juego y una forma de exorcizar la muerte"

Tenía sangre en la pierna. Recién aparecía en escena y contaba que un chico de 13 años lo había herido con una navaja para robarle una zapatilla. Una de sus compañeras se acercó y lo vendó, como indicaba el texto teatral. Pero en la parte izquierda de la tibia del protagonista, había sangre de verdad. Lo supieron las actrices que lo miraban nerviosas arriba del escenario. Lo supo Norman Briski, que esperaba, atento, tras bambalinas. Nadie se animó a interrumpir la escena, del mismo modo que aconsejan no despertar a un sonámbulo. Pero nunca se cruzó por la mente de Eduardo Pavlovsky que esa herida fuera real, que el actor estaba lastimado y no el personaje. Esa noche hizo su mejor función. El prestigioso médico, psicoanalista y escritor era un personaje exaltado, joven y herido. Su ilusión recién terminó cuando cayó el telón.

La anécdota pertenece a Eduardo Pavlovsky, que presenta todos los viernes en el Centro Cultural de la Cooperación "Solo Brumas", una obra que escribió y actúa y que relata cómo tres personajes pueden incorporar lo aberrante en sus vidas cotidianas.

¿Hasta dónde llega su entrenamiento actoral que permite que no registre una herida real?

Pensar qué me pasó me produce un sentimiento de dogmatismo, de psicoanálisis viejo. La herida era muy pequeña, pero sin embargo la sangre estaba. Yo creí que Brisky me había puesto colorante en el lugar donde el personaje relata que se lastimó, para generar un nuevo efecto en mi interpretación. Fue muy fuerte la preocupación de mis compañeros. En ningún momento pensé que estaba lastimado de verdad.

¿Quiere interpretar su propia muerte?

Sé que actuar mi propia muerte en forma concreta sería imposible. Pero me muero siempre arriba de un escenario. Es una forma de exorcizar la muerte, es una especie de juego. A mí me ayuda a exorcizar el pánico que le tengo a la muerte. En el escenario logro un estado diferente.

Entonces el teatro genera en usted un efecto terapéutico.

Es que el teatro es otra cosa. Es una reinvención de uno mismo, sos vos todo el tiempo, pero expresás cosas sin saberlo, por eso es cuasi terapéutico. Una vez, en el 65, yo tenía un tremendo insomio. En ese momento dejé el teatro y me dediqué al psicoanálisis. Hasta que por recomendación de una psicoanalista empecé a ensayar una obra. Fui pensando que no lo iba a poder hacer, deambulaba por el escenario diciendo medias letras, estaba mareado. Pero después del ensayo, esa misma noche, pude dormir. Estaba curado. Esto quiere decir que en el teatro, a través del personaje, uno puede desbloquear intensidades que están trabadas.

Además de ser el referente de una generación de dramaturgos, de tratar, por primera vez, la temática de la dictadura militar desde la subjetividad de un torturador y de ser uno de los primeros terapeutas en América Latina en trabajar con el psicodrama, Eduardo Pavlovsky cuenta con años de análisis terapéutico. A los 76 años, atiende en su propia casa a pacientes y grupos de psicodrama, una forma de psicoterapia inspirada en el teatro de improvisación. Durante las noches, interpreta a personajes marginales, víctimas y victimarios del poder, el hambre y el olvido.

¿Cómo surgió "Solo Brumas"?

Yo escribí "Solo Brumas" por una casita que vi cerca de mi casa, de 2 por 2,5, de la cual vi salir a una familia feliz. Lo que pasa en esta obra es emblemático: hay una sociedad que expulsa la infancia. En una encuesta, leí que el gran problema de los argentinos era la inseguridad. La pobreza estaba en quinto lugar. No hay preocupación por el chico que toma agua del riachuelo.

¿El arte puede llegar a cambiar el mundo?

No. No creo que pueda servir en el sentido político concreto, pero sí puede servir para que la gente piense desde otro ángulo, que se involucre, que nos haga reflexionar. El sistema y la sociedad son tan fuertes, que no se lo pueden modificar desde el arte. Una persona como Bush no se va a conmover con una poesía.

Fuente: La Razón

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