COMBO INFANTIL. El lenguaje que aceptan los chicos actuales pasa por el trabajo con objetos, el cuidado del texto, el movimiento, la música, los colores, la formación integral de los actores, el deleite del juego, la complicidad del humor, el absurdo y el disparate. (Pablo Bernasconi)
Entre el oportunismo, la influencia catódica y la Gripe A como telón de fondo, son pocos los espectáculos infantiles que destacan por su calidad en medio de una oferta profusa. Aquí, los principales referentes del género postulan que el suyo es un oficio basado en los afectos.
Entre el oportunismo, la influencia catódica y la Gripe A como telón de fondo, son pocos los espectáculos infantiles que destacan por su calidad en medio de una oferta profusa. Aquí, los principales referentes del género postulan que el suyo es un oficio basado en los afectos.
Por: Leticia Pogoriles
Y si Alfredo Alcón hiciera una obra infantil? ¿Y si se abriera el telón y saliera barbudo, imponente, entrecano y, de repente, abriera la boca y su vozarrón impactara en una primera escena para contar una posible y delirante historia que atrape a grandes y asuste a pequeños? ¿Qué pasaría? Suena extraño en la cartelera actual, pero no imposible si se piensa en términos de desafíos dramáticos y actorales.
Así, la ciudad de Buenos Aires presenta este año una propuesta teatral para niños invadida por la Gripe A, el oportunismo invernal, la caída en las ventas, los clásicos recargados, readaptados y reciclados y la falta de nuevas y audaces miradas que reflejen, desde la ficción, lo que les ocurre a los chicos de hoy. En el teatro actual para la platea sub 12 resulta, al menos, llamativa la carencia de nuevos argumentos y de alternativas artísticas que exploren un panorama más complejo de la infancia; de los chicos como parte de una sociedad que los sobreestimula pero que también los margina. Sin embargo, un sector del quehacer teatral infantil argentino acusa recibo y plantea nuevas formas de abordar conflictos, atento a los cambios sociales.
Irene tiene cinco años, está en el auto, pregunta por qué está trabajando el niño que limpia el parabrisas y sigue: "¿Por qué está solo? A mí me parece que los papás se lo olvidaron, deberíamos invitarlo a casa". Un hachazo de realidad para sus padres. "Tenemos una versión edulcorada de la infancia. Es algo esquizofrénico, en escena hay un mundo idealizado donde no existe lo que el chico vio camino al teatro. No digo que haya que torturarlo con historias angustiantes, pero si lo ve, lo vive ¿por qué no ayudarlos a elaborar algo con esto, a fantasear?", se pregunta Juan Garff, periodista, crítico de teatro, director artístico y creador del Festival Nacional e Internacional de Teatro para Niños y Adolescentes ATINA (Asociación de Teatristas Independientes para Niños y Adolescentes).
En este invierno, en todo el ámbito de la Ciudad se registran en cartel más de cien obras infantiles. Dejando de lado las mega producciones que bajan de la televisión, hay un circuito de teatro independiente que, para la investigadora de dramaturgia infantil Nora Lía Sormani, "son teatristas que trabajan pensando la obra durante mucho tiempo y que la ponen en escena durante las vacaciones. Es gente preocupada por hacer arte para chicos". Por el contrario, el actor y creador del grupo "La galera encantada", Héctor Presa, encuentra sólo "treinta rescatables".
En el mundillo del teatro infantil rescatan algunas como Moc y Poc (Teatro Sarmiento), Tres para el té (Centro Cultural de la Cooperación), Frin (Beckett Teatro), Aguas, Aires y Alicia Rock (Ciudad Cultural Konex), El mate (Teatro Del Nudo), Sin escalas de La Pipetuá (Metropolitan 2), Chiches, de María Inés Falconi (para bebés, en la Universidad Popular de Belgrano), El túnel del juego, de Los Cazurros (Premier), Papanatas (Espacio Urbano), La vuelta al mundo en un violín (Teatro Liceo) y Pintando a Berni (Centro Cultural Borges).
La idealización y acicalamiento de los conflictos infantiles –para Presa– están directamente relacionados con la falta de profundización en el entrenamiento actoral (¿ya se imaginaron a Alcón?) y, al igual que sostiene Garff, a la falta de autores que reflejen problemáticas como las de cualquier ser humano. "La mitad son oportunistas con buena o mala intención. El teatro es un área para la cual no es necesario estudiar para poder trabajar. La prueba es clarísima, cualquiera se sube a un escenario. Esta lamentable realidad que tenemos difiere de todas las otras artes, por eso nos hace vulnerables. El clásico es decir '¡hagamos una obrita para pibes, dale!'", ilustra Presa, que en este momento dirige nueve piezas, entre ellas una de las tres versiones en cartelera de Alicia en el País de las Maravillas, Alicia Rock, y un homenaje a María Elena Walsh en el Centro Cultural San Martín.
Afectos y emociones
Hugo Midón, con más de 35 años de trayectoria en el mundo del teatro infantil y la comedia musical, cambió el lenguaje teatral cuando llevó a los niños a una categoría de iguales, no de subespecie. Con la llegada de la democracia, los chicos comenzaban a ser valorizados por una sociedad que se quería pensar a sí misma diferente. "La realidad de los chicos es muy compleja de acuerdo a sus circunstancias particulares. Me parece que lo que necesitan es encontrar algo que tenga visos de verdad en la ficción, para que forme parte de una realidad", sostiene. Y este año lo sugiere en Playa Bonita (Teatro La Comedia), donde relata en clave desopilante las vicisitudes de una pareja de extranjeros que compra una playa por Internet. "Un dato de la realidad que me quedó en algún momento".
Una de las dramaturgas más interesantes es Adela Basch, que también tiene un vozarrón impactante y es admirada por jóvenes docentes que la eligen como autora de base. Ella se animó a quitarles el aura Billiken a figuras como San Martín y Belgrano, que provocan risa a destajo con sus andanzas disparatadas. Basch no considera que el teatro tenga la obligación de tematizar los conflictos de los espectadores ni de darle estatuto de realidad a algo puramente ficcional. "Me parece importante que, tanto el teatro como la literatura, evidencien su especificidad para que el receptor las aborde desde el plano estético y no como formas subsidiarias de la realidad. De todos modos, que el teatro incorpore problemáticas sociales –no como requisito, sino como elección de materiales– puede proporcionar un espacio para la reflexión y el aprendizaje."
Aguas y Aires son las obras que dirige Marcelo Katz, dos propuestas clownescas donde la emoción, la risa, la palabra y el contacto con el público se entrelazan con las distintas formas de estos elementos básicos para la vida. Para el director, que sólo hace cuatro años trabaja para la platea infantil, hay muchos temas que no se tocan sólo por prejuicio. "Podés hablar de la muerte, el amor, el desamor, el suicido, la ilusión. Se pueden tocar temas potentes y que los chicos los puedan entender, sin una tremenda acidez."
El paquete de lenguajes que aceptan los chicos actuales pasa por el trabajo con objetos, el cuidado del texto, el movimiento, la música, los colores, la formación integral de los actores, el deleite del juego, la complicidad del humor, el absurdo y el disparate. "Cuando las obras están bien hechas, los estimula mucho a pensar sobre sí mismos. Lo que los emociona mucho es el contacto con el artista", subraya Sormani. El director teatral Manuel González Gil dijo alguna vez que el teatro para niños debe ser bueno para todos, de cinco años para arriba.
"El teatro es una experiencia fuerte, pero buena. Los niños entran rápido en la convención, les gusta la historia y utilizan eso después en el juego. Para ver cómo reciben una obra no alcanza con preguntarles al salir si les gustó, hay que darles una semana para ver qué hacen en su juego cotidiano", analiza Garff y Midón agrega la necesidad de soltar la imaginación: "una obra puso en marcha un montón de cosas que estaban adentro y que les facilita el desligue de las alas imaginativas, es una gran posibilidad de expresión".
Midón cuenta que a la salida de una función de Derechos torcidos, una obra de 2005, una nena no paraba de llorar. El creador de la pieza, nunca en sus años de carrera había visto a un niño llorar con sus obras. "Fue ahí que entendí que era parte de las emociones, tan importante como reír. Entre los efectos y los afectos que se generan teatralmente, me quedo con los afectos", concluye.
La nueva premisa de los teatristas contemporáneos que abordan el género infantil, es que el teatro esté a la altura de los cambios sociales, sin pasar por el filtro escolar que muchas veces censura y edulcora. Se trata, tal vez, de encontrar otras formas de acceder al mundo de la infancia desde el arte y la fantasía para elaborar realidades. "Creo que no hay registro de cómo incidirá en el crecimiento y en su vida la falta de calle de un sector de la infancia frente a la total calle de otro. Me pregunto: ¿cómo serán cuándo sean grandes?", remata Garff.
Y si Alfredo Alcón hiciera una obra infantil? ¿Y si se abriera el telón y saliera barbudo, imponente, entrecano y, de repente, abriera la boca y su vozarrón impactara en una primera escena para contar una posible y delirante historia que atrape a grandes y asuste a pequeños? ¿Qué pasaría? Suena extraño en la cartelera actual, pero no imposible si se piensa en términos de desafíos dramáticos y actorales.
Así, la ciudad de Buenos Aires presenta este año una propuesta teatral para niños invadida por la Gripe A, el oportunismo invernal, la caída en las ventas, los clásicos recargados, readaptados y reciclados y la falta de nuevas y audaces miradas que reflejen, desde la ficción, lo que les ocurre a los chicos de hoy. En el teatro actual para la platea sub 12 resulta, al menos, llamativa la carencia de nuevos argumentos y de alternativas artísticas que exploren un panorama más complejo de la infancia; de los chicos como parte de una sociedad que los sobreestimula pero que también los margina. Sin embargo, un sector del quehacer teatral infantil argentino acusa recibo y plantea nuevas formas de abordar conflictos, atento a los cambios sociales.
Irene tiene cinco años, está en el auto, pregunta por qué está trabajando el niño que limpia el parabrisas y sigue: "¿Por qué está solo? A mí me parece que los papás se lo olvidaron, deberíamos invitarlo a casa". Un hachazo de realidad para sus padres. "Tenemos una versión edulcorada de la infancia. Es algo esquizofrénico, en escena hay un mundo idealizado donde no existe lo que el chico vio camino al teatro. No digo que haya que torturarlo con historias angustiantes, pero si lo ve, lo vive ¿por qué no ayudarlos a elaborar algo con esto, a fantasear?", se pregunta Juan Garff, periodista, crítico de teatro, director artístico y creador del Festival Nacional e Internacional de Teatro para Niños y Adolescentes ATINA (Asociación de Teatristas Independientes para Niños y Adolescentes).
En este invierno, en todo el ámbito de la Ciudad se registran en cartel más de cien obras infantiles. Dejando de lado las mega producciones que bajan de la televisión, hay un circuito de teatro independiente que, para la investigadora de dramaturgia infantil Nora Lía Sormani, "son teatristas que trabajan pensando la obra durante mucho tiempo y que la ponen en escena durante las vacaciones. Es gente preocupada por hacer arte para chicos". Por el contrario, el actor y creador del grupo "La galera encantada", Héctor Presa, encuentra sólo "treinta rescatables".
En el mundillo del teatro infantil rescatan algunas como Moc y Poc (Teatro Sarmiento), Tres para el té (Centro Cultural de la Cooperación), Frin (Beckett Teatro), Aguas, Aires y Alicia Rock (Ciudad Cultural Konex), El mate (Teatro Del Nudo), Sin escalas de La Pipetuá (Metropolitan 2), Chiches, de María Inés Falconi (para bebés, en la Universidad Popular de Belgrano), El túnel del juego, de Los Cazurros (Premier), Papanatas (Espacio Urbano), La vuelta al mundo en un violín (Teatro Liceo) y Pintando a Berni (Centro Cultural Borges).
La idealización y acicalamiento de los conflictos infantiles –para Presa– están directamente relacionados con la falta de profundización en el entrenamiento actoral (¿ya se imaginaron a Alcón?) y, al igual que sostiene Garff, a la falta de autores que reflejen problemáticas como las de cualquier ser humano. "La mitad son oportunistas con buena o mala intención. El teatro es un área para la cual no es necesario estudiar para poder trabajar. La prueba es clarísima, cualquiera se sube a un escenario. Esta lamentable realidad que tenemos difiere de todas las otras artes, por eso nos hace vulnerables. El clásico es decir '¡hagamos una obrita para pibes, dale!'", ilustra Presa, que en este momento dirige nueve piezas, entre ellas una de las tres versiones en cartelera de Alicia en el País de las Maravillas, Alicia Rock, y un homenaje a María Elena Walsh en el Centro Cultural San Martín.
Afectos y emociones
Hugo Midón, con más de 35 años de trayectoria en el mundo del teatro infantil y la comedia musical, cambió el lenguaje teatral cuando llevó a los niños a una categoría de iguales, no de subespecie. Con la llegada de la democracia, los chicos comenzaban a ser valorizados por una sociedad que se quería pensar a sí misma diferente. "La realidad de los chicos es muy compleja de acuerdo a sus circunstancias particulares. Me parece que lo que necesitan es encontrar algo que tenga visos de verdad en la ficción, para que forme parte de una realidad", sostiene. Y este año lo sugiere en Playa Bonita (Teatro La Comedia), donde relata en clave desopilante las vicisitudes de una pareja de extranjeros que compra una playa por Internet. "Un dato de la realidad que me quedó en algún momento".
Una de las dramaturgas más interesantes es Adela Basch, que también tiene un vozarrón impactante y es admirada por jóvenes docentes que la eligen como autora de base. Ella se animó a quitarles el aura Billiken a figuras como San Martín y Belgrano, que provocan risa a destajo con sus andanzas disparatadas. Basch no considera que el teatro tenga la obligación de tematizar los conflictos de los espectadores ni de darle estatuto de realidad a algo puramente ficcional. "Me parece importante que, tanto el teatro como la literatura, evidencien su especificidad para que el receptor las aborde desde el plano estético y no como formas subsidiarias de la realidad. De todos modos, que el teatro incorpore problemáticas sociales –no como requisito, sino como elección de materiales– puede proporcionar un espacio para la reflexión y el aprendizaje."
Aguas y Aires son las obras que dirige Marcelo Katz, dos propuestas clownescas donde la emoción, la risa, la palabra y el contacto con el público se entrelazan con las distintas formas de estos elementos básicos para la vida. Para el director, que sólo hace cuatro años trabaja para la platea infantil, hay muchos temas que no se tocan sólo por prejuicio. "Podés hablar de la muerte, el amor, el desamor, el suicido, la ilusión. Se pueden tocar temas potentes y que los chicos los puedan entender, sin una tremenda acidez."
El paquete de lenguajes que aceptan los chicos actuales pasa por el trabajo con objetos, el cuidado del texto, el movimiento, la música, los colores, la formación integral de los actores, el deleite del juego, la complicidad del humor, el absurdo y el disparate. "Cuando las obras están bien hechas, los estimula mucho a pensar sobre sí mismos. Lo que los emociona mucho es el contacto con el artista", subraya Sormani. El director teatral Manuel González Gil dijo alguna vez que el teatro para niños debe ser bueno para todos, de cinco años para arriba.
"El teatro es una experiencia fuerte, pero buena. Los niños entran rápido en la convención, les gusta la historia y utilizan eso después en el juego. Para ver cómo reciben una obra no alcanza con preguntarles al salir si les gustó, hay que darles una semana para ver qué hacen en su juego cotidiano", analiza Garff y Midón agrega la necesidad de soltar la imaginación: "una obra puso en marcha un montón de cosas que estaban adentro y que les facilita el desligue de las alas imaginativas, es una gran posibilidad de expresión".
Midón cuenta que a la salida de una función de Derechos torcidos, una obra de 2005, una nena no paraba de llorar. El creador de la pieza, nunca en sus años de carrera había visto a un niño llorar con sus obras. "Fue ahí que entendí que era parte de las emociones, tan importante como reír. Entre los efectos y los afectos que se generan teatralmente, me quedo con los afectos", concluye.
La nueva premisa de los teatristas contemporáneos que abordan el género infantil, es que el teatro esté a la altura de los cambios sociales, sin pasar por el filtro escolar que muchas veces censura y edulcora. Se trata, tal vez, de encontrar otras formas de acceder al mundo de la infancia desde el arte y la fantasía para elaborar realidades. "Creo que no hay registro de cómo incidirá en el crecimiento y en su vida la falta de calle de un sector de la infancia frente a la total calle de otro. Me pregunto: ¿cómo serán cuándo sean grandes?", remata Garff.
Fuente: Revista Ñ
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