Festival Internacional de Circo de Buenos Aires
Más allá de la gripe y del frío, la movida que culmina el domingo convoca a una enorme cantidad de público
El domingo terminó (parte) del circo de la mayoría de los políticos, y un día después comenzó la primera edición del Festival Internacional de Circo de Buenos Aires, que, hasta el domingo, tiene lugar en Combate de los Pozos y Garay.
Entre la gripe porcina y el intenso frío todo haría pensar que la cosa funciona a medias. Sin embargo, con frío, con barbijos, con abrigos y con bufandas las tres carpas en las que tiene lugar esta movida organizada por el gobierno porteño se están convirtiendo en un merecido éxito de público. De hecho, a la jornada de anteayer, según cifras oficiales, fueron unos 1900 espectadores.
La programación nocturna del martes fue una especie de muestrario de las búsquedas que pone en juego esta experiencia escénica. Hubo un poco de todo para todo público trabajando en dos líneas rectoras: por un lado, que los artistas circenses locales se confronten con experiencias de sumo rigor profesional; por otro, que el público se asome a experiencias por fuera del formato tradicional del circo o de su versión Cirque du Soleil.
Entre ese variado filón, anteayer se presentaron los chicos de Circo Clowndestino con Enseguida vuelvo ..., un simpático espectáculo de malabares, algo de murga, narices rojas, hip-hop y acrobacia en el que uno de los artistas tiene un singular parecido a Batato Barea en tiempos de El Clu del Claun (sic). En otra carpa, el francés Jèrôme Thomas desarrolló un trabajo de manipulación de objetos que tuvo algunas escenas cautivantes por su sencillez, precisión y carga poética, como en la que da vida a tres pelotas que desplaza a nivel de piso.
Simultáneamente, en otra carpa, los españoles de 13 Días ofrecieron Me gusta cuando callas, un trabajo más coreográfico que de circo. Quizá por haber tomado ese rumbo es que la parte más menuda de la platea fue abandonando la carpas sin que ello implicara, necesariamente, una desaprobación a la propuesta. A lo sumo forma parte de los riesgos que tomó la dirección del festival.
Con cierto retraso según el horario previsto, la noche se cerró con los franceses de la Compañía Le Nadir, que sintetizaron buena parte de las búsquedas que, en espectáculos previos, estaban en germen o no tenían una dramaturgia interna tan desarrollada. En Omnia Palace, Sèbastien Bruas y Rómullo Pelliza,dos maravillosos intérpretes, hacen números de acrobacia aérea en medio de un clima nostálgico que recrea voces, imágenes, músicas, texturas y escenas de las más trilladas de los viejos espectáculos circenses y del cine. Junto a ellos dos, Marie-Elisabeth Cornet y Marie-Audez Jauze se ganaron un merecidísimo aplauso final.
Hasta el domingo, el Festival Internacional de Circo continúa a toda marcha más allá de las gripes y del frío (que es mucho y que, una pena, no hay un lugar calefaccionado adecuadamente). Por lo cual, si piensa sumarse a la movida sugerimos ponerse todas las lanas habidas y por haber. Es más: si en sus planes está ver pasado mañana o el domingo a Philippe Ménard, uno de los puntos altos del festival, como el señor manipula hielo habrá que ponerse dos pares de medias (la nariz roja la ponen los artistas).
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